Carta a los delegados al Foro de Sao Paulo
Caracas 25 – 28 de julio de 2019
Crítica a la Revolución Bolivariana
desde la izquierda venezolana
“Las revoluciones hay
que hacerlas en todos los planos… en los hechos, en la realidad exterior; pero
también hay que hacerlas en la estructura mental de la gente que va a vivir esa
revolución y va a aprovecharla”.
“Es un hecho evidente
que las sociedades actuales que intentan actitudes revolucionarias y cambiar
las estructuras sociales, muy pocas veces tienen una conciencia precisa de ese
nivel del lenguaje y entonces los mensajes y las consignas revolucionarias son
dichas, elaboradas – y desgraciadamente también pensadas – con un lenguaje que
no tiene absolutamente nada de revolucionario: es un lenguaje profundamente
convencional, el mismo que utilizan los adversarios ideológicos. Muchas veces
entre un discurso de un líder de derecha y uno de un líder de la izquierda, en
el plano del lenguaje, no hay ninguna diferencia: los mismos lugares comunes,
las mismas repeticiones incansables de frases estereotipadas”.
Julio Cortázar, “Clases de literatura”.
Estimados Partidos y Movimientos de la
Izquierda Latinoamericana y mundial:
Somos una expresión política de la izquierda venezolana que
no reconocemos como de izquierda al gobierno del Presidente Maduro… Realizar el
Foro de Sao Paulo en Caracas es – ciertamente lo expresamos con ironía - como
celebrar un bautizo o una fiesta popular pagana en los salones bulliciosos de
un casino o en las tierras fermentadas de un estercolero. No se entiende cómo
se tomó una decisión de tal naturaleza. La llamada Revolución Bolivariana es
“algo”, expresado así con un pronombre indefinido, que no se sabe bien qué es,
de significado vago o difuso… Nuestra ciudad capital será la sede de esta
reunión trascendente de los partidos y movimientos de izquierda y el epicentro
del antiimperialismo durante 4 días, del 25 al 28 de julio. Tiene que estar muy
mal la izquierda en el mundo para aceptar tal despropósito. El más obcecado
pragmatismo y torpe convencionalismo parecieran caracterizarla hoy día. Al
igual que, duele decirlo, cierta cobardía. Más preocupada por preservar una
“reputación”, no sabemos de qué, o la “pureza químicamente pura” a la cual
hacía referencia el poeta cubano Nicolás Guillén, que por observar la cruda
realidad a los ojos. Ya de sus entrañas humanas surgen poco, o son escasas,
frases desgarradoras, de lucha y compromiso, como las del Subcomandante Marcos,
en su hermosa proclama “La flor prometida” del año 1995:
“Y miren lo que son
las cosas porque, para que nos vieran, nos tapamos el rostro; para que nos
nombraran, nos negamos el nombre; apostamos al presente para tener futuro; y
para vivir… morimos.
Y, cuando México sea
libre (que no quiere decir que sea feliz o perfecto, sino sólo libre o sea que
pueda elegir libremente su camino y sus errores y sus aciertos), entonces un
pedacito de ustedes, ese que está a la altura del pecho y que, a pesar de las
implicaciones políticas o precisamente por ellas, está un poco cargado a la
izquierda, será también México, y esas seis letras querrán decir dignidad y
entonces la flor será para todos o no será”. Ya la izquierda pareciera haber
perdido el vigor del pasado y haber dejado en la memoria versos lacerantes,
como los del pastor de Orihuela, Miguel Hernández, de su poema “El hambre”:
“Los años de
abundancia, la saciedad, la hartura eran sólo de aquéllos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura del hambre de los pobres aquí estoy,
aquí estamos. Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente, los que entienden
la vida por un botín sangriento: como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento”.
