El 27 de agosto de 1984 apareció el disco debut de una banda llamada a renovar la escena del rock argentino. Celebrado y criticado por igual, el primer album de Soda Stereo sigue sonando moderno.
Por Eduardo Fabregat / Pàgina 12 - ARGENTINA
El disco fue grabado con técnicos que no entendían bien lo que estaba pasando.
“Contra todo lo que se dice siempre, yo creo que los mayores logros de Soda fueron en los ‘90 y no en los ‘80”, me dijo Gustavo Cerati en una larga charla sostenida en 1997, cuando Soda Stereo se encaminaba a su primera despedida, la de “Gracias totales”. No va andar uno rebatiéndole las cosas al principal protagonista del asunto, pero hoy que el disco debut de la banda cumple 35 años vale la pena volver la vista atrás.
Soda Stereo apareció el 27 de agosto de 1984, y fue presentado en sociedad en octubre, en un Pumper Nic. Había plena intención en ese gesto, y sirve para poner las cosas en contexto: Gustavo, Zeta Bosio y Charly Alberti eran detestados por una parte de la sociedad rockera de entonces, que en la primavera democrática señalaba a los raros peinados nuevos como gente plástica y sin sustancia, fast food musical. Contemporáneos de Virus –los adelantados-, Los Abuelos de La Nada, Sueter, Fricción, Los Twist, Viuda e Hijas de Roque Enroll, Soda Stereo provocaban desde la indumentaria y los peinados, desde un interés por la estética que resultaba sospechoso.
“Dale, dale con el look”, toreaba Luca. “Es mejor que estarse quieto, es mejor que ser un vigilante”, cantó ese mismo año Charly en Piano Bar. A Soda se lo podía odiar, pero difícilmente ignorar. Si hubieran estado en el BA Rock de 1982 probablemente les hubieran llovido los mismos proyectiles que a Daniel Melero y Los Encargados: nada casualmente, ese primer disco incluye una soberbia versión de “Trátame suavemente”.
Porque de eso se trata ese 33 1/3 que cumple tres décadas y media. Por debajo, por encima, de los ropajes, los ojos delineados y las crenchas en lo alto, están las canciones de un debut formidable. Estaba la innegable influencia de The Police y el frenesí con el que Cerati –dueño de una de las manos derechas más prodigiosas del rock argentino- ocupaba los espacios como única guitarra. “No hay caso, man, ustedes son tres”, había dicho Richard Coleman al bajarse del proyecto, sin que eso obturara el desarrollo de esa otra animalada conjunta con Gus llamada Fricción. Como el misil en el placard, todo estaba ahí.
Cerati y el impecable combo de Zeta y Charly para darle forma a una base bien cimentada y con groove, desajuste fiestero y solidez rítmica a la vez, entregaron en las puertas de la primavera 1984 una banda de sonido que poco después se volvería tanque conquistador de América Latina. Escuchar hoy Soda Stereo es reactivar el chip inoxidable de los hits, la apertura irresistible de la seguidilla “¿Por qué no puedo ser del Jet Set?”, “Sobredosis de TV” y “Te hacen falta vitaminas”. Pero también invitarse a redescubrir los temas menos transitados, eso que por la potencia del material posterior quedó fuera de todo setlist pero también hacía a la identidad del grupo.
¿“Afrodisíacos” es el exponente más policíaco de todo el álbum? Sí, pero ahí hay un avance de lo que vendría en Nada Personal, y el que no mueve la patita debe tenerla fracturada. Algo similar sucede con “Ni un segundo”, donde el pop de bajo urgente no deja de tener el mismo pincelazo oscuro que se profundizaría en el disco de 1985. “Mi novia tiene biceps” es probablemente la letra más boba que haya cantado Gustavo, pero es casi imposible no dejarse contagiar por su energía juvenil, despreocupada, la misma que exhuda otro tapado como “El tiempo es dinero”.
La historia da cuenta de la permanente tensión entre el equipo conformado por el trío y el productor Federico Moura con los técnicos del estudio CBS, que observaban con azoramiento lo que estaba pasando en el estudio desde su ventana de control un piso más arriba. Así desembarcó el rock argento en los grandes estudios de una industria que necesitaba alimentar las radios del post Malvinas: hombres de guardapolvo que rotaban en rigurosos turnos y no podían entender el lenguaje que hablaban esos marcianos que insistían con meter mano en las perillas.
Todo eso parece historia vieja, aunque unas décadas no sean nada. Y además: como celebración de cumpleaños, vale la pena poner Soda Stereo a buen volumen. 35 años después, no le hacen falta vitaminas para seguir sonando moderno.