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29 noviembre, 2017

¡69 AÑOS DE UNA TRAICIÓN!

Eduardo Morales Gil

En abril de 1946 el presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno (JRG), Rómulo Betancourt, promulgó el Estatuto Electoral mediante el cual se estableció el voto universal, directo y secreto para todos los venezolanos, hombres y mujeres, letrados e iletrados, mayores de 18 años, para la elección de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), cuya finalidad era la redacción de una Constitución con profundas reivindicaciones sociopolíticas y económicas para el pueblo venezolano.

Electa la ANC en diciembre de 1946, cuyo presidente fue nuestro paisano Andrés Eloy Blanco, cumplió el objetivo de elaborar la Constitución, la cual fue promulgada el 5 de julio de 1947. En el marco jurídico de esa Carta Magna fueron convocados los comicios para el mes de diciembre de ese año, en los cuales resultó electo por votación universal, directa y secreta, con el 70,83% de los votos, como presidente de la República, el educador y escritor Rómulo Gallegos, insigne novelista venezolano, maestro de juventudes.


El autor de la novela “Doña Bárbara” nombró como Ministro de la Defensa al comandante Carlos Delgado Chalbaud, a quien quería como a un hijo pues le dio cobijo en su casa en Madrid, después del infortunado desembarque del “Falke” en Cumaná, en 1929, donde falleció su padre, el General Román Delgado Chalbaud. El 19 de noviembre de 1948 el Ministro de la Defensa, en compañía de los comandantes Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez, solicitaron al Presidente la expulsión del país de Rómulo Betancourt, la prohibición del regreso a Venezuela del Mayor Mario Vargas, exmiembro de la JRG, quien cumplía tratamiento médico en Estados Unidos, la remoción del Jefe de la Guarnición de Maracay, el cambio de sus edecanes y su desvinculación de AD, pedimentos insolentes rechazados por Gallegos.

Esta posición vertical, digna, del Presidente, desencadenó abiertamente la conspiración militar concretada el 24 de noviembre de ese año, con el derrocamiento del Presidente y la entronización en el poder de una Junta Militar presidida por Delgado, acompañado por Pérez Jiménez y Llovera Páez.

Ante la alternativa de dar la espalda a sus colegas o traicionar a quien era como su padre, Delgado optó por traicionar al Presidente. En este caso, no fue la traición a un individuo sino a todo un pueblo. Pero esa conducta no puede pedirse sino a los hombres dotados de un carácter superior. La entrega a un ideal solo cabe en otra clase de hombres no en quien fue Ministro de la Defensa de Rómulo Gallegos. ¡Pobre Delgado, se dejó seducir por la traición y a la larga quienes lo sedujeron dieron cuenta de él dos años más tarde