Las máquinas expendedoras, lo que hoy a veces se llama ‘vending‘, tienen una vida mucho más larga de lo que
pensábamos. Empezaron a nivel mundial y de una manera ‘moderna’ a finales del
siglo XIX, cuando aparecieron las primeras en Estados Unidos y en Reino Unido.
¿Cuándo llegaron estas máquinas a España? Se considera que las primeras aparecieron en los años 60 y eran las máquinas de
café, pero lo cierto es que si nos adentramos en los fondos de la Hemeroteca
Digital (ese genial recurso de la Biblioteca Nacional) es posible encontrar
ejemplos (no muchos, eso sí) de la misma época en la que estaban empezando las
máquinas expendedoras en EEUU y Reino Unido, lo que permitiría poner a
las primeras máquinas expendedoras de España también a
finales del XIX.
Un periódico de Barcelona publicaba en 1887 que se estaba dando a conocer
en la ciudad “un ingenioso aparato” y que “desde hace algunos días funciona ya
en Bilbao” que venía a ser una máquina expendedora de
cerillas. En un buzón (así lo llaman) se metía una moneda de diez
céntimos y, cuando se hacía, aparecía la caja de fósforos comprada. Y en una de
las crónicas sobre la Exposición Universal del Barcelona de 1888 se puede leer
como toda la feria estaba llena de máquinas que prometían
dar algo por 10/15 céntimos, desde un vaso de agua o de cerveza
hasta un chute de perfume para el pañuelo. “Se abusa un poco de este
procedimiento de venta automática. Es verdad que queda el recurso de pasar
de largo; pero son tantos los aparatos, os encontráis con ellos tantas veces,
os detienen en tantas ocasiones, que llegan a produciros el efecto hipnótico de
que hablaba un escritor italiano refiriéndose a los anuncios del Petit
Journal, que llenan las aceras, las paredes y hasta el aire
de París: no hay más remedio que comprar el periódico o morir”, escribe el
cronista.
Pero aunque las máquinas expendedoras vendan muchas cosas, lo que nos
interesa es que vendan libros (al fin y al cabo, somos unos librópatas…) y lo cierto es que las máquinas expendedoras de libros han existido
desde bastante tiempo, incluso desde antes de que las máquinas expendedoras
fueran como tales un concepto de mercado (aunque hay algunos ejemplos antes del
XIX de máquinas expendedoras pretecnológicas, vamos a quedarnos con las
modernas).
Richard Carlile, un editor inglés, lanzó una máquina expendedora de libros en 1825 para poder
vender textos prohibidos. Carlile (que tiene una biografía bastante fascinante y que publicó en 1826 un texto defendiendo los
anticonceptivos y la libertad sexual de la mujer) lanzó el aparato al salir de
la cárcel, donde pasó varios años por publicar libros prohibidos. Su nombre
suele aparecer en las listas de historia de las máquinas de autoventa (y suele
darse como año para la máquina el 1822) con pocos más detalles. Buscar y buscar
online permite recuperar mejor la historia (y la biografía del editor). A su máquina expendedora de libros, Carlile la llamaba el invisible shopman, el comprador invisible.
Realmente no era una máquina tal y como hoy nos la imaginamos, pero sí un
primer paso para ello. Su nacimiento era una suerte de respuesta a los
problemas que suponía el vender libros prohibidos. Las autoridades mandaban a
‘compradores’ que eran en realidad testigos buscando pruebas para llevar al
editor/librero a juicio. Para ello, era importante que el proceso
de compra fuese absolutamente anónimo y que no se pudiese ver a quien vendía (y
a quien compraba). Al principio, y como cuentan en una biografía que se publicó poco después de la muerte de Carlile,
los libros se vendían por una apertura, que hacía imposible ver quien lo
vendía. Luego se hizo con “un aparato de relojería”. “En un marcador estaba
escrito el nombre de cada publicación a la venta. El comprador entraba y
giraba el dial del libro que quería, el que, una vez depositado el dinero, caía
delante sin necesidad de que nadie dijese nada”, explica esa biografía que
funcionaba. El aparato fue un éxito (o al menos eso dice la biografía en
cuestión), las autoridades burladas, la circulación de sus libros se
cuadruplicó y en los brindis se brindaba a la salud de su comprador
invisible. (Pero Carlile siguió teniendo problemas con las autoridades, así que el
método no parece absolutamente infalible).
EN EL SIGLO XX
Pero a pesar de ello las máquinas expendedoras de libros no se convirtieron
en algo recurrente. La siguiente máquina expendedora de libros que suele
aparecer en las historias sobre el tema llegó un siglo después, en 1937. Era la Penguincubator y tenía detrás a Allen
Lane. Lane la instaló primero en Charing Cross Road, en Londres
(¡¡una zona llena de libreros!!, que seguramente no se tomaron muy bien la
propuesta). La idea era crear una máquina de venta de libros que puediese ser
puesta en cualquier lugar, aunque en realidad al parecer se quedó en nada. En Estados Unidos, por más o menos las mismas fechas, había también otra
máquina expendedora de libros de otra editorial: la Little
Blue Book vending machine (es la foto de
cabecera). Los libros de esa editorial fueron muy populares entre los años 20 y
30 .
Las máquinas
expendedoras en general estaban empezando entonces a tener su momento de
crecimiento y popularización y, aunque a España no llegaron exactamente
entonces, en Estados Unidos empezaban a vender cada vez más y más cosas. Había
máquinas expendedoras de fruta, de platos calientes, de chicles (esas fueron de
las primeras)… Por eso, en los años 40 y 50, ya no es difícil encontrar
máquinas expendedoras que vendan libros.
Avon,
el sello de HarperCollins de novela popular (y que hoy se asocia a la novela romántica), lanzó VendAvon una máquina expendedora de libros
populares con la que quería capitalizar el éxito de sus títulos entre 1945 y
mediados de los años 50 en EEUU. La editorial puso máquinas expendedoras en aeropuertos, hospitales y terminales de ferry. Según
los datos de la propia web oficial de la historia de la compañía, vendían 24
títulos (novedades) y tuvieron 210 máquinas repartidas por Estados Unidos. Los
libros se vendían a bajo precio.
Avon no era la única editorial que contaba con estas máquinas expendedoras
de libros y no fue tampoco la única empresa en pensar que la idea podía tener
mercado en una época en la que la venta vía máquina despertaba cierto
furor. Read-O-Mat, Book-O-Mat o Vend-A-Book son algunas de esas
primeras máquinas expendedoras de libros. Book-O-Mat era
fabricada por Rock-Ola Manufacturing Corporation, una compañía que
fabricaba máquinas de la época (por ejemplo, las de discos).
Otra editorial de libros populares, Pocket, también tenía las suyas.
Era una de las muchas máquinas expendedoras que se podían encontrar en
el metro de Nueva York en los años 50 (las había hasta de medias).
Las máquinas expendedoras de libros no llegaron en ese momento a España. De
hecho, es difícil data cuándo lo hicieron las primeras (aquí apuntan
que en 2002 al metro de Barcelona) aunque en los últimos
tiempos han podido verse en andenes de Cercanías, metros y lugares públicos.
Pero por supuesto no son los únicos lugares del mundo en el que las hay: las
máquinas que venden libros son bastante más corrientes de lo que se podría
pensar. Algunas bibliotecas tienen incluso hasta máquinas que prestan libros.