Por Néstor
Francia
El 23 de
agosto pasado se realizó una reunión de personalidades de diversa procedencia
que concluyó con una Declaración pública en rueda de prensa referida a la
necesidad de lo que los participantes llaman “Diálogo Plural”. Están allí los
nombres de varias personas que gozan de mi respeto y algunas hasta de mi
amistad, como Carlos Azpurua, Vladimir Villegas, Gustavo Márquez Marín, Oscar
Schemel, Maryclen Stelling, Héctor Navarro y otros. Con todos he tenido
coincidencias y también diferencias, lo cual no tiene nada de raro, porque es
lo mismo que me ha pasado siempre con el Gobierno Bolivariano, con el PSUV, con
Chávez, con Maduro y con el chavismo en general. Yo creo en la diversidad y en
la realidad de las diferencias, no por una cuestión de fe sino porque ambas
categorías existen evidentemente, por eso es imposible que alguien logre
imponer un pensamiento único. La unanimidad es imposible. Que no se entendiera
esto a cabalidad fue una de las razones principales de la implosión de la Unión
Soviética y de los sistemas políticos en los países afiliados a su tutoría
política en los años de la llamada Guerra Fría.
No es
extraño, igualmente, que no coincida con todos los términos planteados en la
mencionada Declaración, sin embargo, le comuniqué, vía correo electrónico,
tanto a Gustavo Márquez Marín como a Vladimir Villegas que deseaba incluirme en
ella, ya que estoy de acuerdo con su esencia e intención, contenidas en varios
segmentos del texto y señaladamente en los dos párrafos finales: “Expresamos
igualmente nuestro categórico rechazo a cualquier forma de violencia,
injerencia o imposición foránea. Hacemos un llamado a las partes para que
dialoguen con el firme compromiso de alcanzar acuerdos que aseguren por la vía
pacífica, constitucional, electoral y democrática, las
transformaciones
necesarias para garantizar la gobernabilidad (…) La solución no vendrá de
otros. Está a nuestro alcance, si verdaderamente la queremos, si actuamos con
humildad republicana y si tenemos por norte el supremo interés del país y no la
prevalencia de otros intereses” ¿Acaso no es esto lo que proclaman todos, no
con toda la credibilidad que merecería asunto tan serio?
Esta posición
mía no es repentina. Hace unas cuantas semanas me incorporé a un grupo de
asesores convocado por una alta dirigente del PSUV, a fin de que se hiciera
algunas recomendaciones a ese partido sobre el tema y el discurso de la paz.
Allí presenté mi propuesta que denominé “El Otro Diálogo”. Copio textualmente
fragmentos de esa propuesta: “… la Revolución está obligada a remar en dos
direcciones, para sensibilizar a dos audiencias básicas. Por una parte, está el
movimiento popular chavista consciente y decidido, que según el resultado
obtenido el 20 de mayo de 2018, abarca alrededor del 30% del padrón electoral (6.245.862
votos de 20.526.978 posibles). Este sector convencido viene siendo atendido
eficientemente por el PSUV y debería seguir siendo así, para reforzarlo y
garantizar su respaldo activo. La otra audiencia, que sería decisiva, es
aquella que conforman los llamados “ni-ni” o “no alineados”, que según estudios
creíbles podría rondar alrededor del 40% de la población electoral (+/-
8.000.000 de electores).
