Tras las denuncias de varias ONG’s, el gobierno
de Tailandia entró en las instalaciones del Wat Pha Luang, más conocido como el
“Templo de los Tigres” y lo que halló tras los muros hizo que las autoridades
incautasen sus 147 tigres, que fueron entregados al Departamento de Protección
de Parques Nacionales, Vida Silvestre y Plantas y cerrase el lugar.
El templo de los tigres es probablemente uno
de los lugares más controvertido en el sudeste asiático. La gente que llegaba
allí tenia oportunidad de ver a los majestuosos felinos junto a los monjes,
podían acariciarlos y fotografiarse con ellos, pero nunca se enteraban de lo
que pasaba de puertas para adentro. Las ONG’s que lograron su cierre advierten
que la reapertura de este lugar, que se produjo a principios de este año, no
les da tranquilidad, temen que todo vuelva a comenzar y piden a la gente que no
acuda allí, ni a otros lugares similares, donde los animales salvajes son
obligados a una existencia que va en contra de su naturaleza.
Huérfanos
forzados.
Con apenas dos
semanas, los tigres eran separados de sus progenitoras para ofrecerlos a los
turistas. De esta forma era posible darles el biberón y tocar a estas hermosas
criaturas, que en estado salvaje son animales solitarios que viven junto a su
madre durante los dos primeros años de vida. Los pequeños, en vez de tener
acceso directo a la nutritiva leche de sus madres solo recibían alimentos
mediante biberones que se le daban una y otra vez, hasta que muchos llegaban a
devolver el líquido. En general en este tipo de lugares a los turistas solo se
les ofrecen los cachorros, ya que su edad les impone una buena dosis de ternura
y más seguridad. Pero si hay tantos bebés, ¿dónde y en qué condiciones viven
los adultos que los procrean, que suelen estar ocultos a la vista del público?
Jaulas y
estereotipia
El tigre es un
animal que necesita mucho ejercicio diario y algunos de los especímenes más
grandes del templo eran paseados en medio de la multitud de turistas, dando la
impresión de que esa era la norma. Pero la realidad era muy diferente. La
mayoría de los 122 tigres adultos pasaban la mayor parte de su tiempo
confinados en jaulas, con hasta 6 individuos por habitáculo y la mayoría
experimentaba signos de estereotipia animal, el mal de los cautivos.
Alimentación
Los animales comían
pollo hervido todos los días. Muchos tenían sobrepeso y subdesarrollo muscular.
Los tigres necesitan ingerir carne roja regularmente para obtener la enzima
taurina y otras vitaminas esenciales para su desarrollo normal, pero los monjes
se excusaban en que este tipo de alimentación era muy cara.
Dinero
Detrás de la fachada
del Templo se escondía un gran negocio, el de las donaciones que no se
empleaban ni en mejorar la nutrición o el cuidado de los animales y mucho menos
en reintroducirlos en las selvas. Era meramente un negocio muy lucrativo, del
que tanto los que acuden a esos sitios, como quienes difunden sus imágenes, son
cómplices de su existencia.
Peligro
Tanto los tigres,
como otros animales salvajes a los que se los obliga a vivir en contra de su
naturaleza son animales impredecibles, que pueden causar graves daños a los
turistas desprevenidos. Los ejemplos de ello son muchos, pero la gente sigue
exponiéndose a estos riesgos por sacarse una foto cerca de un tigre o montando
un elefante. El templo de los tigres es probablemente uno de los lugares más
controvertido en el sudeste asiático. La gente que llegaba allí tenia
oportunidad de ver a los majestuosos felinos junto a los monjes, podían
acariciarlos y fotografiarse con ellos, pero nunca se enteraban de lo que
pasaba de puertas para adentro. Las ONG’s que lograron su cierre advierten que
la reapertura de este lugar, que se produjo a principios de este año, no les da
tranquilidad, temen que todo vuelva a comenzar y piden a la gente que no acuda
allí, ni a otros lugares similares, donde los animales salvajes son obligados a
una existencia que va en contra de su naturaleza.
Fuente: Naturaleza