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09 enero, 2017

Venezuela: la peor economía del mundo en 2016


Debates IESA

Venezuela cerrará 2016 con el peor desempeño económico del mundo: contracción de la producción, desabastecimiento y la mayor inflación del planeta; todo esto, paradójicamente, dos años después del auge petrolero más extraordinario en magnitud y duración de la historia.
Por José Manuel Puente y Jesús Rodríguez
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) certificó en 2011 que las reservas probadas de petróleo de Venezuela alcanzaban 296.500 millones de barriles, superiores a las de Arabia Saudí; estas cifras colocaban a Venezuela como el país con las mayores reservas de petróleo del mundo. De hecho, Venezuela ha experimentado desde el año 2004 el mayor impacto externo registrado en la historia económica del país. Entre 1999 y 2015 el país recibió 883.972 millones de dólares en ingresos por exportaciones petroleras. El precio del petróleo subió de unos 16 dólares por barril en 1999 a un promedio de 57,6 dólares durante los últimos 17 años. Venezuela vivió nuevamente un auge de precios que creó una extraordinaria renta asociada al «milagro» petrolero. Sin embargo, ahora padece, por tercer año consecutivo, una recesión económica y en 2016 tendrá el peor desempeño económico del mundo: contracción de su producto interno bruto (PIB), la mayor inflación del mundo y un desabastecimiento nunca antes visto.
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Contracción de la actividad económica
Según las cifras del Banco Central de Venezuela para el año 2015, el PIB se contrajo en 5,7 por ciento en comparación con el año anterior. Por lo tanto, Venezuela continúa por segundo año consecutivo en un ciclo recesivo: después de una disminución de -3,9 por ciento en 2014, ha experimentado ocho trimestres consecutivos de caída de la producción. Esto ubica a Venezuela como la economía con el peor desempeño del continente americano en 2015 por segundo año consecutivo.
El desempeño negativo de Venezuela comienza en 2014; paradójicamente, cuando el precio del petróleo era todavía muy alto: 88,42 dólares por barril. Es decir, la crisis económica de Venezuela comienza antes de la caída del precio del petróleo. La caída del precio del petróleo en 2015 y 2016 ciertamente exacerbó el desequilibrio macroeconómico, pero no fue el origen del colapso. En su lugar, el agotamiento de un modelo de desarrollo implementado durante 17 años fue su causa, particularmente, 1) una incoherente política económica, caracterizada entre otros factores por una inflexible política cambiara que produjo una apreciación del tipo de cambio (y que condujo a un auge de importaciones y a la destrucción del aparato transable de la economía), 2) un ambiente de hiperregulación (controles de precios, cambios, tasas de interés, etc.) y 3) sistemáticas expropiaciones y nacionalizaciones que contrajeron el aparato productivo.
Durante 2015 solo dos sectores de la economía no petrolera registraron crecimiento: comunicaciones (2,7 por ciento) y servicios del gobierno (uno por ciento). Si se analiza el desempeño del sector transable de la economía, principal generador de empleo, se observa que manufactura y comercio sufrieron contracciones: -6,8 y -11,8 por ciento, respectivamente. La variación global del PIB (-5,7 por ciento) fue resultado fundamentalmente del desempeño del sector no petrolero, que representa cerca del 89 por ciento de la economía. El PIB no petrolero se contrajo en -5,6 por ciento y el PIB petrolero en -0,9 por ciento. El sector de finanzas y seguros y el sector construcción mostraron los peores desempeños de la economía: contracciones de 13 y 24 por ciento, respectivamente.
Al analizar el desempeño del PIB de los países de Sudamérica entre 1999 y 2015 puede apreciarse que Venezuela exhibió el menor crecimiento, como resultado de una desacertada política económica y la profundización de un modelo rentístico petrolero que, junto con la ausencia de disciplina fiscal y monetaria, han creado un entorno económico desfavorable caracterizado por el deterioro del aparato productivo nacional, alta y persistente inflación, escasez de bienes y servicios, endeudamiento creciente y reducción de la inversión extranjera en el país.
