David Good con su madre Yarima y otros familiares yanomami en
su expedición de 2018 (Captura de Pantalla The Good Project)
Mariángela Velásquez / Tomado de yahoo.es
El estadounidense que viajó en julio a la selva
amazónica de Venezuela para buscar a su madre yanomami y llevarla de
visita a Estados Unidos regresó en octubre solo y enfermo, pero nunca
derrotado.
David Good está decidido a volver a la jungla todas las veces
que sea necesario hasta lograr que Yarima lo acompañe a su hogar en el estado
de Pensilvania, donde la esperan sus otros dos hermanos.
En una carta publicada a su regreso de su última expedición a
territorio yanomami, Good explicó que sus esfuerzos se vieron empañados por la
enfermedad. “Estuve hospitalizado con malaria y pasé muchas semanas
recuperando mi fuerza y mi salud”.
También lamentó no haber podido viajar de regreso a casa con
su madre.
“Uno de los objetivos de esta expedición era traer de
visita a Yarima a Estados Unidos. Desafortunadamente no
pudimos comenzar el proceso por complicaciones que reflejan la crisis económica
en Venezuela. Sin embargo, no nos daremos por vencidos. En el equipo
del Proyecto Good nos estamos reagrupando y reorganizando nuestra estrategia
para traer a Yarima a Estados Unidos de manera segura”.
¿Una mamá Yanomami?
La atípica historia de este profesor universitario de
biología comenzó el día de su nacimiento en Filadelfia en 1986. Su
madre era una joven indígena recién llegada a Estados Unidos que nunca
antes había salido de su aldea ni tenía ninguna noción del mundo moderno.
El único vínculo de Yarima con la civilización occidental era
su esposo Kenneth Good, el padre de David, un antropólogo que vivió
12 años en su shabono (comunidad) y de quien se enamoró
después de varios años de amistad.
Pero la vida de Yarima perdió su sentido en
las frías tierras del norte americano. Ni la electricidad, ni el agua potable,
ni los supermercados calmaron el deseo intenso de la yanomami de regresar a su
cultura, que había vivido aislada de otros asentamientos humanos los últimos
11.000 años.
Kenneth comprendió que Yarima no sobreviviría en el
ajetreo de una ciudad llena de ruidos, luces y códigos sociales
incomprensibles para un yanomami y la acompañó hasta la selva de donde un día
partieron.
El adiós de la pareja fue inevitable. Yarima también
sabía que Kenneth no podía sobrevivir en el shabono porque
aunque comprendía sus hábitos y hablaba su lengua nunca aprendió a cazar ni a
conseguir alimentos sin la ayuda de otros hombres yanomamis.
Ambos decidieron que sus 3 hijos (David, Vanessa y Daniel)
tendrían una mayor posibilidad de sobrevivir en Norteamérica con Kenneth, donde
tendrían acceso a los avances de la sociedad occidental.
David resintió la ausencia de su madre durante su infancia y
adolescencia. Pero al llegar a la adultez leyó los libros que
su padre Kenneth escribió sobre los yanomamis y sobre su relación con Yarima.
David vio documentales donde aparecía con su madre y sus
hermanos en tierra yanomami y sintió el llamado de la selva. Sabía que tenía
que volver a verla.
Con la asesoría de su padre y la ayuda de colegas y amigos,
David se reencontró con su madre en 2011 y desde entonces ha regresado cuatro
veces a visitarla y seguir aprendiendo de una cultura que ha comenzado a
reconocer como propia.
La ley del más fuerte
La misión de llevar a Yarima a Estados Unidos en 2018 partió
del deseo de la mujer de reencontrarse con sus otros dos hijos, quienes
no han regresado a la selva desde que eran niños.
Pero el empeoramiento de las condiciones en Venezuela dificultó
aún más la compleja travesía.
Toda persona que viaje al sur de ese país sudamericano corre
el riesgo de contraer malaria, que estuvo erradicada del país
hace unas décadas pero que hoy va en franco aumento al punto de triplicar el
número de casos en los últimos 3 años, según un informe publicado por la
Organización Mundial de la Salud en noviembre.
Lamentablemente, un mosquito infectado picó a David y
pasó a sumar las estadísticas de contagios del 2018. Unos 411.000 venezolanos
sufrieron malaria en 2017.
David advirtió los crecientes retos que enfrenta su madre y
todo el pueblo yanomami, y expresó su creciente admiración por su resiliencia y
fortaleza.
