Por Alexis Andarcia
Nos han cambiado el paisaje. Hubiese preferido que esta nota
fuese un agradable recordatorio del matrimonio de mi compadre Roberto Cuauro y
su bella mujer Ingrid Martínez. Que sí lo es.
De esos tres días con cielo gris y los hielitos decembrinos
en San José de Cocodite. Que también lo es.
Sin embargo, una ruptura de la cotidianidad, terminó por
jefaturar la redacción. Algunos años atrás, recorrer la vía de las playas era
toparse con un burro o sus pollinos. Cientos de ellos, entrañablemente hechos
parte del paisaje; invadiendo el asfalto...mejor dicho, reclamando su
territorio ancestral.
Hoy, en esos treinta o cuarenta minutos de la ruta a las
playas y de las playas a Coro, el gran ausente de la mirada es el burrito
sabanero. No es que hay pocos !No hay!
Sentí una mezcla de sentimientos, asombro y rabia, aciago y
soledad, tristeza e impotencia. Mientras la eterna brisa insistía, incansable y
monocorde.
"Eso es el hambre" dijo el chino. Por supuesto. Es
tan evidente que han sido borrados del paisaje por la vorágine de la situación
del país. La misma que hace casi imposible conseguir el dulce de leche de
cabra.
El vendaval que no llega, casi nunca, para llenar las ubres,
cosechar las piras y el maíz, es una anécdota. El de hambre, que seca los
cuerpos, debilita los huesos y reduce la talla, va requerir más que una
plegaria y el rosario de Mama Pancha.
Miradas vacías, corrales abandonados. Visitas sin café de las
cuatro. En contraste con esa tranquilidad bondadosa de Paraguaná
"Hace tiempo no veo a naiden, estamos mi perro y
yo"
Te recuerdo Ali Primera. De regreso de la Utopía. Nos fue
mucho peor. Carretera despejada. Cada cien metros, un aviso "Burros en la
vía" nos recuerda que, las cosas pueden ser más terribles de lo que
pensamos.