Carta Abierta
a la "diputada" Iris Varela
He visto con
asombro su propuesta ante la Asamblea Nacional, para quitarle la nacionalidad a
un grupo de venezolanos nacidos en otras
tierras y que
no están de acuerdo con el régimen actual.
Pues bien
déjeme echarle mi cuento:
El 19 de
agosto de 1954, desembarqué junto con mis
padres y 6
hermanos del Américo Vespuccio, barco en el cual
zarpamos 12
días antes desde el puerto de Barcelona,
España, país
donde nací y que consté sin mi permiso ni
autorización,
pues como Ud. debería saber, nadie escoge ni
el sitio, ni
la fecha ni el hogar de su nacimiento. Pero
sepa que me
siento muy orgulloso de mis raíces, de mis antepasados, todos, gente honesta,
trabajadora, con arraigados principios
morales y
honorables.
A los dos
días de llegar a Venezuela, continuamos el viaje
hacia la isla
de Margarita, donde mi padre había
conseguido
trabajo. En Porlamar, transcurrieron mis años de
infancia,
allí, bajo la dictadura de Pérez Jiménez,
terminé la
primaria y comencé el bachillerato, aprendí a tocar cuatro, a comer empanadas
de queso y cazón, pastel de chucho,
carite,
arepas y casabe, conocí el Retablo de las Maravillas,
el béisbol,
Conticinio y Dama Antañona, el galerón y la
geografía e
historia de mi nueva patria.
Conocí un
pedacito del país y también supe lo que era
una
dictadura. Para el año 1958, cuando me imagino que
hablaba con
acento margariteño trasladaron a mi padre a la
ciudad de
Mérida, en el viaje venía otro miembro de la
familia, mi
hermano menor nacido en Porlamar.
Aquí en
Mérida, donde resido desde esa fecha terminé el
bachillerato,
me gradué de ingeniero en la ULA, me
enamoré, me
case con una caraqueña, he tenido dos hijas y
dos hijos, tres
caraqueños y un merideño, una es médico,
otra
odontólogo, un Ingeniero, y el cuarto está terminando
su carrera en
la ULA.
Aquí le tomé
gusto a los valses, al joropo, al pisillo
de chiguire,
a la arepa andina, al Quinteto Contrapunto, a
Serenata
Guayanesa, a la chicha andina, a los pastelitos de
carne o de
queso, a Morella Muñoz, a Simón Díaz, al
queso
ahumado, a Freddy Reyna y a Carlos Reyna, al vals
Amelia a
Chelique y Rosa Teresa, a los aguinaldos, a Alírio
Díaz, al
cuatro que practico desde 1956, y a Fúlgida Luna,
al papelón
con limón, y al pastel de morrocoy, al
hervido de
gallina y a la písca andina, a una puesta de sol en Juan
Griego o la
satisfacción de haber ascendido 6
veces al Pico
Bolívar.
Conozco el
país, desde Guanare hasta Elorza, desde
Santa Elena
de Uairén hasta Manzanillo, desde Tucupita
hasta San
Antonio del Táchira, desde el cabo de San
Román hasta
Puerto Ayacucho, desde Los Testigos hasta Los
Roques.
He navegado
el Apure, dormido en Bruzual, desayunado en
Achaguas y
almorzado en San Fernando. Este año cumplo 50
años en
Venezuela, no me acuerdo cuando me hice
venezolano,
pero por mi cedula que empieza por 3 millones
Ud. lo puede
suponer. Yo sí escogí vivir aquí, yo sí
escogí mi
país y déjeme decirle que lo quiero con toda mi
alma y por ello
deseo fervientemente que este régimen
termine de la
mejor manera posible, para que tengamos una
vida mejor,
sin odios ni venganzas como las que Ud.
propone.
Si por
oponerme a este régimen Ud. decidiera quitarme la
nacionalidad,
seguro que gracias a la injusticia que impera
actualmente
Ud. podrá quitarme un papel, un pasaporte, mi
cédula, pero
nunca, óigalo bien, nunca me quitará 50
años de vida.
¿Cómo me quitará mi infancia, juventud y
madurez que
la viví aquí, como me quitara mi familia, mis
11 sobrinos
venezolanos, mis 6 sobrinos nietos, mis cuñados
y cuñadas
criollos por muchas generaciones, mi gusto por
una arepa
bien resuelta o una cachapa con queso de mano
preparada en
un tarantín a orilla de carretera.
Nunca me
quitará mi pasión por la música venezolana, por
el cuatro y
la guitarra, por Andrés Eloy, Rómulo Gallegos,
Uslar Pietri
o Aquiles Nazoa. Poder visitar la tumba de mi
padre que
nunca regresó. Mi orgullo por las tres
promociones
de ingenieros civiles que llevan mi nombre, ni los miles de ingenieros que he
ayudado a formar a través de 35 años como profesor de la ULA.
No diputada,
lo más que hará es quitarme un papel, pero
jamás,
téngalo por seguro, jamás, ni siquiera muerto,
podrá
quitarme mi amor por Venezuela, que si a ver vamos es
mas mía que
suya porque yo he vivido en ella más que Ud, he
construido y
Ud con su resentimiento y su odio solo aporta
miseria y
destrucción. Y aunque le duela me despido con
un:
Su
compatriota y lástima que no pueda decir amigo:
Eduardo
Jáuregui
Profesor del Departamento
de Hidráulica de la Facultad de Ingeniería, Escuela de Ingeniería Civil de la
Universidad de Los Andes en Mérida.
Nota de la redacción . La carta arriba transcrita , como se podrá observar , no es nueva pero si muy actual porque revela como actúan muchos de los altos funcionarios del gobierno y como la ciudadanía se rebela frente a estos abusos.