Frases cargadas de
principios y valores, y de responsabilidad personal. De poesía y de vitalidad
necesarias. Hoy, en la llamada Revolución Bolivariana prevalecen – es un treno
monótono y continuo – las consignas automáticas y el lenguaje soez y ramplón. Y
el sopor. Sin embargo, hay voces de resistencia, y no son pocas, son muchas,
que nos negamos a alcahuetear la mentira y la falsedad sistemáticas convertidas
en práctica de gobierno y las ansias vulgares de poder, y que no aceptamos que
la lucha antiimperialista pueda justificar cualquier aberración. Ciertamente
cuestionamos el bloqueo y las sanciones económicas impuestas pero no nos cegamos
ante ello. Entendemos que algunos países, Cuba principalmente, verdaderamente
revolucionaria, no tienen alternativa, no pueden colocarse al lado de su
“adversario histórico”; eso podemos entenderlo, la tarea de enfrentar a los
farsantes o a los manipuladores nos toca a otros. Y en eso andamos.
La llamada Revolución Bolivariana no lo es en los hechos, ni
en la realidad exterior, ni en la estructura mental de la gente, ni en el
lenguaje. Ellos – Maduro y la nomenclatura gobernante – han creado una estructura
de explotación que se asemeja mucho a la estructura de explotación feudal o
capitalista y sigue los mismos patrones de ella. Al igual que cierta concepción
religiosa, falsamente concebida, justificaba la esclavitud y la pobreza
señalando hipócritamente que la verdadera riqueza “no es la de este mundo” –
recordemos la memorable película de Tomas Gutiérrez Alea, “La última cena” –
hoy, los nobles conceptos o principios de “patria”, “soberanía nacional” y
“dignidad” encubren y disimulan otro sistema de explotación. Una relación
perversa de dependencia material e ideológica de una parte considerable del
pueblo venezolano hacia el gobierno. La dependencia material por vía de los
programas sociales, de ayuda económica (cajas CLAP, bonos, becas, dádivas,
etc.) que se han hecho indispensables para buena parte de la población para
poder subsistir a duras penas. La dependencia ideológica por vía de consignas,
repetidas hasta la saciedad, en los medios y en los actos públicos oficiales,
al igual que por vía del uso falso, y a conveniencia, de la memoria de Chávez,
para apoderarse de la mente de un sector importante de estos compatriotas.
Ejemplo de esto último, particularmente indignante y nauseabundo, es el uso
indiscriminado de la consigna “Leales siempre, traidores nunca”. Lo pudimos
ver, con infinita indignación, durante el reciente acto de transmisión de mando
de los componentes militares de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana,
efectuado el pasado 05 de julio. Cada militar ascendido terminaba su
intervención, en voz marcial y engolada, al igual que sonora, con las palabras
“¡Leales siempre!” y recibía como respuesta, como réplica automática y en tono
no menos afectado, las palabras del Presidente Maduro, “¡Traidores nunca!”,
mientras recibía, en actitud solemne, de manos del ascendido, el estandarte del
cuerpo militar correspondiente. Esta misma consigna, como otras similares, son
ya elementos intrínsecos de cualquier acto público de la farsa gubernamental
Como toda relación de dependencia se busca que ésta se perpetúe
en el tiempo para que el ciclo de explotación y de subordinación pueda
mantenerse ad infinitum. Así, progresivamente, el gobierno de Maduro ha logrado
controlar y condicionar buena parte del proceso cotidiano de la vida social,
económica y política de un número considerable de venezolanos. Ha buscado
hundir al individuo en la resignación y la pasividad, y lo ha logrado, y
subyugarlo por vía de las necesidades, y las carencias, materiales primarias.
Todo un entramado sórdido de una casta privilegiada, ávida de poder y voraz en
su deseo de preservarlo. Por un lado, la alienación ideológica de un segmento
considerable de la sociedad venezolana que se muestra agradecida con su opresor
o confundida y, por el otro, la ideología misma, entendida como “falsa conciencia”,
como instrumento para ocultar o encubrir, y justificar, un ciclo permanente de
explotación humana, puesto al servicio de una parcialidad política. La máscara
solidaria, comunitaria o popular, de la impudicia y la perversión política que
llega, al extremo, de obligar a los funcionarios públicos a asistir a marchas o
concentraciones bajo la amenaza del despido.
