Gonzalo
Aguirregomezcorta / Tomado de Yahoo Noticias – Foto: Spencer Platt
David Brown,
el abogado defensor de Morrison Haze Lampley se dirigió a los
presentes durante la última sesión del juicio a su defendido. La condena a
cadena perpetua tras asesinar a dos personas en las calles de San Francisco en
2015 era irremediable y la intención de Brown fue la de aliviar de alguna
manera el sentimiento de odio hacia su cliente, un vagabundo de 24
años de edad. “Monstruo” se convirtió en el calificativo más suave que
recibió por parte de los familiares de sus víctimas, de 67 y 23 años.
“Ojalá
pudiera dar marcha atrás en el tiempo y cambiar las cosas. Sé que no puedo
pedir que lo perdonen, pero espero que encuentren la paz algún día”, afirmó el
letrado poco antes de que se dictara sentencia. “Mi cliente ha vivido una vida
de rechazo, de abandono, en la calle, sin un hogar, de abusos y
con problemas mentales. Un psicólogo lo describió como un niño salvaje. Esto no
es una excusa, pero sí un intento para entender por qué estamos aquí”, agregó
según publicó el San
Francisco Gate.
Como Lampley,
miles de jóvenes deambulan por las calles estadounidenses sin un rumbo fijo. Se
desconoce el número exacto de personas de entre 13 y 26 años que
tienen como techo las estrellas, pero algunas estimaciones hablan de 45 mil,
las más optimistas, y casi 100 mil, las menos. California es el
estado que más gente sin hogar tiene, con alrededor de 130 mil según datos
publicados por Forbes
en 2018. De ellos, alrededor de 50 mil residen en Los
Ángeles y 7 mil en San Francisco. Tiendas de campaña en el asfalto,
imposibilidad para circular a pie por algunas zonas, hedores
corporales, olores a marihuana, chillidos en mitad de la noche, gente joven
pidiendo limosnas en los semáforos, ataques violentos, asesinatos y el
escrutinio del resto de la sociedad, que los califica como marginados
sociales por elección, sobre todo si se trata de vagabundos jóvenes.
Vivian Ho fue
una de las periodistas locales que cubrió el juicio de Lampley, a quien le
cayeron cien años de prisión por doble asesinato de primer grado. Durante los
18 meses que duró la causa, la reportera de The Chronicle pasó
de juzgar con prontitud al acusado a entender que su contexto se escapa de la
comprensión del resto de los mortales. El veinteañero recibió dosis de
LSD con dos años de edad, se drogaba con otras sustancias a los 11 años,
sufrió abusos constantes y hubo un momento en el que le resultó más fácil vivir
en la calle que aguantar el maltrato en el seno de una familia rota. Ho se dio
cuenta de que la realidad de Lampley tenía un sentido muy profundo: el de
una mente completamente exprimida desde niño por unas
circunstancias que le han moldeado como un “monstruo”.
“Los vemos
como jóvenes. Como gente capacitada. Con cuerpos hábiles. Así que
automáticamente pensamos que podrían no ser vagabundos, que están eligiendo
vivir de esa manera, sin que nos demos cuenta de que hay otras cosas
que han sucedido en sus vidas y les ha llevado a esta situación”,
apuntó la periodista.
Sobre esa
idea y otras historias, Ho escribió el libro, ‘Those who wonder’
(Aquellos que vagan), que habla de estos jóvenes estadounidenses perdidos
sobre los que recaen varios de los problemas que subyacen en el sistema
estadounidense, y por ende, en su sociedad. Falta de atención a las clases
marginadas, sistema sanitario público inexistente, recortes
paulatinos en los servicios de ayudas sociales que no dan abasto e instituciones
privadas que tampoco abarcan a la cantidad de familias desfavorecidas,
problemas para acceder a viviendas económicamente asequibles, desempleo o
trabajos mal remunerados que impiden un estado de bienestar en gran parte de la
población, brecha salarial entre zonas de EEUU… y como colofón: el fuerte desapego
moral de la sociedad, la falta de solidaridad y la gran competitividad.
Es la
pescadilla que se muerde la cola. Aquellos que abogan por un servicio sanitario
privado, los que juzgan a los sin techo de primeras, los que no
están acostumbrados a llevar a cabo acciones altruistas, los que piensan de
manera rápida que cada uno se labra su futuro en igualdad de condiciones en la
‘tierra de las oportunidades’, son las que potencialmente acaban
sufriendo las consecuencias de estos niños salvajes y “monstruos”
sociales condicionados por su pasado. La pobreza en EEUU es una realidad y
aquellos que claman que se trata de una nación del primer mundo no deberían de
mirar hacia otro lado ante un problema que incumbe a todos por igual.
“Muchos de
estos jóvenes llevan tanto tiempo sin que se les trate como seres
humanos que ya es hora de que la gente les empiece a mirarl a los
ojos”, sostuvo Ho en
una entrevista sobre su libro.
Quizás esa
sea la primera piedra para que EEUU tenga más miramientos en asuntos
sociales básicos que a día de hoy le colocan a la cola de los países
más ricos del mundo.