Vistas de página en total

23 julio, 2019

UPP 89: Ya no hay “legado de Chávez” alguno que recuperar


Carta a los delegados al Foro de Sao Paulo

                                                                                                       Caracas 25 – 28 de julio de 2019

Crítica a la Revolución Bolivariana desde la izquierda venezolana

“Las revoluciones hay que hacerlas en todos los planos… en los hechos, en la realidad exterior; pero también hay que hacerlas en la estructura mental de la gente que va a vivir esa revolución y va a aprovecharla”.
“Es un hecho evidente que las sociedades actuales que intentan actitudes revolucionarias y cambiar las estructuras sociales, muy pocas veces tienen una conciencia precisa de ese nivel del lenguaje y entonces los mensajes y las consignas revolucionarias son dichas, elaboradas – y desgraciadamente también pensadas – con un lenguaje que no tiene absolutamente nada de revolucionario: es un lenguaje profundamente convencional, el mismo que utilizan los adversarios ideológicos. Muchas veces entre un discurso de un líder de derecha y uno de un líder de la izquierda, en el plano del lenguaje, no hay ninguna diferencia: los mismos lugares comunes, las mismas repeticiones incansables de frases estereotipadas”.
 Julio Cortázar, “Clases de literatura”.

 Estimados Partidos y Movimientos de la Izquierda Latinoamericana y mundial:
Somos una expresión política de la izquierda venezolana que no reconocemos como de izquierda al gobierno del Presidente Maduro… Realizar el Foro de Sao Paulo en Caracas es – ciertamente lo expresamos con ironía - como celebrar un bautizo o una fiesta popular pagana en los salones bulliciosos de un casino o en las tierras fermentadas de un estercolero. No se entiende cómo se tomó una decisión de tal naturaleza. La llamada Revolución Bolivariana es “algo”, expresado así con un pronombre indefinido, que no se sabe bien qué es, de significado vago o difuso… Nuestra ciudad capital será la sede de esta reunión trascendente de los partidos y movimientos de izquierda y el epicentro del antiimperialismo durante 4 días, del 25 al 28 de julio. Tiene que estar muy mal la izquierda en el mundo para aceptar tal despropósito. El más obcecado pragmatismo y torpe convencionalismo parecieran caracterizarla hoy día. Al igual que, duele decirlo, cierta cobardía. Más preocupada por preservar una “reputación”, no sabemos de qué, o la “pureza químicamente pura” a la cual hacía referencia el poeta cubano Nicolás Guillén, que por observar la cruda realidad a los ojos. Ya de sus entrañas humanas surgen poco, o son escasas, frases desgarradoras, de lucha y compromiso, como las del Subcomandante Marcos, en su hermosa proclama “La flor prometida” del año 1995:
 “Y miren lo que son las cosas porque, para que nos vieran, nos tapamos el rostro; para que nos nombraran, nos negamos el nombre; apostamos al presente para tener futuro; y para vivir… morimos.
 Y, cuando México sea libre (que no quiere decir que sea feliz o perfecto, sino sólo libre o sea que pueda elegir libremente su camino y sus errores y sus aciertos), entonces un pedacito de ustedes, ese que está a la altura del pecho y que, a pesar de las implicaciones políticas o precisamente por ellas, está un poco cargado a la izquierda, será también México, y esas seis letras querrán decir dignidad y entonces la flor será para todos o no será”. Ya la izquierda pareciera haber perdido el vigor del pasado y haber dejado en la memoria versos lacerantes, como los del pastor de Orihuela, Miguel Hernández, de su poema “El hambre”:

 “Los años de abundancia, la saciedad, la hartura eran sólo de aquéllos que se llamaban amos. Para que venga el pan justo a la dentadura del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos. Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente, los que entienden la vida por un botín sangriento: como los tiburones, voracidad y diente, panteras deseosas de un mundo siempre hambriento”.
 Frases cargadas de principios y valores, y de responsabilidad personal. De poesía y de vitalidad necesarias. Hoy, en la llamada Revolución Bolivariana prevalecen – es un treno monótono y continuo – las consignas automáticas y el lenguaje soez y ramplón. Y el sopor. Sin embargo, hay voces de resistencia, y no son pocas, son muchas, que nos negamos a alcahuetear la mentira y la falsedad sistemáticas convertidas en práctica de gobierno y las ansias vulgares de poder, y que no aceptamos que la lucha antiimperialista pueda justificar cualquier aberración. Ciertamente cuestionamos el bloqueo y las sanciones económicas impuestas pero no nos cegamos ante ello. Entendemos que algunos países, Cuba principalmente, verdaderamente revolucionaria, no tienen alternativa, no pueden colocarse al lado de su “adversario histórico”; eso podemos entenderlo, la tarea de enfrentar a los farsantes o a los manipuladores nos toca a otros. Y en eso andamos.
