Por ELISABETH MALKIN / Tomado
de The New York Times
CIUDAD DE MÉXICO — Salvador Nasralla, un expresentador de
televisión contendiendo a la cabeza de la coalición de izquierda Alianza de
Oposición, tenía ventaja el lunes en la elección hondureña y se apresuró a
proclamar su victoria sobre el presidente Juan Orlando Hernández Alvarado.
Una victoria por parte de Nasralla representaría un voto de
castigo para Hernández, un líder autoritario que ha maniobrado para asumir el control de la mayoría de
las frágiles instituciones del país centroamericano.
Casi diez horas después de cerradas las urnas, el Tribunal Supremo
Electoral, aliado con Hernández, reportó que Nasralla tenía una ventaja de
casi cinco por ciento con lo votos contados en más de la mitad de los centros
de votación.
“Hemos vencido el fraude”, Nasralla dijo a sus simpatizantes,
al referirse a las ampliamente difundidas sospechas de que el Partido Nacional
de Hernández podría tratar de amañar la votación. “No hay duda”.
Justo antes de que el tribunal diera a conocer los datos,
Hernández dijo a sus simpatizantes que él iba ganando por siete puntos.
Aunque Hernández ha tenido éxito en reducir parte de la
violencia mortal que acecha a Honduras, y ha promovido programas sociales, su
probable derrota electoral refleja lo polarizado que se ha convertido.
Cómo logró poner su nombre en la boleta electoral podría ser
lo que más dañó su candidatura. La Constitución de Honduras incluye una
prohibición estricta a la reelección presidencial, una prohibición tan
ineludible que fue nombrada como la razón para retirar del poder al
expresidente Manuel Zelaya a través de un golpe de Estado en 2009.
En ese entonces, se creía que Zelaya buscaba una manera de evitar
la prohibición, aunque sus políticas de izquierda podrían haber sido las
verdaderas razones por las cuales las élites políticas y de negocios del país
lo querían fuera de Honduras.
Si Nasralla se convierte en presidente, Zelaya volverá
firmemente al centro de la vida política de Honduras.
Como el fundador de Libre, el principal partido de la
coalición, Zelaya hizo campaña con Nasralla y fue visto por muchos como el
principal estratega de la alianza. La plataforma de la coalición fue diseñada a
través de colaboraciones de simpatizantes de Libre, incluidos ministros y
economistas que habían trabajado en el gobierno de Zelaya.
A pesar de que Hernández trató durante la campaña de
referirse a la coalición como un grupo de extrema izquierda aliado con Venezuela,
al menos algunos votantes podrían haber dado sus votos a Nasralla por estar
nostálgicos de Zelaya, quien aumentó en gran medida el salario mínimo.
Nasralla, quien no entró a la política hasta 2011 y habla con
el ritmo del presentador de programas televisivos de concursos que alguna vez
fue, se ha beneficiado de la percepción de que es externo a la clase política
que no es corrupto.
Hernández apostó a que los electores estarían dispuestos a
entregarle más poder a cambio de una mayor seguridad. Cuando asumió el cargo en
2013, la violencia relacionada con las drogas y las pandillas habían convertido
a Honduras en el país más mortífero del mundo fuera de las zonas de guerra. Con
decenas de millones de dólares cada año en ayuda proveniente de Estados Unidos,
Hernández desmanteló varios carteles de la droga y extraditó a decenas de
narcotraficantes a Estados Unidos.
También creó unidades de investigación especial en la policía
y la oficina del fiscal general y también mejoró los patrullajes en algunos de
los peores barrios.
Miles de agentes de policía corruptos o ineficientes fueron
dados de baja y remplazados por elementos recién entrenados. No está claro si
los altos mandos que se cree estuvieron trabajando para los carteles de drogas
enfrentarán algún proceso.
La tasa de homicidios disminuyó un 28 por ciento durante 2016
y ha continuado su descenso, aunque Tegucigalpa y la capital industrial, San
Pedro Sula, se mantienen entre las ciudades del mundo en las que se cometen más
homicidios.
Pero Hernández ha sido manchado por mayor evidencia de
corrupción en el Partido Nacional. La frustración por la corrupción llevó a los
hondureños a protestar en las calles en 2015, cuando se manifestaron a través
de las marchas de las antorchas durante semanas.
El movimiento obligó a Hernández a aceptar a un pánel externo
de fiscales extranjeros, la Comisión
Internacional Contra la Impunidad en Honduras, para trabajar en conjunto
con los hondureños en el Ministerio Público para preparar casos anticorrupción.
El destino del pánel sería incierto durante la presidencia de
Nasralla.
El gobierno probablemente retrocedería en la aplicación de
algunas medidas que han funcionado para reducir la violencia, aunque Nasralla
ha despertado dudas sobre algunos elementos de la purga policiaca. La
plataforma de la coalición también critica lo que denomina la relación “servil”
con Estados Unidos.
Nasralla también enfrentaría exigencias para incrementar el
crecimiento económico y crear trabajos en uno de los países más pobres y menos
equitativos de América Latina. Casi dos tercios de los hondureños viven en
pobreza y carecen de acceso a atención médica y otros servicios.