Por
Sophie BOUILLON / AFP
Joy apenas
tenía 18 años cuando dio a luz en un apartamento de Trípoli, sin ayuda ni
médicos, apretando la mano de su mejor amiga, con quien había emprendido la
peligrosa travesía de Nigeria hacia Europa.
El padre
biológico del niño era un guardia libio del centro de retención en el que
estaba encerrada. Cuando le propuso que se fuera a vivir con él, ella no supo
decir que no.
Joy (nombre
ficticio) se convirtió en su esclava y, durante un año, no pudo salir.
Al quedar
embarazada, él intentó por todos los medios enviarla en barco a Italia, pero
tras varios intentos infructuosos, amenazó con matarla a ella y a su hija.
"Dicen
que somos negras y que no somos musulmanas, que no tenemos derecho a tener sus
hijos", cuenta la joven, actualmente de 19 años.
Joy logró finalmente
huir y esconderse en casa de su amiga. Nunca había visto a un obstetra y le
daba miedo ir al hospital y que secuestraran a su hija. "Hay muchas
historias así".
"Ahí
pueden golpearte, maltratarte, violarte o incluso matarte", explica desde
la guardería de un centro de formación de la ciudad nigeriana de Benin City
(sur), donde vive ahora.
- Piel clara
-
Joy regresó a
Nigeria el año pasado con su hija, entonces de dos meses, gracias a un programa
de retorno voluntario de migrantes establecido por la Organización
Internacional de las Migraciones (OIM).
Gracias a ese
plan, más de 14.000 nigerianos, 35% de ellos mujeres, regresaron de Libia desde
2017. Sin embargo, no hay estadísticas oficiales sobre la cantidad de niños,
"para protegerlos", según este organismo de Naciones Unidas.
La OIM
calcula que en Libia aún hay 60.000 nigerianos y 600.000 migrantes de 39
nacionalidades diferentes, la mayoría de ellos en centros de retención,
cárceles, prostíbulos o en centros clandestinos gestionados por mafias o milicias.
Joy vive
ahora en un centro de reintegración y su hija, con año y medio, es la estrella
de la guardería. El color claro de su piel le hace destacar entre el resto de
niños.
"Le digo
a la gente que es hija de un blanco", confiesa Joy.
- "Niños
árabes" -
Por lo
general, los hijos de los migrantes nacidos de padre libio son asesinados o
robados a sus madres, o estas no regresan nunca.
La gran
mayoría de niños nacidos en Libia que llegan a Nigeria, son negros, fruto de
violaciones cometidas por otros africanos --traficantes de personas o clientes
de los prostíbulos en los que encierran a las migrantes--, según cuentan estas
y las asociaciones que trabajan con ellas.
No obstante,
en Nigeria los llaman "los niños árabes", porque fueron concebidos en
Libia.
"Algunas
familias dirán: 'A estos pequeños árabes no los quiero en mi casa'",
cuenta Jennifer Ero, coordinadora nacional de la Red de Protección de la
Infancia, una asociación nigeriana.
"Cuando
ellas se van es para ayudar a su familia. Pero regresan, sin ni siquiera haber
llegado a Europa, con deudas acumuladas para pagar su viaje y, además, una
nueva boca que alimentar", explica.
Ero, quien
también realiza el acompañamiento psicológico en su centro de protección para
madres jóvenes, asegura que todas las mamás que regresaron de Libia habían
querido abortar, pero que no tuvieron la oportunidad o los medios. Algunas se
muestran especialmente agresivas con sus bebés.
- En alerta
permanente -
Justice, muy
pequeño para su año y medio de edad, está siempre en alerta y en cuanto ve a su
madre llorar, corre junto a ella.
Faith (nombre
ficticio) tenía 19 cuando quedó embarazada en lo que ella llama el
"gueto", unas edificaciones de Al Qatrun, en el desierto del sur de
Libia, en las que se apiñan los migrantes.
"Los
traficantes nos mantenían ahí hasta que nuestras familias pagaran el
rescate", cuenta Faith. "Torturan a los hombres, los cuelgan en
cruces como a Jesús, los queman. Y con las chicas se acuestan todo el
tiempo".
Ella pasó
días sin comer, en varias ocasiones. "Estaba embarazada y el hambre me
devoraba por dentro", recuerda entre lágrimas.
Al final, fue
vendida como esclava sexual. "Me quedé en la casa de un hombre y abusó de
mí hasta el último día de mi embarazo", continúa Faith mientras el pequeño
Justice se muestra preocupado junto a ella. "Si me negaba, no me daba
comida, no me llevaba al hospital y me golpeaba".
Faith aún no
encontró trabajo en Nigeria y tiene dificultades para reconstruir su vida en un
país en el que la inmensa mayoría de la población vive bajo el umbral de la
pobreza.
"Pero me
digo que mientras mi hijo y yo estemos vivos, hay esperanza", reconoce.
Tomado de
yahoo.es