La llamada Revolución Bolivariana no lo es en los hechos, ni en la realidad exterior, ni en la estructura mental de la gente, ni en el lenguaje. Ellos – Maduro y la nomenclatura gobernante – han creado una estructura de explotación que se asemeja mucho a la estructura de explotación feudal o capitalista y sigue los mismos patrones de ella. Al igual que cierta concepción religiosa, falsamente concebida, justificaba la esclavitud y la pobreza señalando hipócritamente que la verdadera riqueza “no es la de este mundo” – recordemos la memorable película de Tomas Gutiérrez Alea, “La última cena” – hoy, los nobles conceptos o principios de “patria”, “soberanía nacional” y “dignidad” encubren y disimulan otro sistema de explotación. Una relación perversa de dependencia material e ideológica de una parte considerable del pueblo venezolano hacia el gobierno. La dependencia material por vía de los programas sociales, de ayuda económica (cajas CLAP, bonos, becas, dádivas, etc.) que se han hecho indispensables para buena parte de la población para poder subsistir a duras penas. La dependencia ideológica por vía de consignas, repetidas hasta la saciedad, en los medios y en los actos públicos oficiales, al igual que por vía del uso falso, y a conveniencia, de la memoria de Chávez, para apoderarse de la mente de un sector importante de estos compatriotas. Ejemplo de esto último, particularmente indignante y nauseabundo, es el uso indiscriminado de la consigna “Leales siempre, traidores nunca”. Lo pudimos ver, con infinita indignación, durante el reciente acto de transmisión de mando de los componentes militares de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, efectuado el pasado 05 de julio. Cada militar ascendido terminaba su intervención, en voz marcial y engolada, al igual que sonora, con las palabras “¡Leales siempre!” y recibía como respuesta, como réplica automática y en tono no menos afectado, las palabras del Presidente Maduro, “¡Traidores nunca!”, mientras recibía, en actitud solemne, de manos del ascendido, el estandarte del cuerpo militar correspondiente. Esta misma consigna, como otras similares, son ya elementos intrínsecos de cualquier acto público de la farsa gubernamental
Como toda relación de dependencia se busca que ésta se perpetúe en el tiempo para que el ciclo de explotación y de subordinación pueda mantenerse ad infinitum. Así, progresivamente, el gobierno de Maduro ha logrado controlar y condicionar buena parte del proceso cotidiano de la vida social, económica y política de un número considerable de venezolanos. Ha buscado hundir al individuo en la resignación y la pasividad, y lo ha logrado, y subyugarlo por vía de las necesidades, y las carencias, materiales primarias. Todo un entramado sórdido de una casta privilegiada, ávida de poder y voraz en su deseo de preservarlo. Por un lado, la alienación ideológica de un segmento considerable de la sociedad venezolana que se muestra agradecida con su opresor o confundida y, por el otro, la ideología misma, entendida como “falsa conciencia”, como instrumento para ocultar o encubrir, y justificar, un ciclo permanente de explotación humana, puesto al servicio de una parcialidad política. La máscara solidaria, comunitaria o popular, de la impudicia y la perversión política que llega, al extremo, de obligar a los funcionarios públicos a asistir a marchas o concentraciones bajo la amenaza del despido.
La Unidad Política Popular 89 (UPP89) es un partido político, legalizado en enero de 2016, conformado fundamentalmente por gente de izquierda, que estuvimos participando, desde sus inicios, en el proceso político revolucionario encabezado por el Comandante Hugo Chávez Frías. La mayoría de nosotros formamos parte del PSUV, del MVR o del MBR – 200, o en todo caso, hemos estado identificados con factores políticos de izquierda. De hecho, el uso del número 89 en nuestro nombre se debe a la remembranza de los acontecimientos del 27 de febrero de 1989, día de la revuelta popular, del llamado “Caracazo” que, a opinión del Presidente Hugo Chávez, marcó el arranque del proceso revolucionario bolivariano. Sin embargo, la idea nace 5 años antes, a principios del año 2011, aún en vida del Comandante Chávez, cuando buscábamos contribuir a devolverle el rumbo inicial – ya en ese entonces plagado de contradicciones – al proceso político que se inició con el triunfo electoral del año 1998. Ya constituido legalmente como partido, la UPP89 hizo público, el 25 de enero de 2016, nuestro primer pronunciamiento, el Documento No. 1, titulado “Deslinde con el gobierno” donde manifestábamos nuestro distanciamiento con el gobierno del Presidente Maduro, salvo en su política internacional:
“La posición política que estamos asumiendo es un DESLINDE total con el GOBIERNO, con la dirección nacional del PSUV y con el GPP como estructura, salvo en lo que respecta a su política internacional, y, particularmente, en lo referente a los esfuerzos alcanzados por el Presidente Chávez en la integración regional, la búsqueda de un mundo multipolar y el enfrentamiento con las políticas imperialistas de las potencias occidentales. No es un deslinde con el proyecto político (establecido en el “Plan de la Patria” y el “Golpe de Timón”, entre otros documentos fundamentales), ni con las bases del PSUV, ni con los demás partidos del GPP, como opción viable para crear una alternativa política, realmente unitaria, dentro de la revolución, donde los movimientos sociales y los liderazgos comunitarios y de base tengan un rol primordial”.
