El Gobierno lanzó un plan de vacunación de emergencia en Sao Paulo y Río de Janeiro. También existe el riesgo de que surjan brotes del virus del zika y el chikunguña.
Brasil se prepara para el carnaval en medio de un brote de fiebre amarilla. Foto: Agencia Anadolu
En las
últimas semanas la atención de los brasileños ha estado dividida entre
los preparativos para celebrar el carnaval y las largas colas en los
puestos de salud.
El país se prepara para su gran fiesta
nacional, que empieza oficialmente el 10 de febrero, en medio de un
brote de fiebre amarilla, por lo que el Gobierno tuvo que lanzar un plan
de vacunación de emergencia en las regiones con mayor riesgo de
infección, como Sao Paulo y Río de Janeiro.
Desde el pasado mes de julio se han
registrado 353 casos, con 98 muertes confirmadas (más de 30 en lo que va
del 2018), según datos del Ministerio de Salud. El brote empezó a
principios del 2017, de acuerdo con los expertos consultados, pero ha
habido un aumento en el número de casos desde enero.
La Organización Mundial de la Salud
(OMS) pasó a considerar todo el estado de Sao Paulo como zona de peligro
de transmisión, al que se sumaron Río de Janeiro y Bahía, los dos
destinos más populares durante el carnaval.
La recomendación tanto del organismo
internacional como de las autoridades brasileñas es que las personas que
vayan a esas zonas se vacunen por lo menos 10 días antes del viaje. Por
eso el 30 de enero, incluso los puestos de salud de ciudades no
afectadas -como Brasilia-, registraron una mayor actividad.
“Viajaré a Salvador de Bahía el 9 de
febrero, hoy es mi último día para vacunarme”, le contó a la Agencia
Anadolu la publicista Carla Fonseca, quien hizo una fila de hora y media
en un centro de cuidados básicos de la capital brasileña para poder
vacunarse.
“La vacunación es la manera más eficaz
de controlar la infección en humanos, sobre todo porque se trata de
fiebre amarilla silvestre, es decir, que depende de mosquitos o de
vertebrados, como los monos, para diseminarse”, explica Ricardo
Lourenço, experto en parasitología de la Fundación Oswaldo Cruz
(Fiocruz).
Brasil no registra casos de fiebre
amarilla urbana desde 1942. “El virus, tal como está, no tiene
características de generar epidemias explosivas”, añadió el experto.
La fiebre amarilla es una enfermedad de
origen africano que llegó a Brasil con el tráfico de esclavos, hace unos
300 años. “Las embarcaciones también trajeron el Aedes aegypiti, uno de
los vectores del virus. Antes, la fiebre amarilla se concentraba en el
norte del país, en la región amazónica. Hace casi 80 años que no
teníamos casos en la costa”, cuenta Lourenço.
Los expertos señalan que el clima cálido
y húmedo del verano es favorable para la reproducción del Aedes
aegypiti, insecto que también transmite el dengue, el virus del zika y
el chikunguña. De esta forma, Brasil corre el riesgo de enfrentarse en
los próximos meses a por lo menos tres enfermedades diferentes a la vez
(como ya ocurrió en el verano de 2017), una pesadilla para la salud
pública.
“Es poco probable que haya brotes de
zika, pero las demás infecciones representan una amenaza”, aclara
Antonio Bandeira, coordinador de la Sociedad Brasileña de Infectología.
El hecho de que la población todavía sea
vulnerable a esas enfermedades y que los mosquitos vectores no estén
controlados es un riesgo añadido (los insecticidas que se utilizaron
durante mucho tiempo ya no se pueden utilizar debido a la toxicidad o
porque los vectores se han vuelto resistentes).
Bandeira señala, además, la
“favelización” de los grandes centros urbanos y las condiciones
precarias de saneamiento. “Son áreas que sirven como reservorios para
los mosquitos. Las comunidades pobres, sin acceso a agua tratada y con
gran cantidad de basura, facilitan la proliferación del vector”, dice.
Las autoridades públicas de Brasil
hacen, año tras año, intensas campañas de concientización popular sobre
la importancia de combatir el Aedes aegypiti, pero los expertos
sostienen que hacen falta nuevos métodos de control, como insectos
genéticamente modificados, el uso de larvicidas de forma continuada y
programas de educación. “Hay que desarrollar, además, medicamentos
antivirales y vacunas para dengue, chikungunya y zika”, destaca
Bandeira.
Muerte de primates
La alarma del brote más reciente de
fiebre amarilla se lanzó en Río de Janeiro, donde decenas de monos, que
abundan en la región, han aparecido muertos desde enero.
La muerte de estos primates es una de
las señales de la circulación del virus de fiebre amarilla en una
determinada área, ya que esos animales son picados por el mismo insecto
que infecta al ser humano.
El miedo a la contaminación ha generado
otro problema medioambiental: algunos habitantes de la región han
empezado a matar a los animales con piedras, veneno e incluso con
disparos de arma de fuego. De los 131 monos muertos hasta el momento en
el estado de Río de Janeiro, el 69% fueron víctimas de humanos.
“Los primates son tan víctimas de la
fiebre amarilla como las personas. Ellos no son culpables de la
transmisión del virus, todo lo contrario: son centinelas. A partir del
momento en que se detecta la muerte de monos, las autoridades se ponen
en alerta para adoptar medidas de prevención”, explica André Siqueira,
infectólogo de la Fiocruz.
El experto señala que el asesinato de
los primates no solo no frenará la transmisión del virus sino que
también puede generar consecuencias medioambientales imprevisibles.