“Ellos enfrentan muchas adversidades que incluyen, pero no
están limitadas, a la invasión de mineros ilegales de
oro, epidemias devastadoras, acceso limitado a servicios de
salud básicos, interrupciones de la escolaridad y la educación y degradación
cultural”, dijo David, quien expresó orgullo porque la
organización que fundó y lleva su apellido forma parte de los
esfuerzos internacionales por ayudar al pueblo yanomami.
Pese a las constantes presiones, David reconoció que el
shabono de su madre queda en un lugar tan remoto que aún no ha sido alcanzado
por la minería.
En una comunicación por satelital desde la aldea con sus
alumnos y colegas de Northampton Community College, David denunció
que autoridades militares en la ciudad venezolana de Puerto Ayacucho
confiscaron las provisiones que su madre le había pedido mediante una
carta, como machetes y ollas.
“Nos hicieron pasar un
momento difícil. Sé que intentan la entrada de objetos que pudan usar los
mineros ilegales, pero ellos saben que nosotros no somos mineros de oro. Yo no
quiero oro, no necesito oro. Confiscaron todas las ollas de mi
mamá, confiscaron mis objetos personales como mi cuchillo, mi linterna. Nos
quitaron tantas cosas a mi y a mi familia. Eso me molestó. Pienso que fue una
violación a sus derechos humanos”.
David explicó que los Yanomamis tienen muy pocos objetos y
los machetes y las hachas que piden son esenciales para su subsistencia.
En su camino a casa, David salvó a un niño que fue mordido
por una mapanare (Bothrops atrox), una de las serpientes venenosas que causa
más muertes en la zona, gracias que llevaba suero antiofídico.
El 7 de septiembre de 2018, David se reunió nuevamente con su
madre. “Finalmente
llegué hasta mi mamá. Nos abrazamos y lloramos. Todas las dificultades y la
lucha que hemos soportado han valido la pena. Finalmente estoy de nuevo con mi
familia Yanomami”, escribió El estudio respetuoso de la selva
Los viajes de David al Amazonas no se limitan a la reunión
afectuosa con sus parientes yanomamis.
Mientras su padre Kenneth observó durante años la ingesta
alimentaria, hábitos y costumbres de la tribu desde una perspectiva
antropológica, David se ha interesado en investigar sus características
biológicas únicas en el planeta.
Este verano, David viajó con una expedición
científica completa para estudiar el microbioma de los yanomamis, que son
las comunidades de bacterias que viven en nuestra piel.
“Las investigaciones
han mostrado que los yanomamis tienen una de las diversidades más grandes de
microbiomas de todos los grupos humanos estudiados. Eso significa que
ellos no tienen ninguna de las enfermedades que tenemos aquí. Creemos
que hay una carrera contra el tiempo para estudiar su microbioma antes de que
sea demasiado tarde”, dijo David en uno de los videos grabados sobre el fin de
su expedición.
Hay investigadores que aseguran que el estudio de los
yanomamis pudiera revelar muchas interrogantes, como el trazado de un “microbioma
ancestral” humano.
La presencia de David en los equipos de investigación permite
que haya menos resistencia de los yanomamis a ser estudiados y un mayor cuidado
y respeto de los científicos por la intimidad de esta etnia que guarda
con celo los secretos que garantizan su subsistencia en medio de la
selva.
David relató que la recolección de muestras de saliva, heces
y células de la nariz, axilas fue exitosa aunque difícil de explicar. No
es sencillo transmitir cómo se realiza un estudio de microbiología en
una comunidad que no tiene calendario, no usa reloj y sólo cuenta hasta dos.
Aunque su percepción del mundo es distinta a la concepción
del mundo occidental, David sabe que el conocimiento de los Yanomamis es
inconmesurable. “Los Yanomamis viven de una manera sostenible, viven de una
manera en que no destruyen el Amazonas y así lo han hecho desde hace miles de
años. Son los guardianes de este lugar”.
El esfuerzo de David por fortalecer el vínculo con su
madre no es sólo un asunto personal. “Todos los días aprendo
algo nuevo sobre mi cultura, mi lengua, cómo vivir en la selva, así sea una
palabra, una frase, o aprender una nueva habilidad me integra más a esta
cultura y esta sociedad…Pero no creo que esto no es sólo mi historia o mi
viaje. Es la historia de mi familia y del mundo entero“, dijo David
desde el Amazonas.