 Este deslinde se fue incrementando con el tiempo, así lo evidenciamos tres años después, el 04 de enero de 2019, a través de nuestro Documento No. 7, “El proceso revolucionario ha muerto”. Allí señalamos lo siguiente:
 “Hoy, después de 20 años de un proceso que generó grandes expectativas en el mundo, que logró con su espontaneidad, irreverencia y solidaridad, entusiasmar al pueblo y hacerlo sujeto participativo y protagónico de la vida pública, que consiguió sacarlo de su ámbito privado y de su rol pasivo de mero objeto político; hoy, después de 20 años, debemos admitir que la Revolución Bolivariana ha fracasado. Sólo quedan sombras etéreas de lo que fueron sus logros políticos y sociales iniciales… Ya no hay “legado de Chávez” alguno que recuperar, ha sido destrozado – hecho trizas – por una dirigencia política mediocre, ignorante y cobarde, incapaz de entender los cambios históricos. La radicalización de la democracia participativa y protagónica, la transición al socialismo, la construcción de un “país potencia” en lo moral, en lo político, en lo económico y en lo social, la “independencia patria” son ideas que dejaron atrás todo signo de nobleza y se convirtieron en expresiones de la falsa conciencia de quienes detentan el poder. Los consejos comunales fueron pervertidos por la burocracia estatal, y reemplazados por estructuras políticos partidistas de control social. La vida misma ha sido monopolizada por ese sujeto único y central de todo el acontecer social, estigma de la dignidad humana, que es el gobierno y su partido”.
 Pudiésemos discutir, en estos momentos, si los procesos revolucionarios “mueren” realmente, o más bien, “retroceden”, “se estancan” o “se desvirtúan” en manos de cierta dirigencia política, incapaz de entender el momento histórico y asumir la responsabilidad implícita en ello. Esa discusión es posible, pero es el caso que nuestro proceso político ha acumulado tantos errores, desviaciones e inconsistencias, que la propia palabra “revolución”, en el proceso político actual, ha perdido todo significado político, ideológico y ético. Hoy, creemos, estamos absolutamente convencidos de ello, que la única redención posible de la llamada Revolución Bolivariana es su fin, para que pueda surgir un proceso político “nuevo”. Lo que sucede hoy, en Venezuela, le ha hecho un inmenso daño a la izquierda mundial y latinoamericana, y tienen que existir voces conscientes capaces de contribuir con su fin. En eso – como objetivo perentorio y sin ambigüedades – estamos trabajando desde la UPP89, al igual que en una nueva construcción.
 Dos años antes, el 11 de julio de 2017, en el Documento No. 5, expresábamos la necesidad de crear una nueva referencia política revolucionaria, y lo que ha sido un tema recurrente en nosotros, la idea de enfrentar al gobierno del Presidente Maduro desde la “dimensión ética de la política”: “Existe una discusión en desarrollo en la sociedad venezolana y nos interesa particularmente la que se está dando en el seno de la izquierda (discusión que ha trascendido nuestras fronteras), en apoyo o en rechazo al Gobierno del Presidente Maduro. Se nos dice, a los que somos críticos al gobierno del Presidente Maduro y que creemos en la necesidad de crear una nueva referencia política revolucionaria, que le estamos “haciendo el juego” a la derecha, que no podemos hacer “frente común” con ella, con los “enemigos de clase”. Que no son admisibles, en este sentido, las “dudas, ni las vacilaciones”. Que hay que entender las contradicciones y las fallas, propias de cualquier proceso de creación humana y luchar por superarlas. Hoy no nos queda otra alternativa ética que enfrentar al gobierno del Presidente Maduro y a la dirigencia del PSUV.
