La dirigente petista
María do Rosario Nunes afirma que en Brasil se vive un clima de inestabilidad
preocupante, con un presidente débil y el acecho de los militares. Y que en el
PT no hay un candidato de la estatura del ex mandatario.
Por Dario Pignotti / Tomado de Página 12 – Argentina
Los golpistas la detestan. Maria do Rosario Nunes, diputada y
ex ministra de Derechos Humanos, es odiada por Jair Bolsonaro, el émulo de
Donald Trump a quien una encuesta publicada ayer lo colocó como el conservador
con más intenciones de voto para las elecciones de 2018, en la que sumó 13
puntos contra 35 de Luiz Inácio Lula da Silva.
Maria do Rosario sabe lo que es plantarle carla a la derecha:
entre 2011 y 2014, cuando fue ministra de Dilma Rousseff, soportó la presión de
los militares contra la Comisión de la Verdad sobre la dictadura y el año
pasado derrotó a Bolsonaro en el Supremo Tribunal Federal que lo declaró “reo”
en una causa por “incitación al estupro e injuria”.
La legisladora del Partido de los Trabajadores (PT) nunca
citó por su nombre a Bolsonaro durante esta entrevista en un restaurante de
Brasilia: durante el almuerzo frugal (ensalada y jugo de frutas) prefirió
referirse al precandidato presidencial como “histriónico”, “banal” y
describirlo como el “personaje” surgido del “trípode golpista formado por el
militarismo, el fanatismo religioso y el neoliberalismo”.
Mencionó que la filósofa Marcia Taburi colocó a Bolsonaro en
una lista de “imbecilizadores” que denigran la política y que “fue procesado y
expulsado de las Fuerzas Armadas por realizar amenazas terroristas. En realidad
yo no creo que alguien así merezca el respeto de los generales, pero esto no
obsta para que ellos lo utilicen para beneficiarse y usarlo dentro de su plan”.
–¿La probabilidad de un golpe militar es cero?
– Creo que no es cero, veo que estamos en un período de gran
inestabilidad. Ya fue fijado el calendario con elecciones presidenciales para
octubre de 2018 pero todavía no sabemos si serán realizadas. Creo que en este
momento nadie puede decir que van a celebrarse o decir con seguridad que no van
a celebrarse. Es muy peligroso para el país que esté en el gobierno un
presidente como Michel Temer que no tiene votos, que no se preocupa con su
falta de votos, y que sólo se preocupa en cumplir la agenda del mercado, en
reformar la previsión social y precarizar los derechos de la población. Todo
esto hiere a la democracia. ¿Cómo asegurar que sectores militares no van a
sacar provecho de un presidente tan débil y envuelto en una nube de corrupción?
¿Cómo descartar totalmente que los militares quieran volver?
– ¿Y si hubiera elecciones sin Lula?
– Esa es otra posibilidad, que se respete la formalidad de la
convocatoria a elecciones pero se impida que Lula sea candidato, y así podría
ganar un candidato de ellos. ¿Eso no sería un golpe?. Por su puesto sería un
golpe.
Hay algunos que quieren sacarlo de la disputa a toda costa (...)
mediante acusaciones irrelevantes (en la causa Lava Jato), Lula está
absolutamente indignado con eso, y todos nosotros, en el PT, también estamos
indignados.
– ¿Hay chances de que Lula vuelva?
– Él ha demostrado su voluntad de regresar para retomar el
desarrollo brasileño, para recuperar la dignidad del pueblo, tenemos la
esperanza de que regrese el año próximo. Lula quiere ser candidato y quiere ser
electo, eso es algo importante para nosotros, los petistas, porque la verdad es
que no hemos generado una alternativa, por lo menos una alternativa electoral
como Lula. Ninguno de los nombres que surgieron en los últimos tiempos, como
Ciro Gomes (Partido Democrático Trabalhista) o Fernando Haddad (del PT, ex
intendente San Pablo) tienen la misma envergadura que Lula.
Además cuando pensamos en 2018 debemos tomar en cuenta que es
un momento distinto a 2010 cuando Dilma fue candidata presidencial. Ella venció
pese a que nunca había sido candidata, pero aquel era otro momento, era
una fase de ascenso de la izquierda y los movimientos democráticos. Ahora es
distinto, sería más difícil una victoria de la izquierda sin la candidatura de
Lula. Pero tenemos conciencia de que ahora será una pelea difícil por todo este
proceso que está en marcha contra él.
–Dilma fue desalojada en 2016 tres años después de las
protestas en las que se hicieron visibles los grupos de extrema derecha. ¿En
2013 comenzó a hornearse el golpe?
–Creo que sí, esas movilizaciones surgieron espontáneamente
en protesta contra el precio del transporte urbano en San Pablo, luego se
expandieron a nivel nacional, pero enseguida las capitalizó la derecha, esto
demuestra que la derecha tiene una estrategia desde entonces. Acá nada es
espontáneo (...) este proyecto autoritario se apoya en grupos de interés
neoliberales que son los que aportan el financiamiento de estos
movimientos políticos de ultraderecha que están apareciendo con fuerza en
América, también en Argentina, en Venezuela. Y además se tiene que considerar
que este proyecto autoritario tiene su brazo armado en las policías estaduales,
que son las “policías militarizadas” creadas durante la dictadura que hasta hoy
no fueron reformadas para actuar en democracia.
– Son un millón de policías militarizados.
– Es un número alto de policías formados con programas
elaborados por la dictadura para enfrentar a un enemigo interno. Si en la
dictadura era el enemigo político después el enemigo pasó a ser el joven negro,
el habitante de la periferia, las favelas. Y más recientemente, junto con este
proceso golpista, y con las protestas de 2013, la policía volvió a trabajar con
la hipótesis del enemigo político interno, enfocada sobre los movimientos
sociales. Con este adoctrinamiento las policías están realizando represión
política. En el golpe contra Dilma, contra la democracia resurgieron las
fuerzas antidemocráticas, y hay una parte de la sociedad que ve en la policía
una especia de salvadores de la patria ante el recrudecimiento de la violencia
común. Brasil tiene 60 mil asesinatos por año, eso es muy grave, pero parte de
esas muertes son causadas por la policía.