Si las
elecciones de término medio eran un referéndum sobre Trump, el resultado es
ambiguo. Por un lado, los demócratas recuperaron la Cámara baja luego de ocho
años de dominio republicano, lo que significa un gran triunfo político para la
oposición. Por otro, el ala más conservadora de los republicanos (esos
radicales llamados moderados) demostró su movilización en todos sus bastiones
rurales o sureños. No obstante, aunque los resultados en estados como Florida
dirán que los republicanos se quedaron con la banca del senado en disputa y
probablemente con la gobernación también, lo que no será tan evidente es que
redujeron sus ventajas electorales en condados tradicionalmente conservadores.
De hecho, la diferencia entre el candidato republicano y el demócrata es de
sesenta votos en un estado con una población de más de veinte millones.
Otro fenómeno
más evidente que se confirmó es el aumento dramático de mujeres no blancas que
se presentaron como progresistas y, en algunos casos, directamente como
socialistas. Múltiples mujeres, negras, morenas, musulmanas, africanas,
lesbianas y todo tipo de minorías estigmatizadas ganaron sus elecciones.
En Michigan
Rashida Tlaib y en Minnesota Ilhan Omar Win fueron elegidas como las primeras mujeres
musulmanas al Congreso de Estados Unidos. En las últimas décadas, los
inmigrantes, tanto latinos como de medio oriente, jugaron un rol decisivo en la
recuperación de ciudades moribundas y abandonadas como Detroit. Hija de
inmigrantes palestinos, asistió el primer año de educación primaria sin saber
inglés y logró recibirse de abogada. Madre soltera y miembro del grupo
Socialistas Democráticos de América (especie de Frente Amplio de partidos de
izquierda en Estados Unidos), ya fue representante local en Michigan por el
Partido Demócrata. En las dos elecciones que participó por el senado de
Michigan, en el 2008 le había ganado con 90 por ciento de los votos al
republicano Darrin Daigle y luego, en 2010, con el 92 por ciento al mismo
candidato. Ahora ha sido elegida representante nacional por el estado de
Michigan y es de esperar que su trayectoria política no termine ahí, sino que,
por el contrario, se convierta en una fuerza simbólica y activa de cambio y una
antagónica del presidente Trump y de la América del Tea Party. Por su parte,
Ilhan Omar Win, la nueva representante por Michigan, también musulmana, estuvo
en un campamento de refugiados somalíes y llegó a Estados Unidos a los doce
años.
En Nueva
York, un caso muy similar es el de Alexandria Ocasio-Cortez, la activista y
puertorriquense que sorprendió ganando las primarias del partido Demócrata en
Nueva York. Ocasio-Cortez también es miembro de la organización Socialistas
Democráticos de América. Hoy se convirtió en la congresista más joven de la historia
con solo 28 años al derrotar con el 78 por ciento de los votos al republicano
Anthony Pappas.
En varios
estados como Oklahoma, donde los candidatos en el pasado ganaron una serie de
elecciones a lo largo de los años compitiendo por quién bajaba más los
impuestos y, como consecuencia se encontraron al tiempo con un déficit
importante y los sueldos de maestros más bajos del país, se presentó a estas
elecciones un número histórico de maestros y profesores de secundaria, alguno
de los cuales fueron elegidos.
En los
estados más al sur, más conservadores, la suerte no fue la misma, aunque los
demócratas perdieron por márgenes mínimos. En Georgia, Stacey Abrams fracasó,
por un margen mínimo, en su intento de convertirse en la primera gobernadora
negra de Estados Unidos. Definida como progresista en un estado
tradicionalmente conservador, está a favor de una mayor regulación del porte de
armas. Trump la había definido como “amante del crimen y de las fronteras
abiertas”, dos expresiones que, otra vez, poseen subliminales alusiones
raciales, por no entrar a analizar su condición de mujer. Claro que nadie puede
sospechar de la honorabilidad del presidente Trump en materia racial y de
género.
En Florida,
Andrew Gillum, candidato apoyado por el senador socialista Bernie Sanders, pudo
ser el primer gobernador negro de este estado, el tercero más poblado del país
y con una creciente importancia electoral (cada día, mil personas se mudan de
los estados del norte a Florida, lo que también podría cambiar el perfil
ideológico del estado), lo cual, para esta cultura, no es un detalle. De
Santis, su oponente, dijo que “lo peor que se podría hacer es monerías con los
impuestos”, al tiempo que Trump lo acusó de ladrón (tanto la alusión a los
monos como a los ladrones tienen fuertes connotaciones raciales en este país).
Gillum es definido como progresista y acusado de ser socialista. Sesenta votos separan a un candidato
del otro.
También en
Texas el candidato demócrata estuvo cerca de un triunfo histórico que no fue.
Durante la campaña, el senador republicano de origen cubano Ted Cruz fue
reelegido ganándole al demócrata Beto O’Rourke. Cruz se había burlado del apodo
que usaba O’Rourke, “Beto”, para seducir al electorado hispano, sin notar que
su apodo “Ted” puede ser considerado una forma anglosajona de evitar su primer
nombre, Rafael. Texas, el estado que se separó de México para reestablecer la
esclavitud (obviamente, esta verdad tan simple es un tabú de casi doscientos
años), nunca pudo deshacerse completamente de su cultura hispánica, pero
continúa siendo uno de los bastiones conservadores del país, tanto como
California y Nueva York lo son de los liberales.
La campaña
electoral estuvo, como siempre, ocupada con los malos de afuera. Un aviso
aprobado por Trump insistió en mostrar la sonrisa de un inmigrante ilegal
acusado de un crimen, a pesar de que el índice de criminalidad entre los
inmigrantes ilegales es inferior al de los ciudadanos estadounidenses, a pesar
de que semanas antes de las elecciones diferentes matanzas y ataques terroristas
llevados a cabo por hombres blancos de la extrema derecha había dejado, en uno
solo de ellos, 11 personas muertas en una sinagoga. Hecho que no se mencionó en
ninguna publicidad, como no se mencionó la epidemia de drogas que mata 60 mil
personas por año en este país o la plaga de armas de fuego por la cual 30 mil
personas mueren cada año.
De estas
elecciones se desprenden muchas conclusiones. Creo que la más importante es la
confirmación de una creciente separación cultural e ideológica que no puede
prometer otra cosa sino más ira, frustración y violencia.
Mientras hoy
se trata cualquier cosa como una enfermedad psicológica, es extraño que nadie
vaya al psicólogo o haga meditación para calmar el odio tribal que sufren
nuestras sociedades hoy. Existe una necesidad irrefrenable de combatir y
humillar al diferente que hace quince años llamábamos “mentalidad tribal”,
promotora de los nuevos “vientos de odio”.
Estados
Unidos nunca ha dejado de pelear la Guerra de Secesión y ahora ese conflicto se
profundiza y se irradia, como todo, a otros países satélites. Tomado de Página
12 – Argentina.
* Escritor
uruguayo-estadounidense. Profesor en la Jacksonville University.