Persisten
algunos miedos de que el presidente de México sea tan radical en sus políticas
económicas como lo es en su discurso. El paquete económico 2020 prueba que es
un temor injustificado.
Por Viridiana
Ríos* / Texto tomado
de The New York Times en Español.
CIUDAD DE
MÉXICO — El miedo que existe en algunos círculos hacia las políticas económicas
del gobierno de México es injustificado. En buena medida se debe a temores
construidos a partir del discurso radicalizado del presidente Andrés Manuel
López Obrador, pero no a sus acciones concretas.
Para todo
efecto práctico, existe una gran diferencia entre el AMLO político y el AMLO
gobernante. Eso quedó claro esta semana, cuando López Obrador presentó el primer proyecto de
presupuesto de México —el Paquete Económico 2020—, hecho enteramente por su
gobierno. Quizás la principal característica de su mandato será que veremos una
distancia muy marcada entre la retórica política del presidente de México y sus
acciones económicas. Todo parece indicar que en el discurso, AMLO será un líder
radical pero macroeconómicamente será un jefe de Estado responsable.
En su rol
político, AMLO habla de un Estado fuerte y progresivo. Dice que por primera vez en 36 años
su plan de desarrollo “no se ajusta a los dictados de los organismos
financieros internacionales” y que su gobierno será un mandato popular y social de
transformación. Habla de redistribuir la riqueza y critica duramente a la
“élite neoliberal [que] se empeñó en reducir el Estado a un aparato
administrativo al servicio de las grandes corporaciones”.
Como
gobernante, sin embargo, AMLO tiene un Estado cada vez más pequeño. El paquete
económico espera
ingresos públicos menores que los de 2019 y, por
primera vez desde 2013, presenta reducciones reales en las aportaciones
federales a los gobiernos de los estados. El gasto destinado a proveer bienes y
servicios a la población será del 16,7 por ciento del PIB, menor que durante
2018, último año del “gobierno neoliberal” (de acuerdo con la clasificación del
propio López Obrador).
El
AMLO-político habla del “desastre del
sistema de salud pública […] resultado de los afanes privatizadores y de los
lineamientos emitidos por organismos internacionales copados por la ideología
neoliberal”. En los hechos, sin embargo, el AMLO-gobernante solo aumentó el
presupuesto en salud en 0,43 por ciento para la población que no tiene un
trabajo formal. De hecho, si el AMLO-gobernante quisiera atender el desastre
del que habla el AMLO-político, se requeriría un incremento de por lo menos
un 66
por ciento.
La más
importante y verdadera prioridad de López Obrador es ser económicamente
responsable. A fin de preservar los equilibrios macroeconómicos, el gobierno plantea
ahorrar 0,7 por ciento del PIB. Esto implica reducir el presupuesto de 16 de
los 27 ramos administrativos y cortar la inversión pública en 5,2 por ciento.
No hay señal objetiva de un dispendio populista.
Apenas hace
cuatro meses, el político aseguraba que su proyecto alternativo económico
generaría un crecimiento del 4 por ciento. Pero en
documentos oficiales, es distinto: su gobierno ha dejado en claro que el mayor
crecimiento que se logrará durante todo su sexenio será del 2,7 por ciento, exactamente
lo mismo que estima el Fondo Monetario
Internacional (FMI). Y para este año, pese a las declaraciones del AMLO-político,
tanto el gobierno como el FMI estiman un crecimiento del 0,9 por ciento.
Aunque López
Obrador sigue asignando recursos a sus proyectos y programas más
controversiales, también es cierto que, de manera silenciosa, son recortados
cuando no operan bien. A la refinería de Dos Bocas se le redujo el presupuesto
un 16 por ciento y el
Tren Maya tuvo una reducción del 51 por ciento, pues ahora se planea construirlo
con inversión privada. Uno de los programas sociales insignia de AMLO, Jóvenes
Construyendo el Futuro, tuvo un recorte del 38
por ciento este año. Y no es el único caso: de los 18
programas prioritarios para el AMLO-político, once presentan reducciones.
AMLO-gobernante está, por lo bajo, echando para atrás políticas que han sido
difíciles de implementar y está concentrando todo su esfuerzo en dar becas y
otorgar complementos al ingreso a personas adultas y con discapacidad. Estas
últimas estrategias han probado ser de las partidas más redistributivas del
gasto público de México.
Además, el
plan del AMLO-gobernante implica que no se cobrarán más impuestos. Su gobierno
se limitará a hacer cambios marginales en la fiscalización, como dificultar la
evasión. Las medidas fiscales más interesantes e innovadoras —como su propuesta
de gravar plataformas digitales como
Uber y Airbnb— no serán ni cercanamente draconianas en su implementación. Esto
puede inferirse del hecho de que el gobierno mexicano estima aumentar
su recaudación en solo 2
por ciento, y que las ganancias por concepto de IVA sean menores
que en 2019.
Es inminente
que la élite económica y los inversionistas nacionales hagan las paces con la
realidad: AMLO tiene una retórica política antiélite pero no sigue políticas
macroeconómicamente irresponsables. El AMLO-gobernante reprobaría en la
categoría de los populistas clásicos latinoamericanos porque no
aumenta el gasto público de forma imprudente ni la recaudación de forma
agresiva.
Hay quien
teme que el AMLO-gobernante comience a responderle al AMLO-político cuando
falle la apuesta que el gobierno mexicano ha hecho en la petrolera estatal,
Pemex, como motor de desarrollo económico. Pero esta apreciación tampoco parece
estar fundamentada en un análisis de la realidad.
Es verdad que
AMLO piensa que Pemex puede volverse más productiva si se invierte dinero
público en ello. Es por eso que, en su presupuesto, plantea una reducción en la
carga tributaria de la petrolera y contiene estimados disparatados de
producción de petróleo. Esto
es un error que en algún momento tendrá que enfrentar
cuando la realidad le demuestre el fracaso de sus estimaciones.
Hasta ahora,
no existe evidencia de que ante el fracaso del AMLO-político, el
AMLO-gobernante reaccione siendo un irresponsable. Un ejemplo sucedió hace
apenas unos meses: tan solo unos días después de que dijera que el crecimiento no le importaba tanto,
López Obrador anunció acciones contracíclicas importantes
para fomentar el crecimiento.
El mayor
peligro con AMLO es la continuidad, no la destrucción. Entre más pronto los
inversionistas y capitales entiendan esta realidad sobre el presidente
mexicano, más rápido podrán apostarle a beneficiarse de los aspectos
fundamentales de la economía de México y no a escuchar sus fantasmas.
*Viridiana
Ríos es analista política y profesora asistente visitante del Departamento de
Gobierno de la Universidad de Harvard. Colabora regularmente en The New York
Times en Español.