 Si bien los signos de deterioro ya empezaban a manifestarse en vida del Presidente Chávez… éstos se aceleraron con la llegada al poder del gobierno del Presidente Maduro que significó, ante la ausencia del líder fundamental del proceso revolucionario, un reparto del poder y la instauración de una “sociedad de cómplices”. Más allá de Chávez, el resto de nuestra alta dirigencia no tiene capacidad revolucionaria, ni sentido de la responsabilidad personal y menos posibilidad de entender la trascendencia histórica de un proceso. Sólo han utilizado la confrontación ideológica con el capitalismo mundial para encubrir sus inconsistencias éticas y conceptuales”.
 Hoy, debemos admitirlo, no con escasa preocupación, pero sí asumiendo la realidad de los errores cometidos, la posibilidad real de conformar – en lo inmediato – esa “nueva referencia política revolucionaria” es prácticamente inexistente. Debemos asumir nuestro fracaso, y la responsabilidad implícita en ello, que no es sólo del gobierno, sino nuestra también. Maduro, y la dirigencia del PSUV, ha enterrado esa posibilidad, al menos por un tiempo. Ya vendrán nuevos vientos.
 Volvamos ahora al epígrafe. A los 4 planos que valora el escritor argentino Julio Cortázar: “los hechos”, “la realidad exterior”, “la estructura mental de la gente” y “el lenguaje”. Es evidente que ninguno de estos elementos tiene la condición de “revolucionario” bajo el gobierno del Presidente Maduro y de la dirigencia del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que hoy los convoca a ustedes a este XXV Encuentro del Foro de Sao Paulo. Los hechos. Los cuerpos de seguridad del Estado siguen siendo tan represivos como en la IV República. La violación de los derechos humanos es un tema recurrente. Las cárceles siguen siendo depósitos de seres humanos donde se veja y se humilla a la persona, donde la reinserción social y la rehabilitación del procesado están ausentes y la lucrativa mafia explotadora de la “industria del preso” sigue floreciente. En el año 2007 la población penal de 19.099 personas era todavía baja, acorde con la norma internacional de un (1) preso por cada mil habitantes, hoy en revolución ha ascendido a cerca de 50.000 presos. Una revolución que tenga la pretensión de ser una auténtica revolución debe ocuparse de los sectores más vulnerables de una sociedad, entre ellos los presos y debe ser capaz de superar toda práctica represiva, violatoria de los derechos humanos. La educación, otro tema sensible en revolución, se ha degradado en su calidad y la deserción y el ausentismo escolares han aumentado debido a la crisis económica, lo que empezó siendo un inmenso avance con las misiones educativas y la municipalización de la educación terminó siendo una frustración más en manos de una dirigencia muy poco ilustrada. El dogmatismo, cáncer de toda construcción revolucionaria y socialista verdadera, prevalece sobre la libertad de pensamiento. La salud es otro sector que ha entrado en una involución acelerada, la alta incidencia de fallecidos por falta de medicamentos es alarmante, al igual que el desorden hospitalario. Las fallas en la atención sanitaria es otro aspecto que desdice mucho de lo que debería ser una revolución. El arte y la cultura también languidecen, predomina un arte panfletario y una cultura hecha ideología, y bajo esas condiciones, la libertad de creación no encuentra espacios, o es limitada en su proyección, cuando afecta ese nuevo “orden establecido” que se ha institucionalizado.
 La realidad exterior. Basta con viajar al interior del país, a cualquier ciudad, pueblo o caserío. Mirar alrededor y preguntarse: ¿Dónde está la huella de la revolución? ¿Dónde? Ciertamente, se verán los resultados de ciertos programas sociales, particularmente la extraordinaria Misión Barrio Adentro, hoy día muy mermada en su calidad y alcance, que llevó Centros de Salud y médicos donde antes no los había y de la Misión Vivienda pero son muy escasos para una gestión de 20 años. Nuestras ciudades, avenidas, calles e infraestructura pública están devastadas, el abandono, la desidia y la indolencia reinan por doquier y la nueva Misión, “Venezuela bella”, puesta en marcha recientemente, no es más que la expresión del cinismo presidencial y de la “falsa conciencia” a la cual hicimos referencia anteriormente.