La propuesta
de Otro Diálogo apunta a propiciar una apertura del abanico político nacional
que promueva la imagen de estabilidad, distensión, paz y unión nacional (…) El
Otro Dialogo ayudaría también a combatir la matriz internacional de “dictadura”
que promueven el imperialismo y la derecha (…) La propuesta apunta a la
promoción de otro diálogo político distinto al que se inició en Noruega y que
continuará en Barbados. El diálogo de Oslo, absolutamente conveniente y
ventajoso para las políticas del Gobierno Bolivariano, y coherente con ellas,
reproduce sin embargo la polarización política, al menos desde el punto de
vista de la percepción. Se impone mediáticamente la matriz de que se trata de
un diálogo entre el Gobierno y la oposición, representada está básicamente por
solo un sector de la misma, la derecha extremista. De hecho, el principal
vocero interno de ese sector es el golpista pro imperialista Juan Guaidó. Cabe
preguntarnos: ¿Si es lícito reunirnos con estos factores extremos, por qué no
considerar el inicio público de un diálogo con otros sectores opositores que no
forman parte del espectro extremista y con sectores chavistas no involucrados
directamente en la gestión de Gobierno? Sectores todos que tienen de entrada al
menos dos importantes puntos de coincidencia con el PSUV y el Gobierno: el
rechazo a la intervención imperialista y la violencia, y la inclinación hacia
las vías pacíficas, constitucionales y electorales (…) Conviene que el Otro
Diálogo sea convocado por el Gobierno, para darle carácter oficial. Veamos
algunas de sus características (…) 1) Se convocaría a factores partidistas y organizados
en movimientos de oposición o no involucrados directamente en la gestión de
Gobierno, además del PSUV, con la única condición de que se hayan pronunciado
públicamente en contra de la intervención extranjera y el ejercicio de la
violencia; 2) Algunos de estos factores serían: el MAS, Redes, PCV, UPV, Somos
Venezuela, Plataforma por el Referéndum Consultivo, Plataforma Ciudadana en
Defensa de la Constitución, Soluciones por Venezuela (Claudio Fermín),
Concertación por el Cambio (Henry Falcón), Esperanza por el Cambio (Javier
Bertucci); 3) La agenda debería ser abierta, aunque a lo interno del diálogo se
trataría de conformar acuerdos en torno a la inviolabilidad del territorio de
la Patria, a la necesidad de privilegiar las vías pacíficas y constitucionales
para dirimir las diferencias políticas, a la oposición a la promoción del odio,
al fomento de la tolerancia y de la paz (…) Se convocaría a garantes
internacionales, como por ejemplo la oficina local de la Comisión de DDHH de la
ONU recientemente acordada con la Comisionada Michelle Bachelet (…) Este
diálogo promovería además la beligerancia política de factores opositores
distintos a la derecha extremista y pro imperialista, conformándose así nuevas
referencias que despolaricen el escenario político”.
Habrá
sectores extremistas del chavismo que me tilden de “débil” o “reformista” por
causa de esta propuesta. Me adelanto y les respondo. Apoyo el diálogo
facilitado por Noruega y que el Gobierno ejerce… ¿con quién? Con la derecha
fascista, que conspira, promueve violencia y convoca la intervención
imperialista. Por otro lado, el Gobierno ha reconocido que desarrolla desde
hace tiempo conversaciones con el gobierno de Estados Unidos, el peor enemigo
de la Humanidad, el que nos somete a sanciones económicas extendidas, se roba
nuestros activos, promueve el aislamiento diplomático de nuestro país y nos
amenaza con la fuerza militar. Estoy de acuerdo con esta acción diplomática del
Gobierno. El presidente Maduro ha dicho repetidas veces que está dispuesto a
encontrarse con Donald Trump. No odio a nadie, pero a Trump me le falta un
pelito nada más. Respaldaría, no obstante, un encuentro tal. Me pregunto,
entonces, ¿si el Gobierno se reúne con lo peor de lo peor, porque no convoca un
diálogo con sectores con los que hay al menos dos coincidencias fundamentales,
la oposición a la violencia y el rechazo a la intervención
foránea?
¿Estoy
cometiendo alguna infidencia al revelar parte de mi propuesta, que fue
respaldada por los asesores? Han pasado casi dos meses desde que la diseñé y al
menos mes y medio desde que la presenté. Recientemente comuniqué en el grupo
Whatsapp del equipo, que en vista de que no había recibido ninguna respuesta a
mi planteamiento desde el PSUV, y si esto no se producía en tiempo perentorio,
la movería por otras vías, ya que estoy muy viejo para andar trabajando en
balde y mis ideas están básicamente a la disposición de todos, sin descartar
que sean correctas o no. Yo mismo dije que esperaría a que pasara el Foro de
Sao Paulo, dado que seguramente el PSUV estaba muy ocupado en esa actividad.
Pero la Declaración que he referido marcó el punto de inflexión, porque sin
duda hay otros venezolanos con ideas que se acercan a las mías.
No tengo
dudas de mi posición radical antiimperialista, que mantengo desde muy temprana
edad. Tampoco oculto mi total y absoluto antagonismo con el sector criminal
representado por ese personaje intrascendente e incidental que se llama Juan
Guaidó y con su partido extremista y fascista, Voluntad Popular. Aclarado esto,
digo sin ambages que todo el que rechace la intervención foránea en mi Patria,
se oponga a la violencia y privilegie el diálogo y la paz, puede contarme entre
los suyos.