Por Timoteo Zambrano.
Ayer, circuló una injuriosa declaración que atribuían a
una dirigente que coordina el movimiento Vente Venezuela. Una vez la
misiva cumplió sus oscuros propósitos, y las horas alimentaban los
argumentos de la misma, apareció una aclaratoria- eso sí, discreta- del
movimiento, y no de la dirigente.
No soy un amante de las declaraciones ni de las
diatribas públicas. Estoy convencido que un político no puede ser un gatillo
alegre en el verbo. Su primera obligación no es convertirte en un guerrillero.
Tiene que recordar que cada una de sus decisiones afecta a venezolanos. A unos
puede ayudar y a otros ofender. Y debe recordar siempre a los ofendidos.
Sinceramente, debo confesar que, nadie dudaría que esa
declaración- aún en el supuesto que no tuviera emisario concreto-, es la voz de
los discípulos de un extendido credo que la política debe ser el oficio
de la confrontación y descalificación.
Claman para la oposición los vicios que destruyeron este país
en manos del chavismo gobernante.
La violencia tiene como trofeo hoy día en Venezuela, la
catástrofe electoral a la que nos llevó un clima demencial, al que casi nadie
se atrevía a oponerse. Un sector político, respetable en su amor por el país,
pero equivocados en los métodos que usan para patentarlo, confunden
política con guerrilla. Dos oficios distintos.
La derrota a la que se ha conducido a la oposición con el
camino violento, ahora es huérfana. Tan o más, que la misma declaración en
comento.
No siempre hay que derribar lo construido ni hay que levantar
un edificio paralelo, para hacer política. Hay que aprovechar lo que tiene de
sólido, pero hay que rectificar lo que el paso del tiempo y la fuerza de los
hechos hayan dejado obsoleto.
Hay un sector, muy vibrante en redes sociales, siempre listo
para la foto de mayor impacto, la declaración más estridente, jugando a los
aplausos de las gradas. Circo, nada más.
Sin embargo, este suburbio en que el chavismo ha convertido
nuestra nación, no necesita que se le trate como un circo, sino que se le
proporcione la dignidad de volver a ser, lo que ya no es: Un país.
Y un país no se construye ni con milagros ni utopías, sino
acomodando la política a la realidad, que hagamos posible la paz civil
por el camino de acuerdos, que sólo se podrá entablar con todo el pluralismo
social dentro de las instituciones representativas.
Es casi, un chiste afirmar en esa guerra, que no puedo
calificar sino de sucia, que UNT va entregar el parlamento a este Gobierno.
Olvidan que la Asamblea Nacional se entregó cuando no la sacamos de la maniobra
jurídica que urdió el Gobierno, y no fue gracias al diálogo político que la Asamblea
permanece en ese limbo que irrespeta al pueblo de Venezuela, sino la ausencia
de él.
De modo que decir eso, y acto seguido argüir que ‒como
está en ese escrito ahora sin emisario ‒ que yo seré algo que me he enterado
por redes , es decir, presidente de la Asamblea Nacional (cosa que nadie me ha
planteado), es parte de mentes que algo temen, para no caer en el terreno
de descalificaciones de por sí innecesarias.
Es hora de quitarle dramatismo a nuestra política. Vamos a
elevar a la categoría política lo que preocupa al país. Claro, está, desde los
intereses personales, o disparando como un Padrón desde el exterior, no se
puede ver el drama de VENEZUELA.
El catecismo de los políticos novatos, durante muchos siglos,
enseña que los errores de casa se tapan acusando a los vecinos, transando
broncas en la calle, recurriendo a la descalificación aún cuando esta toque las
praderas del ridículo. La cuestión no es irrelevante.
Las cosas que aquí en tono franco expongo desnudan dos
cuestiones vertebrales y preocupantes que interesan a la moral de la
democracia, la primera de las cuales es descrita por ella misma con sencillez
elocuente: primero, hacer de la política un trapo al cual se ensucia con los
intereses de quienes la manejan; y segundo, el resentimiento de quien no pueden
entender para qué y por qué sirve la política a un país.
La política logra pacificarnos interpelando a la razón,
permitiéndonos conocer mejor la realidad que nos rodea y suscitando la
pluralidad en las interpretaciones.
La política es expresión de democracia ‒si se tiene por
cierta‒, condenatoria del César nacido en los cuarteles y recreado por
los plumarios taciturnos- esos que lo mismo prestan su pluma a la violencia que
a quienes financian su empeño de impedir que el chavismo salga del poder-,
amigos del sincretismo de laboratorio, y alcahuetes de nuestras muchas
dictaduras.
Lamento tener que escribir, para salirle al paso a un intento
de combatir las ideas no en las tribunas sino con el argumento amparado en la
calumnia, como los matones que a cuchillo y botella resuelven sus dispuestas. Y
así, a golpe y porrazo, la política se vuelve vacía.
Finalmente, me preocupa que algunos quieran igual que el
chavismo construir un país desde las trincheras. Un Nuevo Tiempo tiene una
voluntad expresa de alcanzar una democracia moderna para Venezuela, una
democracia en la que la libertad, la justicia social, la participación, la
palabra y la paz sean fruto del esfuerzo de todos y el resultado del que
todos se beneficien. El servicio a estos propósitos constituye nuestra más
firme posición.
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