Apreciado amigo: una mano amiga me ha hecho llegar una carta
escrita por ti para mí, Después me he enterado de que la carta circula por la
red. Aunque a mí no me ha llegado directamente procedo a formular algunos
comentarios.
Lo primero; que me llama la atención es que mi artículo de la
semana pasada te haya causado “estupor”.
En mi artículo, que procedí a releer, no encuentro nada que
no se ajuste a la más dolorosa verdad. “Ganó
la abstención y, como consecuencia, se queda Maduro”. ¿No es así? En el
artículo refiero como la abstención viene ganando casi todas las elecciones
desde 1993. Esta vez las ganó abrumadoramente.
Yo hubiera preferido que las ganara la oposición
abrumadoramente. Eso es lo que ha debido haber ocurrido.
A finales del año pasado viajé a Mérida y tuve el honor y el
privilegio de ser invitado, una vez más, a la prestigiosa peña que tú integras
junto con otros distinguidos intelectuales merideños y que creo que ustedes han
denominado “la tertulia de los martes”. En esa ocasión les expliqué, con lujo
de detalles, como veía yo la situación, desde el punto de vista político, que
se nos presentaba para el año 2018 y hasta les dejé un memorándum que explicaba
mis puntos de vista. (Espero que conserven ese documento, pero en todo caso te
adjuntaré una copia). Les dije, con suficiente antelación a la fecha electoral,
que si todos los que nos oponemos al actual régimen nos uníamos alrededor de
una plataforma de unidad, con un candidato de unidad, con un programa
consensuado que interpretara la tragedia que estamos viviendo los venezolanos y
presentara soluciones serias a sus problemas, con una organización eficiente y
con una estrategia inteligente, nosotros, los que nos oponemos al gobierno de
Maduro, podíamos obtener una contundente victoria como la que obtuvo la
oposición en diciembre del 2015 con ocasión de la elección de la Asamblea
Nacional. Y los instaba a contribuir a la búsqueda y promoción de esa candidatura
de unidad.
En aquella reunión, muy grata y muy cordial, no sentí que
hubiera discrepancias con los puntos de vista que expresé, en los términos más
claros que pude, a favor de una solución electoral.
Ese memorándum lo hice circular en manos de dirigentes muy
calificados del liderazgo nacional solicitándoles igualmente que trabajaran en
la dirección de construir una candidatura de unidad. Lamentablemente mi
propuesta no tuvo eco. No fue posible la unidad. Prevalecieron los intereses
sectarios y las ambiciones personales.
Fiel a la línea política que siempre he sostenido y que
sostuvo la oposición política en los últimos años he luchado porque los
venezolanos encontremos una solución pacífica, electoral, democrática y
constitucional a la grave crisis en la que estamos sumergidos desde hace más de
20 años. Consecuente con esa posición he actuado siempre.
Cuando me opuse al golpe de Estado contra la Constitución
Nacional que pretendió derrocar al gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez
el 4 de febrero de 1992, dije a toda la nación: “los problemas de Venezuela se
resuelven con votos y no con balas”. Esto lo he sostenido toda mi vida. Desde
que compañeros de generación me invitaron a tomar el camino de la lucha armada
para cambiar la dolorosa realidad de Venezuela, les dije que yo prefería
siempre el camino de los votos y no el camino de las balas, de la violencia, de
la sangre.
Por eso no entiendo como nadie puede sentir “estupor” por mi
posición de concurrir a un proceso electoral, lleno de abusos y arbitrariedades
como lo he denunciado en todos mis artículos y en todas mis apariciones en los
medios de comunicación social, pero un proceso que correspondía, de acuerdo con
la Constitución Nacional, para el año 2018 y que pudimos haber ganado como lo
aseguraban todas las encuestas de opinión pública y como lo evidencian las
cifras electorales.
Ganó la abstención. De segundo, muy lejos, llegó Maduro. Si
todos hubiéramos estado unidos en la estrategia que la MUD había recomendado en
años anteriores consistentemente: solución pacífica, electoral, democrática y
constitucional, estaríamos celebrando nosotros y no Maduro y su entorno.
Yo hubiera preferido que nuestro liderazgo político hubiera
tenido el coraje cívico y la reciedumbre que tuvieron líderes como Jóvito
Villalba y Rafael Caldera, que en 1952 desecharon el camino de la abstención y
asumieron la lucha popular y democrática para enfrentar a una tiranía que venía
de derrocar al maestro Rómulo Gallegos, de ilegalizar a los partidos políticos
y de asesinar al Secretario General de Acción Democrática, Dr. Leonardo Ruiz Pineda.
Con todo el respeto que siento por ti, creo que estás
equivocado. No tienes por qué preocuparte mucho porque estás equivocado junto
con la inmensa mayoría de la gente en Venezuela y en la comunidad internacional
que se interesa por nuestros asuntos. No creo, por cierto, que tu equivocación
sea consecuencia de un derrame biliar, ¡Dios te libre! Creo más bien que tu
equivocación obedece a dejarse arropar por la frustración que intelectuales de
tu valía han sentido frente a la tragedia que vive Venezuela y a la impotencia
que han manifestado sus sectores dirigentes para encontrarle una salida
inteligente y civilizada a esta crisis espantosa y desoladora. Por eso
comprendo tu carta aunque no la comparto.
Por último déjame decirte que el triunfo de la abstención nos
deja en el limbo. La abstención fue la línea política del gobierno. El gobierno
sabía que si los venezolanos votábamos, votaríamos en contra del gobierno. Por
eso hizo todo lo necesario para que la abstención triunfara y, en consecuencia,
ellos pudieran quedarse en el poder. Lo que ocurrió el 20 de mayo representa un
salto en el vacío y deja la solución de nuestra tragedia nacional en manos del
azar. Estoy seguro de que no se trata del caso tuyo, pero hay muchos
“abstencionistas” (aunque sé que a muchos de los que se abstuvieron les molesta
que les diga “abstencionistas”) que sueñan con una intervención extranjera o
con una acción militar endógena para superar la crisis. Cualquiera de las dos
hipótesis me parece poco probable y nada aconsejable.
Lo cierto es que habiendo renunciado a la ruta electoral,
pacífica, democrática y constitucional hemos dejado la suerte de Venezuela en
manos del azar. El 20 de mayo, gracias a la abstención se desperdició la que
podría ser la última oportunidad de lograr una solución pacífica, electoral,
democrática y constitucional a la crisis venezolana.
Es una tragedia decir que el régimen le puso fin a la ilusión
electoral. Más trágico todavía es saber que ese abandono de la vía electoral lo
promovió con la complicidad de buena parte del liderazgo opositor.
Yo tengo la tranquilidad de conciencia de haber dicho y hecho
lo que creía más conveniente para los intereses de Venezuela. No es la primera
vez que me toca nadar contra la corriente. La historia nos enseña que con mucha
frecuencia las mayorías se equivocan. Hace 2000 años, en Jerusalén, la mayoría
prefirió a Barrabás en contra de Jesús de Nazaret.
Aprovecho la ocasión para reiterarte mi respeto, mi
admiración y mi afecto
Cordialmente,
Eduardo Fernández