La llegada del primer
ministro israelí será la primera de un primer ministro de ese país a la
República Argentina. Bibi Netanyahu es un referente de las políticas económicas
neoliberales y un exponente de los sectores que se oponen a establecer la paz
con la Autoridad Nacional Palestina, hecho que permitiría la existencia de dos
Estados soberanos, tal cual fue dispuesto por las Naciones Unidas con la
partición de Palestina en 1947. El líder del Likud (partido de la derecha
israelí) es además el jefe de un gobierno que se ha opuesto sistemáticamente a
las posiciones argentinas en relación a las Islas Malvinas: todas sus votaciones
en los ámbitos internacionales han acompañado las mociones de Gran Bretaña, en
franca oposición a los intereses nacionales. Dichas votaciones, enfrentadas a
los intereses argentinos, han sido avaladas únicamente por tres países –Gran
Bretaña, Estados Unidos e Israel–, curiosamente los mismos con los que el
actual presidente Macri ha entablado las mejores afinidades diplomáticas. El
primer mandatario argentino recibió semanas atrás al vicepresidente Mike Pence
y firmó con Gran Bretaña en 2016 un documento en el que ambos países –Gran
Bretaña y Argentina– se comprometían a “remover todos los obstáculos”
para el desarrollo económico de las islas en lo que se refiere a comercio,
navegación, pesca e hidrocarburos.
Netanyahu es más que un
opositor a la soberanía argentina de las Malvinas: es el máximo beneficiario
del financiamiento partidario otorgado por Sheldon Adelson, quien además es el
propietario del diario de mayor tirada en Israel “Israel Hayom” –similar al
matutino Clarín en argentina– cuya política editorial se basa en una defensa a
ultranza de las políticas neoliberales del gobierno del Likud y de su oposición
a la paz con los palestinos. Adelson, que es de los empresarios más
acaudalados del mundo, fue uno de los más conocidos integrantes del colectivo
denominado “fondos buitre” –en conjunto con Paul Singer– que lograron el cobro
de “bonos basura” por parte del actual gobierno argentino, luego de fracasar en
sus propósitos usurarios con el gobierno de Cristina Kirchner.
El mentor de Netanyahu,
a quien el periodismo israelí denomina “el patrón de Netanyahu”, Sheldon
Adelson, fue, además, uno de los “donantes” a Alberto Nisman, quien recibió
casi 300 mil dólares en cuentas no declaradas provenientes de “Israel Hayom”,
por conferencias supuestamente brindadas en Israel que nunca se llevaron a
cabo. El monto entregado por Adelson se convirtió en una propiedad de ese mismo
valor en las costas uruguayas, motivo por el cual están siendo juzgadas la
madre y la hermana del extinto fiscal.
El primer mandatario
viene a nuestro país, también, para acreditar la acusación hacia la República
Islámica de Irán, en relación a los atentados a la Embajada de Israel en 1992 y
a la AMIA/DAIA en 1994, exigir su inmediata condena, avalar el dictamen de la
Corte Suprema en relación a la inconstitucionalidad del Memorandum de
entendimiento con Irán, apoyar el juicio contra Cristina Kirchner y Héctor
Timerman por “traición a la Patria”. También reclamará la aprobación de la ley
que permite el juicio en ausencia y la finalización de la causa contra el
expresidente de la DAIA Rubén Beraja, quien está siendo juzgado por
encubrimiento, junto a funcionarios del gobierno de Menem. En esa misma línea
apoyará las políticas injerencistas sobre Venezuela sugeridas por Donald Trump,
aliado internacional de Macri y de Netanyahu, y firmará acuerdos cuyos
componentes centrales serán la cooperación en temáticas de seguridad y “lucha
antiterrorista”.
Netanyahu arriba al país
en momentos que está siendo investigado junto con su esposa por fraude al
Estado y prácticas incompatibles con la función pública. El primer ministro
aduce que esas investigaciones –coordinadas por la policía israelí y la
fiscalía de delitos complejos– son un claro intento de golpe de estado. Uno de
los más influyentes periodistas de la derecha israelí, Dan Margalit, señaló
recientemente que “Israel ha sido testigo –en el caso de Netanyahu– de un
preocupante culto a la personalidad y una evidente forma de nepotismo y
fascismo. Si se prueba que Bibi cometió un delito, su destitución no es un
golpe de estado”. Los sectores más conservadores de la colectividad judía
argentina, por su parte, recibirán al primer ministro con ponderaciones y
ágapes honoríficos, intentando convencer a la totalidad de la sociedad
argentina que existe una valoración positiva monolítica sobre el rol jugado por
el gobierno de Netanyahu. Con apoyo de los medios de comunicación hegemónico
borrarán las voces de los sectores disonantes de la argentinidad judía para
monopolizar la escucha de una única voz, la de los sectores menos comprometidos
con la paz en medio oriento y más asociados con el gobierno de Cambiemos.
El 30 de agosto último,
uno de los máximos investigadores de la Shoá, Yehuda Bauer, publicó una nota en
la prensa israelí titulada: “¿Es antisemita el gobierno de Israel?” En ese
artículo se refirió a la ambigüedad cómplice de Netanyahu –coherente con la
banalización de Trump luego de sucedida la manifestación supremacista– en
relación a las marcas neonazis y supremacistas llevadas a cabo en Charlestonville.
Bauer finaliza su artículo con la siguiente afirmación referida al gobierno de
Netanyahu: “…parecería que no se comete un error si se asegura que se trata de
un gobierno que se conduce por una política que contiene síntomas muy
significativos de antisemitismo”.
* Titular del
Llamamiento Argentino Judío.