La Unidad Política Popular 89 (UPP89) es un partido político,
legalizado en enero de 2016, conformado fundamentalmente por gente de izquierda,
que estuvimos participando, desde sus inicios, en el proceso político
revolucionario encabezado por el Comandante Hugo Chávez Frías. La mayoría de
nosotros formamos parte del PSUV, del MVR o del MBR – 200, o en todo caso,
hemos estado identificados con factores políticos de izquierda. De hecho, el
uso del número 89 en nuestro nombre se debe a la remembranza de los
acontecimientos del 27 de febrero de 1989, día de la revuelta popular, del
llamado “Caracazo” que, a opinión del Presidente Hugo Chávez, marcó el arranque
del proceso revolucionario bolivariano. Sin embargo, la idea nace 5 años antes,
a principios del año 2011, aún en vida del Comandante Chávez, cuando buscábamos
contribuir a devolverle el rumbo inicial – ya en ese entonces plagado de contradicciones
– al proceso político que se inició con el triunfo electoral del año 1998. Ya
constituido legalmente como partido, la UPP89 hizo público, el 25 de enero de
2016, nuestro primer pronunciamiento, el Documento No. 1, titulado “Deslinde
con el gobierno” donde manifestábamos nuestro distanciamiento con el gobierno
del Presidente Maduro, salvo en su política internacional:
“La posición política que estamos asumiendo es un DESLINDE
total con el GOBIERNO, con la dirección nacional del PSUV y con el GPP como
estructura, salvo en lo que respecta a su política internacional, y,
particularmente, en lo referente a los esfuerzos alcanzados por el Presidente
Chávez en la integración regional, la búsqueda de un mundo multipolar y el
enfrentamiento con las políticas imperialistas de las potencias occidentales.
No es un deslinde con el proyecto político (establecido en el “Plan de la
Patria” y el “Golpe de Timón”, entre otros documentos fundamentales), ni con
las bases del PSUV, ni con los demás partidos del GPP, como opción viable para
crear una alternativa política, realmente unitaria, dentro de la revolución,
donde los movimientos sociales y los liderazgos comunitarios y de base tengan
un rol primordial”.
Este deslinde se fue
incrementando con el tiempo, así lo evidenciamos tres años después, el 04 de
enero de 2019, a través de nuestro Documento No. 7, “El proceso revolucionario
ha muerto”. Allí señalamos lo siguiente:
“Hoy, después de 20
años de un proceso que generó grandes expectativas en el mundo, que logró con su
espontaneidad, irreverencia y solidaridad, entusiasmar al pueblo y hacerlo
sujeto participativo y protagónico de la vida pública, que consiguió sacarlo de
su ámbito privado y de su rol pasivo de mero objeto político; hoy, después de
20 años, debemos admitir que la Revolución Bolivariana ha fracasado. Sólo
quedan sombras etéreas de lo que fueron sus logros políticos y sociales
iniciales… Ya no hay “legado de Chávez” alguno que recuperar, ha sido
destrozado – hecho trizas – por una dirigencia política mediocre, ignorante y
cobarde, incapaz de entender los cambios históricos. La radicalización de la
democracia participativa y protagónica, la transición al socialismo, la
construcción de un “país potencia” en lo moral, en lo político, en lo económico
y en lo social, la “independencia patria” son ideas que dejaron atrás todo
signo de nobleza y se convirtieron en expresiones de la falsa conciencia de
quienes detentan el poder. Los consejos comunales fueron pervertidos por la
burocracia estatal, y reemplazados por estructuras políticos partidistas de
control social. La vida misma ha sido monopolizada por ese sujeto único y
central de todo el acontecer social, estigma de la dignidad humana, que es el
gobierno y su partido”.
