Disparan al pecho como
quien no quiere equivocarse.
Bombas. Metras. Balas.
Disparan al pecho como
quien tiene miedo de descubrirse vacío el pecho propio. Como si ahí residiera
toda la fuerza del otro, todo su impulso, toda su rabia.
Disparan al pecho.
La distancia de
sentido que hay entre un héroe y un mártir es insalvable, enorme.
Aquí solemos obviar
esa distancia a conveniencia del relato, de la épica. La profesora Michaelle
Ascencio insistía en que tenemos un siglo diecinueve con demasiado filo.
Y ese filo puede hacer
mucho daño.
Quizás fue ese filo lo
que nos condujo a este extravío que es dejarnos caer en la lengua del otro, en
las palabras de quien nos apunta, en sus maneras de nombrarnos. Por ejemplo:
hemos cometido el exceso de darle a estos días de violencia un nombramiento en
militar. Hablamos de patria. Hablamos de batallas. Hablamos de héroes.
Quizás es ese maldito
filo lo que nos tiene aquí, doscientos años después, escondidos detrás de un
espejismo que nos hace llamar héroes a quienes en realidad son nuestros
mártires.
Tenemos más muertos
que días de protesta, más enemigos que duelos posibles, más dolor que metas.
Y así no son las
batallas.
Así son las masacres.
La frase es terrible.
Un disparo al pecho y
diecisiete años.
Una oración que es
capaz de resumir este largo descenso político hasta el martirio o la brevísima
biografía de alguien que ha sido asesinado por la represión.
Breve. Simple. Feroz.
Diecisiete años y un disparo
al pecho son demasiado.
Disparan al pecho,
pero eso que quieren matar ya no está ahí.
Se ha mudado.
Toda la fuerza del
otro, todo su impulso, toda su rabia.
Disparan al pecho como
lo han hecho decenas de veces, con la complicidad de la cadena de mando, de los
compañeros de la fuerza, de los funcionarios del Estado. Disparan al pecho y,
mientras tanto, sus superiores apelan a la responsabilidad individual. Disparan
al pecho mientras los dejan solos, haciéndose preguntas con el alarma todavía
tibia en las manos.
¿Quién será el próximo
mártir a quien le pondremos una medalla de héroe para aliviarnos el dolor y
poder seguir?
¿Quién podrá llorar de
una puta vez toda esta muerte que nos han atorado en el pecho durante semanas?
¿Quién podrá mantener
su pecho a salvo cuando nos hayan vaciados a todos?