Si se compara el crecimiento acumulado del PIB de todos los países de la OPEP, en el período 2004-2015, se observa que, con la excepción de Libia (país en guerra y con una profunda crisis política), Venezuela experimentó el menor crecimiento de los países que integran la organización. Fue el país que menos aprovechó el mayor auge petrolero en magnitud y duración de la historia, lo que revela el mal manejo de los fondos públicos por parte del gobierno. Venezuela registró una tasa de crecimiento acumulada del PIB de 27,5 por ciento, lo que representa poco menos de la mitad del promedio registrado por los países de la OPEP (74,6 por ciento).
La mayoría de los países de la OPEP registraron durante 2015 tasas positivas de crecimiento económico y bajas tasas de inflación, mientras que Venezuela tuvo el peor desempeño económico, con el segundo menor crecimiento y las mayores tasas de inflación y escasez.
En 2016 se espera que Venezuela registre la menor tasa de crecimiento económico de los países miembros de la OPEP y la mayor tasa de inflación del mundo. El declive del precio del petróleo no fue necesariamente el origen del colapso económico que Venezuela sufre: la contracción económica comenzó antes. Ninguna otra economía petrolera muestra los desequilibrios macroeconómicos que se observan en Venezuela: aguda contracción económica, alta y persistente inflación, y sistemática escasez de bienes básicos.
El PIB por persona se contraerá en 2016 por cuarto año consecutivo y será similar al registrado en 2004; después del paro petrolero y el golpe de Estado, dos acontecimientos políticos que condujeron a una contracción de 15,9 por ciento del PIB.
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Un indicador de actividad económica como la producción de vehículos —ensamblaje y ventas— muestra que para los primeros seis meses de 2016 se alcanzó el peor desempeño de los últimos trece años y apenas el 15,5 por ciento de lo registrado en 2015. Esta es una señal de contracción de la producción nacional (específicamente, el sector manufactura) en el primer semestre de 2016.
Ensamblaje y producción de vehículos, consumo de cemento y consumo eléctrico son, teóricamente, buenos indicadores del ritmo de la actividad económica de un país. Las ventas de vehículos explican en un 54 por ciento el desempeño promedio de la economía en Venezuela. Por ello, en ausencia de publicación de datos macroeconómicos por parte del BCV, pueden utilizarse las ventas de vehículos durante el primer semestre de 2016 para inferir los resultados de la economía para este año. En efecto, las variaciones trimestrales de las ventas de vehículos y el PIB tienen desempeños muy similares: el coeficiente de correlación (0,74) indica que existe una relación lineal positiva entre ambas variables.
La mayor inflación del mundo y su impacto
La tasa de variación del índice de precios al consumidor durante 2015 se ubicó en 180,9 por ciento y el FMI la proyecta en 720 por ciento para 2016. Esta tasa de inflación —la más alta del mundo— es el resultado de una desacertada política económica caracterizada por incrementos más que proporcionales de la liquidez, la emisión de dinero inorgánico para financiar a Petróleos de Venezuela, los controles de precios que desestimulan la producción y una política fiscal expansiva que impulsa la demanda de bienes y servicios. En los últimos diez años, Venezuela ha estado entre las diez economías con mayor inflación del mundo. La inflación ha ocasionado impactos muy negativos sobre los patrones de consumo de los agentes económicos, caída de los ingresos reales, empobrecimiento y pérdida de poder adquisitivo y bienestar de la población.
El salario mínimo real en Venezuela, como consecuencia de la alta y persistente inflación de la última década y las devaluaciones de la moneda, al cierre del año 2015 es el menor de los últimos 27 años y uno de los menores de América Latina. Esto ocurre en el país que posee las reservas petroleras más grandes del mundo y, por lo tanto, uno de los mayores potenciales económicos en el continente.