Pudiésemos discutir,
en estos momentos, si los procesos revolucionarios “mueren” realmente, o más
bien, “retroceden”, “se estancan” o “se desvirtúan” en manos de cierta
dirigencia política, incapaz de entender el momento histórico y asumir la
responsabilidad implícita en ello. Esa discusión es posible, pero es el caso
que nuestro proceso político ha acumulado tantos errores, desviaciones e
inconsistencias, que la propia palabra “revolución”, en el proceso político
actual, ha perdido todo significado político, ideológico y ético. Hoy, creemos,
estamos absolutamente convencidos de ello, que la única redención posible de la
llamada Revolución Bolivariana es su fin, para que pueda surgir un proceso
político “nuevo”. Lo que sucede hoy, en Venezuela, le ha hecho un inmenso daño
a la izquierda mundial y latinoamericana, y tienen que existir voces
conscientes capaces de contribuir con su fin. En eso – como objetivo perentorio
y sin ambigüedades – estamos trabajando desde la UPP89, al igual que en una
nueva construcción.
Dos años antes, el 11
de julio de 2017, en el Documento No. 5, expresábamos la necesidad de crear una
nueva referencia política revolucionaria, y lo que ha sido un tema recurrente
en nosotros, la idea de enfrentar al gobierno del Presidente Maduro desde la
“dimensión ética de la política”: “Existe una discusión en desarrollo en la
sociedad venezolana y nos interesa particularmente la que se está dando en el
seno de la izquierda (discusión que ha trascendido nuestras fronteras), en
apoyo o en rechazo al Gobierno del Presidente Maduro. Se nos dice, a los que
somos críticos al gobierno del Presidente Maduro y que creemos en la necesidad
de crear una nueva referencia política revolucionaria, que le estamos “haciendo
el juego” a la derecha, que no podemos hacer “frente común” con ella, con los
“enemigos de clase”. Que no son admisibles, en este sentido, las “dudas, ni las
vacilaciones”. Que hay que entender las contradicciones y las fallas, propias
de cualquier proceso de creación humana y luchar por superarlas. Hoy no nos
queda otra alternativa ética que enfrentar al gobierno del Presidente Maduro y
a la dirigencia del PSUV.
Si bien los signos de
deterioro ya empezaban a manifestarse en vida del Presidente Chávez… éstos se
aceleraron con la llegada al poder del gobierno del Presidente Maduro que
significó, ante la ausencia del líder fundamental del proceso revolucionario,
un reparto del poder y la instauración de una “sociedad de cómplices”. Más allá
de Chávez, el resto de nuestra alta dirigencia no tiene capacidad
revolucionaria, ni sentido de la responsabilidad personal y menos posibilidad
de entender la trascendencia histórica de un proceso. Sólo han utilizado la
confrontación ideológica con el capitalismo mundial para encubrir sus
inconsistencias éticas y conceptuales”.
Hoy, debemos
admitirlo, no con escasa preocupación, pero sí asumiendo la realidad de los
errores cometidos, la posibilidad real de conformar – en lo inmediato – esa
“nueva referencia política revolucionaria” es prácticamente inexistente.
Debemos asumir nuestro fracaso, y la responsabilidad implícita en ello, que no
es sólo del gobierno, sino nuestra también. Maduro, y la dirigencia del PSUV,
ha enterrado esa posibilidad, al menos por un tiempo. Ya vendrán nuevos
vientos.
