QUITO (AP) — Poco después de la visita de Charles
Darwin a las Galápagos, allá por 1850, se registró la extinción de una de las
especies de tortugas gigantes que habitaba en la isla Floreana debido a que
balleneros y navegantes las utilizaban como alimento en sus viajes por el
Pacífico.
La especie —Chelonoidis elephantopus, endémica de esa
isla— se creía perdida para siempre, pero su rastro genético se encontró por
casualidad en el volcán Wolf y el hallazgo sumado a estudios genéticos
realizados en la Universidad de Yale, generó la posibilidad de revivir a estas
tortugas.
Sin embargo, Linda Cayot, asesora científica de
Galapagos Conservancy, precisó a The Associated Press que la especie podría
recuperarse “hasta cierto punto”.
“No vamos a tener una especie perfecta genéticamente,
100% como la que había en Floreana, pero sí vamos a tener una población de
tortugas con bastantes genes de la tortuga original”, y añadió que cuando se
liberen individuos reproducidos en cautiverio en esa isla, dentro de unos cinco
años, “la evolución va a actuar y vamos a tener una tortuga natural de Floreana
y eso es lo mejor que podemos hacer”.
El descubrimiento del material genético que permitiría
rescatar a la especie se realizó en la isla Isabela, cuando científicos de
Estados Unidos, Bélgica, Ecuador, Grecia, Italia y Australia, buscaban en 2012
individuos con alta carga genética de otras especies gigantes, entre ellas el
emblemático Solitario Jorge.
Este proyecto denominado Iniciativa para la
Restauración de las Tortugas Gigantes, se cumple como una propuesta conjunta
entre el Parque Nacional Galápagos y Galapagos Conservancy.
La razón por la que se hallaron tortugas con alta
carga genética de la isla Floreana en Isabela es porque los navegantes y
balleneros las capturaban en su sitio de origen pero en ocasiones las dejaban
en Isabela para aligerar carga porque ese era el último punto antes de
emprender largas travesías oceánicas.
El ministro de Ambiente de Ecuador, Tarsicio Granizo,
destacó la importancia de la noticia: “estamos oyendo sobre extinciones y lo dañino
que el ser humano puede ser para una especie, pero hoy, con los resultados de
esta investigación estamos diciendo al mundo que es posible revertir los
efectos negativos sobre la naturaleza. Vamos a recuperar una especie extinta”.
Uno de los científicos que estuvo en las
investigaciones posteriores al hallazgo, Washington Tapia, explicó a la AP que
del volcán Wolf se extrajeron inicialmente 1.700 muestras de sangre de igual
número de tortugas. De éstas, 80 tenían ascendencia de Floreana, lo que resultó
inesperado pues se trataba de una especie extinta 160 años atrás.
Poco después, dice, se eligieron 20 tortugas vivas que
poseen alta carga genética de la especie extinta y las juntaron en cuatro
grupos —corrales de tres hembras y dos machos— para iniciar el programa de
reproducción y crianza con su propia especie.
En el reporte científico en que se anunció esta
iniciativa, el profesor Luciano Beheregaray, jefe del Grupo de Ecología
Molecular de la Universidad de Flinders, dice que el esfuerzo de conservación
será un hito importante en el inicio de la recuperación del exótico ecosistema
de la isla de Floreana, que depende críticamente de las tortugas.
Los genetistas siguen trabajando en colaboración con
el Parque Nacional de Galápagos y la Conservación de Galápagos para el programa
de mejoramiento monitoreado con los animales reubicados en los centros de
crianza.
“El objetivo de este estudio es generar nuevos
individuos con la mayor diversidad genética de los linajes originales de
Floreana y que vuelvan a ocupar el nicho ecológico tan importante que estas
especies ocupan en las Galápagos”, dijo a la AP Jaime A. Chaves, Profesor de
Biología Evolutiva USFQ de la Universidad San Francisco de Ecuador.
“Es muy emocionante presenciar el alcance de estos
estudios genéticos identificando individuos que tienen el potencial de ser el
punto de partida para la recuperación de linajes únicos que se creían extintos
así como la restauración de especies ‘perdidas’ a mano de los seres humanos”,
agregó.
El archipiélago de Galápagos es
parte de Ecuador y se encuentra a unos 1.000 kilómetros del territorio
continental. En 1979 fue declarado Patrimonio Natural de la Humanidad por sus
especies animales y vegetales, terrestres y marinas únicas en el mundo.