 Hay un hecho particularmente relevante del fracaso de la revolución que es la desaparición casi absoluta del valor de la moneda venezolana – el bolívar vale casi cero – lo cual significa que el bolívar ha perdido completamente una de las funciones fundamentales de cualquier moneda: ser reserva de valor del valor trabajo de una sociedad. Al valorarse en casi cero, pudiéramos decir, siendo conceptualmente consistentes, que al trabajador o al asalariado se le ha “robado” una parte sustancial del esfuerzo propio de su trabajo. Esto gracias a la emisión desmedida, criminal e irresponsable de dinero inorgánico, admitida en cadena nacional el 17 de agosto de 2018, por el propio Presidente Maduro. Una práctica que se mantiene, sin propósito de enmienda, de manera continua, que causa la inmensa inflación que tenemos, y que genera – y es lo que queremos destacar – una descomunal “plusvalía”, de la cual no se apropia el capitalista, sino el propio gobierno en beneficios políticos y electorales. La estructura mental del venezolano. No ha cambiado después de un proceso político que lleva ya 20 años. En su esencia no lo ha hecho. En nuestros barrios, duele decirlo, muchos jóvenes varones tienen como máxima aspiración de vida tener una moto y muchas jóvenes hembras conseguir un hombre que las “resuelva”. O, en general, en la juventud, no hay expectativas positivas de una vida creativa. La violencia doméstica, de género, la violación de menores son situaciones que no muestran mayores avances. El embarazo precoz y la paternidad irresponsable tampoco, y son elocuentes del fracaso de una revolución. Es evidente la escasa conciencia social de buena parte del pueblo, opuesta a la ideología (falsa conciencia) que se hace presente a través de los programas de control social. Es política de Estado colocar a miembros del partido gobernante en funciones organizativas (jefes de CLAP, de la Misión Chamba Juvenil, de las Milicias, etc.) para lograr dicho control social y asegurarse los éxitos electorales. La participación electoral del gobierno y de su partido hace un uso indiscriminado y vulgar de los dineros públicos y de la infraestructura pública nacional y regional, con total descaro y desfachatez, y usa prácticas exitosas, no propiamente revolucionarias, de “compra de conciencias” por vía de dádivas, bonos y beneficios diversos, y, por añadidura, también utiliza, sin pudor alguno, la amenaza y el amedrentamiento. Y, por si fuera poco, para agregarle otra contradicción o inconsistencia a las ya anteriormente señaladas, el dinero presente en todo, el dinero por doquier, el dinero siempre, el derroche en medio de la brutal crisis económica, como parámetro fundamental de cualquier ecuación política, económica y social de la mal llamada Revolución Bolivariana.
El lenguaje. No es necesario extendernos en este punto. Los ejemplos son más que evidentes, innumerables, casi infinitos, para cualquiera que haga un mínimo esfuerzo para verlos y reconocerlos. Sólo bastaría escuchar cualquiera de las emisiones de programas emblemáticos del “discurso oficial” como “Con el mazo dando”, “La hojilla” o “Zurda conducta”. Los programas mencionados son, para decir lo menos, un monumento, un obelisco, un panteón al “lenguaje convencional”, a los “lugares comunes” y a “las mismas repeticiones incansables de frases estereotipadas”. Cero revolución, cero cambio de paradigmas, más allá del uso desleal, parcial y, por lo tanto, carente de toda honestidad, de la figura y de las alocuciones de Chávez.
 No es posible, por todo lo anteriormente expuesto, sólo plasmado en algunos aspectos que hemos intentado sean ilustrativos de la realidad política que padecemos los venezolanos, pensar en volver a enrumbar o a direccionar un proceso revolucionario que intentó serlo, pero ya no lo es. Nuestro planteamiento político actual está expresado en nuestro documento del 26 de febrero de 2019, “Trabajemos la unidad entre factores opositores y aislemos al gobierno”. Nuestra valoración negativa del gobierno del Presidente Maduro y de su partido es de tal magnitud – la calificamos de “tragedia nacional” – que nos ha llevado, a pesar de las profundas diferencias políticas e ideológicas que ciertamente tenemos con sectores de la oposición, e igualmente a riesgo de las incomprensiones, a buscar la UNIDAD de todos los factores contrarios al gobierno, sin excepciones, bien sean éstos de derecha, de centro derecha, de centro izquierda o de izquierda, para enfrentar ese “algo”, sin forma, ni fondo, que se hace llamar “gobierno revolucionario, socialista, bolivariano y chavista”.
 Es perentorio, para salir de esta “hora menguada” del país, recuperar la “dimensión ética de la política”, sin los dogmatismos y los sectarismos que tanto daño hacen y que son solamente expresión de la estupidez humana. Es menester volver a reencontrarnos como nación.
 Hoy, bajo el gobierno del Presidente Maduro, el país es la nada, la vacuidad absoluta.
 Por la Coordinación Nacional UPP89
 Reinaldo Quijada
 Marzo 19 de 2019