Volvamos ahora al
epígrafe. A los 4 planos que valora el escritor argentino Julio Cortázar: “los
hechos”, “la realidad exterior”, “la estructura mental de la gente” y “el
lenguaje”. Es evidente que ninguno de estos elementos tiene la condición de
“revolucionario” bajo el gobierno del Presidente Maduro y de la dirigencia del
Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que hoy los convoca a ustedes a
este XXV Encuentro del Foro de Sao Paulo. Los hechos. Los cuerpos de seguridad
del Estado siguen siendo tan represivos como en la IV República. La violación
de los derechos humanos es un tema recurrente. Las cárceles siguen siendo
depósitos de seres humanos donde se veja y se humilla a la persona, donde la
reinserción social y la rehabilitación del procesado están ausentes y la
lucrativa mafia explotadora de la “industria del preso” sigue floreciente. En
el año 2007 la población penal de 19.099 personas era todavía baja, acorde con
la norma internacional de un (1) preso por cada mil habitantes, hoy en
revolución ha ascendido a cerca de 50.000 presos. Una revolución que tenga la pretensión
de ser una auténtica revolución debe ocuparse de los sectores más vulnerables
de una sociedad, entre ellos los presos y debe ser capaz de superar toda
práctica represiva, violatoria de los derechos humanos. La educación, otro tema
sensible en revolución, se ha degradado en su calidad y la deserción y el
ausentismo escolares han aumentado debido a la crisis económica, lo que empezó
siendo un inmenso avance con las misiones educativas y la municipalización de
la educación terminó siendo una frustración más en manos de una dirigencia muy
poco ilustrada. El dogmatismo, cáncer de toda construcción revolucionaria y
socialista verdadera, prevalece sobre la libertad de pensamiento. La salud es
otro sector que ha entrado en una involución acelerada, la alta incidencia de
fallecidos por falta de medicamentos es alarmante, al igual que el desorden
hospitalario. Las fallas en la atención sanitaria es otro aspecto que desdice
mucho de lo que debería ser una revolución. El arte y la cultura también
languidecen, predomina un arte panfletario y una cultura hecha ideología, y
bajo esas condiciones, la libertad de creación no encuentra espacios, o es
limitada en su proyección, cuando afecta ese nuevo “orden establecido” que se
ha institucionalizado.
La realidad exterior.
Basta con viajar al interior del país, a cualquier ciudad, pueblo o caserío.
Mirar alrededor y preguntarse: ¿Dónde está la huella de la revolución? ¿Dónde?
Ciertamente, se verán los resultados de ciertos programas sociales,
particularmente la extraordinaria Misión Barrio Adentro, hoy día muy mermada en
su calidad y alcance, que llevó Centros de Salud y médicos donde antes no los
había y de la Misión Vivienda pero son muy escasos para una gestión de 20 años.
Nuestras ciudades, avenidas, calles e infraestructura pública están devastadas,
el abandono, la desidia y la indolencia reinan por doquier y la nueva Misión,
“Venezuela bella”, puesta en marcha recientemente, no es más que la expresión
del cinismo presidencial y de la “falsa conciencia” a la cual hicimos
referencia anteriormente.
Hay un hecho particularmente relevante
del fracaso de la revolución que es la desaparición casi absoluta del valor de
la moneda venezolana – el bolívar vale casi cero – lo cual significa que el
bolívar ha perdido completamente una de las funciones fundamentales de
cualquier moneda: ser reserva de valor del valor trabajo de una sociedad. Al
valorarse en casi cero, pudiéramos decir, siendo conceptualmente consistentes,
que al trabajador o al asalariado se le ha “robado” una parte sustancial del
esfuerzo propio de su trabajo. Esto gracias a la emisión desmedida, criminal e
irresponsable de dinero inorgánico, admitida en cadena nacional el 17 de agosto
de 2018, por el propio Presidente Maduro. Una práctica que se mantiene, sin propósito
de enmienda, de manera continua, que causa la inmensa inflación que tenemos, y
que genera – y es lo que queremos destacar – una descomunal “plusvalía”, de la
