Eduardo Morales Gil
En abril de 1946 el presidente de la Junta Revolucionaria de
Gobierno (JRG), Rómulo Betancourt, promulgó el Estatuto Electoral mediante el
cual se estableció el voto universal, directo y secreto para todos los
venezolanos, hombres y mujeres, letrados e iletrados, mayores de 18 años, para
la elección de una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), cuya finalidad era la
redacción de una Constitución con profundas reivindicaciones sociopolíticas y
económicas para el pueblo venezolano.
Electa la ANC en diciembre de 1946, cuyo presidente fue
nuestro paisano Andrés Eloy Blanco, cumplió el objetivo de elaborar la
Constitución, la cual fue promulgada el 5 de julio de 1947. En el marco
jurídico de esa Carta Magna fueron convocados los comicios para el mes de
diciembre de ese año, en los cuales resultó electo por votación universal,
directa y secreta, con el 70,83% de los votos, como presidente de la República,
el educador y escritor Rómulo Gallegos, insigne novelista venezolano, maestro de
juventudes.
El autor de la novela “Doña Bárbara” nombró como Ministro de
la Defensa al comandante Carlos Delgado Chalbaud, a quien quería como a un hijo
pues le dio cobijo en su casa en Madrid, después del infortunado desembarque
del “Falke” en Cumaná, en 1929, donde falleció su padre, el General Román
Delgado Chalbaud. El 19 de noviembre de 1948 el Ministro de la Defensa, en
compañía de los comandantes Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez,
solicitaron al Presidente la expulsión del país de Rómulo Betancourt, la
prohibición del regreso a Venezuela del Mayor Mario Vargas, exmiembro de la
JRG, quien cumplía tratamiento médico en Estados Unidos, la remoción del Jefe
de la Guarnición de Maracay, el cambio de sus edecanes y su desvinculación de AD,
pedimentos insolentes rechazados por Gallegos.
Esta posición vertical, digna, del Presidente, desencadenó
abiertamente la conspiración militar concretada el 24 de noviembre de ese año,
con el derrocamiento del Presidente y la entronización en el poder de una Junta
Militar presidida por Delgado, acompañado por Pérez Jiménez y Llovera Páez.
Ante la alternativa de dar la espalda a sus colegas o
traicionar a quien era como su padre, Delgado optó por traicionar al
Presidente. En este caso, no fue la traición a un individuo sino a todo un
pueblo. Pero esa conducta no puede pedirse sino a los hombres dotados de un
carácter superior. La entrega a un ideal solo cabe en otra clase de hombres no
en quien fue Ministro de la Defensa de Rómulo Gallegos. ¡Pobre Delgado, se dejó
seducir por la traición y a la larga quienes lo sedujeron dieron cuenta de él
dos años más tarde