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La caída del ingreso real y el empobrecimiento de los venezolanos pueden apreciarse claramente en el estudio realizado por las universidades Católica Andrés Bello, Central de Venezuela y Simón Bolívar, mediante la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi). Para el cierre del año 2015, la proporción de pobres y pobres extremos en Venezuela alcanzó 73 por ciento, cuando en 1998, año previo al inicio del gobierno de Hugo Chávez, era 45 por ciento. Después de 17 años y 883.972 millones de dólares de ingresos por exportaciones petroleras, Venezuela es hoy mucho más pobre que cuando se inició la revolución bolivariana.
La insostenibilidad a mediano y largo plazo de la política económica, así como otros factores, se refleja en el riesgo país. Según el índice EMBI+ elaborado por la empresa JP Morgan, que mide la diferencia entre el rendimiento de un título emitido por un gobierno y el de un título de características similares emitido por el Tesoro de Estados Unidos, luego de una notable caída a partir de febrero de 2009, el riesgo país venezolano ha mantenido una tendencia creciente desde el segundo trimestre de 2014. En efecto, el promedio mensual de este indicador pasó de 1.040 puntos básicos en agosto de 2014 a 2.905 en mayo de 2016: el mayor de las principales economías latinoamericanas (Argentina 546, Brasil 403, Colombia 291, México 297) y el quíntuple del valor registrado para el promedio de América Latina en julio de 2016, que fue 495.
El desempeño del riesgo país venezolano resulta paradójico, después del mayor auge petrolero en magnitud y duración de la historia de Venezuela. Un alto precio del petróleo ha sido tradicionalmente el gran «colateral» que transmite confianza a los mercados, porque tiene efecto positivo sobre la solvencia y las disponibilidades líquidas del gobierno para hacer frente a los pagos de deuda y otras acreencias externas. Dado que el petróleo representa cerca del 96 por ciento de las exportaciones y el cuarenta por ciento de los ingresos fiscales, la caída del ingreso petrolero debilita tanto las cuentas del sector externo como las finanzas públicas. Ciertamente, los mercados están percibiendo los desequilibrios macroeconómicos y su insostenibilidad a corto y mediano plazo; además, penalizan al país por los grandes volúmenes de deuda pública emitida en los últimos años, la volatilidad del precio del petróleo y el bajo nivel de las reservas internacionales, el alto costo de mantener una política de tasa de cambio fija y la calidad y estabilidad del marco político-institucional en el cual se desenvuelve la economía.
Panorama macroeconómico para 2016
Si se toma en cuenta la información publicada por el Fondo Monetario Internacional en su reporte de abril de 2016, Venezuela será la economía de peor desempeño macroeconómico del mundo, con una fuerte contracción de su PIB (-10 por ciento) y por cuarto año consecutivo la de mayor inflación del globo terráqueo (720 por ciento).
Venezuela sufre por tercer año consecutivo una recesión económica y en 2016 cerrará con el peor desempeño macroeconómico del mundo. América Latina enfrenta en este momento una compleja situación económica, por diferentes factores: caída de los precios de las materias primas, ralentización del comercio mundial y escasos avances en términos de productividad. Sin embargo, las proyecciones para 2016 del FMI muestran un continente latinoamericano que se contraería en promedio en -0,5 por ciento, pero donde la mayoría de las economías tendrían un buen desempeño en términos de crecimiento. Por ejemplo, las proyecciones indican que Perú crecería 3,7 por ciento, Bolivia 3,8 por ciento y Colombia 2,5 por ciento. La gran excepción sería Venezuela. La historia reciente y los datos muestran que, lamentablemente, ese ciclo de desempeño macroeconómico negativo y caída en la aprobación de la gestión del gobierno están relacionados y estarán presentes por un tiempo más. La gran incógnita sigue siendo cuándo y cómo terminará este muy «inestable equilibrio» económico y político de Venezuela.

José Manuel Puente, profesor titular del IESA y profesor invitado de la Escuela de Gobierno Blavatnik, Universidad de Oxford. Jesús Rodríguez, profesor de gerencia del sector público, Universidad Católica Andrés Bello, y director de Planificación, Organización y Presupuesto, Alcaldía de Baruta.
Publicado en la edición octubre-diciembre 2016.