cual no se apropia el capitalista, sino el propio gobierno en beneficios
políticos y electorales. La estructura mental del venezolano. No ha cambiado
después de un proceso político que lleva ya 20 años. En su esencia no lo ha
hecho. En nuestros barrios, duele decirlo, muchos jóvenes varones tienen como
máxima aspiración de vida tener una moto y muchas jóvenes hembras conseguir un
hombre que las “resuelva”. O, en general, en la juventud, no hay expectativas
positivas de una vida creativa. La violencia doméstica, de género, la violación
de menores son situaciones que no muestran mayores avances. El embarazo precoz
y la paternidad irresponsable tampoco, y son elocuentes del fracaso de una
revolución. Es evidente la escasa conciencia social de buena parte del pueblo,
opuesta a la ideología (falsa conciencia) que se hace presente a través de los
programas de control social. Es política de Estado colocar a miembros del
partido gobernante en funciones organizativas (jefes de CLAP, de la Misión
Chamba Juvenil, de las Milicias, etc.) para lograr dicho control social y
asegurarse los éxitos electorales. La participación electoral del gobierno y de
su partido hace un uso indiscriminado y vulgar de los dineros públicos y de la
infraestructura pública nacional y regional, con total descaro y desfachatez, y
usa prácticas exitosas, no propiamente revolucionarias, de “compra de
conciencias” por vía de dádivas, bonos y beneficios diversos, y, por añadidura,
también utiliza, sin pudor alguno, la amenaza y el amedrentamiento. Y, por si
fuera poco, para agregarle otra contradicción o inconsistencia a las ya
anteriormente señaladas, el dinero presente en todo, el dinero por doquier, el
dinero siempre, el derroche en medio de la brutal crisis económica, como
parámetro fundamental de cualquier ecuación política, económica y social de la
mal llamada Revolución Bolivariana.
El lenguaje. No es necesario extendernos en este punto. Los
ejemplos son más que evidentes, innumerables, casi infinitos, para cualquiera
que haga un mínimo esfuerzo para verlos y reconocerlos. Sólo bastaría escuchar
cualquiera de las emisiones de programas emblemáticos del “discurso oficial”
como “Con el mazo dando”, “La hojilla” o “Zurda conducta”. Los programas
mencionados son, para decir lo menos, un monumento, un obelisco, un panteón al
“lenguaje convencional”, a los “lugares comunes” y a “las mismas repeticiones
incansables de frases estereotipadas”. Cero revolución, cero cambio de
paradigmas, más allá del uso desleal, parcial y, por lo tanto, carente de toda
honestidad, de la figura y de las alocuciones de Chávez.
No es posible, por
todo lo anteriormente expuesto, sólo plasmado en algunos aspectos que hemos
intentado sean ilustrativos de la realidad política que padecemos los
venezolanos, pensar en volver a enrumbar o a direccionar un proceso
revolucionario que intentó serlo, pero ya no lo es. Nuestro planteamiento
político actual está expresado en nuestro documento del 26 de febrero de 2019,
“Trabajemos la unidad entre factores opositores y aislemos al gobierno”.
Nuestra valoración negativa del gobierno del Presidente Maduro y de su partido
es de tal magnitud – la calificamos de “tragedia nacional” – que nos ha
llevado, a pesar de las profundas diferencias políticas e ideológicas que
ciertamente tenemos con sectores de la oposición, e igualmente a riesgo de las
incomprensiones, a buscar la UNIDAD de todos los factores contrarios al
gobierno, sin excepciones, bien sean éstos de derecha, de centro derecha, de
centro izquierda o de izquierda, para enfrentar ese “algo”, sin forma, ni
fondo, que se hace llamar “gobierno revolucionario, socialista, bolivariano y
chavista”.
Es perentorio, para
salir de esta “hora menguada” del país, recuperar la “dimensión ética de la
política”, sin los dogmatismos y los sectarismos que tanto daño hacen y que son
solamente expresión de la estupidez humana. Es menester volver a reencontrarnos
como nación.
Hoy, bajo el gobierno del Presidente Maduro,
el país es la nada, la vacuidad absoluta.
Por la Coordinación Nacional UPP89
Reinaldo Quijada
Marzo 19 de 2019