“La
corrupción de una cosa corresponde necesariamente a la generación
de otra”. Aristóteles (384 a. C.- 322 a. C.) filósofo, escritor,
científico griego.
Los
periodistas hemos tenido el privilegio y la oportunidad de registrar
para la historia este período tan loco como nefasto de la revolución
chavista. En estos 18 años Venezuela perdió su rol de líder
demócrata de Latinoamérica, de próspero productor de petróleo, de
país en vías de desarrollo hacia el primer mundo, de potencia
productora de hierro, acero, oro y diamantes, de nación feliz,
hospitalaria, convivente y hermana de las naciones del mundo
occidental.
La
pobreza rara vez significaba hambre, quienes trabajaban podían
aspirar a tener carro, casa, los recién casados o jóvenes
profesionales tenían expectativas de un futuro a construir, de una
carrera a desarrollar, un país que les acompañaba en sus
aspiraciones.
Venezuela
comenzó su tragedia cuando la inconformidad por las aspiraciones
cada vez mayores y por tanto más difíciles de satisfacer,
comenzaron a hacerle pensar en caminos distintos a los de la
democracia que tanto había costado instalar en el país. Una
democracia perfectible que no tuvo tiempo ni voluntad de
autocorregirse sino que se decantó por el autoritarismo militar, por
la antipolítica, por la necedad snob y protestataria que regaló el
poder a un caudillo que creía que sus ideas eran superiores a toda
la ilustración que por más de 400 años había acumulado un país
que había parido libertadores, intelectuales, científicos, grandes
hombres y mujeres que hicieron con esfuerzo y sufrimiento, en medio
de un vaivén de guerras, a esta joven República. Grandes ideas y un
verbo convincente caracterizaban al golpista, pero la ausencia de
formación académica, moral, educacional, eran evidentes.
Tal
vez la más grande lección profesional y de vida que recibí en la
universidad me la dio mi profesor de Televisión, el gran director
Marcos Reyes Andrade, recientemente fallecido. En un trabajo,
chispeante pero apresurado, colocó una alta calificación y al lado
una nota que decía: “El talento jamás podrá suplir a la falta de
investigación”.
Así
que con una desbordada creatividad, el comandante soñó lo que no
logró Simón Bolívar: una Suramérica unida como una sola nación.
Apenas si pudo, haciendo el papel del tío rico y solo del que se
aprovechan los sobrinos pobres, tener apoyo de un grupo de países
que a cambio chuleaba las riquezas de Venezuela, que él manejaba
como una chequera personal. Apenas si logró integrarse a Cuba, el
más avispado y hábil de los chulos. Ofreció ideas monumentales,
bases espaciales, plantas de ensamblaje de autobuses, carros,
bicicletas, otro puente sobre el lago de Maracaibo. Por cierto, ¿qué
será de la vida de los dos satélites que pagamos a precio de oro a
la ahora dueña de nuestro país, China?
A
menor escala, inventó la ruta de la empanada, los gallineros
verticales, las siembras hidropónicas en jardines públicos. Cuando
se había gastado en su proyecto planetario del Socialismo del siglo
XXI los billonarios ingresos petroleros del país, comenzó a hacer
lo que hacen quienes no saben generar riquezas porque jamás la han
producido: quemar activos, empeñar bienes y sobre todo, gastar en
pagar voluntades para mantenerse en el poder a pesar del desastre
económico causado por gastar sin producir, expropiar para quebrar,
apoderarse de las divisas ahogando así a los “oligarcas” y dar
mendrugos a la base social que entones no distinguía al inepto que
había en su adorado “corazón de Patria”.
Después
de 14 años, la muerte hizo su parte y sobrevino una tragedia mayor:
el encantador de serpientes dejó en el poder a la pandilla que le
rodeaba y en su última voluntad regaló a Venezuela un heredero que
lo aventajaba grandemente en ineptitud pero también en maluqueza,
por decirlo cristianamente. Si con el comandante se guardaban algunas
formas, por lo menos para disimular los saltos a la torera de la ley
y la malversación de fondos públicos para mantener la revolución,
ahora con los herederos la impudicia se hizo presente en la
administración del dinero y de la justicia en el país.
Sin
duda 18 años de corrupción rampante, de pésimas decisiones
económicas y peores políticas, de gasto canalla con fines más
canallas aún, tenían que dar fruto: la quiebra, el cierre de
empresas, el desabastecimiento, escasez, hambre, violencia,
desnutrición, enfermedades y muerte. Una población sometida a
privaciones, acorralada en sus libertades, dividida y sin futuro,
tenía que explotar como lo ha hecho y decir basta. Lástima que el
régimen aún no entiende o no quiere reconocer que hay una inmensa
mayoría construida con sus garrafales errores, que no tiene que ver
con partidos ni con política sino con necesidades insatisfechas, que
está resteada para lograr un fin único: sacar del poder a estos
(ponga aquí, según su furia, el insulto que le plazca).
Lanzados
a la calle, a la protesta, a la muerte si es necesario, los
venezolanos no pararán hasta hacer que su voluntad soberana se
respete. Inventar una constituyente para salvar el pellejo, cuando se
ha agredido con toda la fuerza de tanquetas, bombas, perdigones y
balas a un pueblo que ya te considera asesino; pasar por encima de la
constitución vigente y del mandato popular para anular con una nueva
constitución a los poderes constituidos que te estorban y a lo que
resta de democracia, es firmar su propia boleta de expulsión.
Inesperadamente,
la Fiscal de la República se ha alineado con los venezolanos en la
defensa de sus derechos. Tarde pero segura, resulta una poderosa
aliada. Ella cuenta con apoyos notables del grupo de los
“originarios”, que defienden el “legado” de su comandante.
Sigue siendo chavista pero su vocería nacional e internacional
deslinda y condena al madurismo. Quiere salir del cargo por la puerta
grande, enderezar cargas pasadas, para vivir en Europa cuando muy
pronto se jubile, sin ser acusada de violadora de derechos humanos.
Peligrosa depositaria de grandes secretos, la Fiscal actúa
diariamente con la misma cuenta regresiva de todo el país, poniendo
obstáculos para impedir una dictatorial constituyente.
Los
organismos internacionales presionan para una salida, los
multilaterales acorralan las finanzas del régimen, las ratas siguen
abandonando un barco que hace aguas, los fondos escasean y el
enfrentamiento con los venezolanos no tiene reconciliación. Es tarde
para un diálogo. Hasta el Papa lo sabe. Pero también sabe que es el
momento de la negociación. Los mediadores, los organismos, los
políticos y los funcionarios deben negociar una salida YA… antes
que todos nos arrepintamos de no habernos dado esa oportunidad.
Charito Rojas @charitorojas
Charitorojas2010@hotmail.com