Analítica
Un técnico en sistemas de 28 años que se cansó un día de lo rutinario de su vida y decidió hacer una pausa. Comprensible hasta aquí. La diferencia es que él escogió tomarse este tiempo pedaleando desde su natal Uruguay hasta Panamá ¡Unos 13 mil kilómetros! Esto definitivamente no lo hace cualquiera.
Esta es la historia de Tabaré Alonso y su viaje
en bicicleta por América, con especial énfasis en lo que halló en su paso por
Venezuela.
Punto de partida
Una ruptura amorosa le mostró que las certezas son frágiles. La
rutina de trabajo le confirmó que el anhelo de apostar por la aventura y la
incertidumbre valía la pena, y el viejo mapa en el que había ido marcando
durante años lugares para visitar, le dio alas a esa secreta esperanza y le
proporcionó la voluntad necesaria para enfrentar el reto.
Un amigo de la infancia radicado en Bogotá le debía un café, así
que decidió ir a buscarlo, recorriendo en bicicleta el trecho kilométrico que
los separaba.
“No serán vacaciones, sino una aventura diaria donde cada día
tendré que ir superando los obstáculos y miedos que vayan presentándose,
sumándole el deporte y la vida sana”. Así presentaba Tabaré
el proyecto que estaba por iniciar, en la web que creó para ir compartiendo su
travesía.
Recorrió Uruguay, Argentina, Bolivia, subió hasta Perú y allí,
la Cordillera Andina, a 5mil kms de altura, le presentó una nueva encrucijada:
incluir a Venezuela en el trayecto y conocer el Mar Caribe con el que tanto
soñaba… o seguir hacia Colombia por Ecuador, tomando el camino seguro. Era una
decisión de 4 mil kilómetros en bicicleta. No podía dudar.
¡No vayas a Venezuela!
Tan pronto comentó en sus redes su decisión de visitar Venezuela
empezó a recibir advertencias y rogatorios, uno tras otro, que intentaban
hacerlo desistir de la idea.
“La gran mayoría era de gente venezolana. ‘Te van a robar, te
van a secuestrar’, me decían cada dos por tres. Odiaba que me dijeran eso,
porque yo sí quería ir”, relató Tabaré a Sumito
Estévez, quien lo entrevistó en su programa de radio “El Diario de un
Chef”.
La decisión estaba tomada: giró hacia Brasil, remontó ríos,
llegó hasta Manaos y finalmente se encontró frente a la frontera con Venezuela.
“Incluso el último día antes de cruzar la frontera, un chico
venezolano me dijo: ‘Te recomiendo no que cruces a Venezuela. Vas a tener que
dormir en la copa de los árboles para que no te roben’. Eso me dolió porque
tienes un sueño y no quieres que 99 de 100 personas te digan que lo abandones”, cuenta el ciclista.
...Pero no había llegado tan lejos para apartarse ahora.
...Pero no había llegado tan lejos para apartarse ahora.
La tierra prometida
Haciendo caso omiso a todas las advertencias,
Tabaré entró a Venezuela por Santa Elena de Uairén, encontrándose con la
plenitud de la Gran Sabana.
“Apenas
crucé sentí la primera diferencia: el respeto hacia el ciclista. Los carros que
en Brasil parecía que hacían competencia a ver quién te pasaba más pegado -solo
a cinco o diez centímetros-, aquí en Venezuela se abrían hasta metro y medio y
hasta bajaban la velocidad para no afectar tu andar”, relató el uruguayo en su entrevista.
El segundo impacto se lo llevó con la Guardia Nacional, cuerpo
de seguridad sobre el cual le habían prevenido mucho: “Te van a sembrar droga, decían, te van a
robar la comida y todo lo que lleves… ¡y resulta que son las personas más
increíbles! ¡Los que más me han ayudado! No uno o dos, sino todos los que me he
encontrado en Venezuela”, contó en la entrevista radial.
Según relató Tabaré, los efectivos de la GN le
daban agua y café, se interesaban por su historia y al conocer lo que está
haciendo, le permitían asearse y hasta hacían colectas entre ellos mismos
para darle alimento o dinero para el viaje.
“Incluso
algunos me piden el número de teléfono y todos los días me mandan mensajes, me
preguntan cómo voy y me piden que les mande fotos”, le contó el uruguayo a Sumito.
Retrato de los venezolanos
Un momento de gran tensión en el viaje estaba
alrededor del kilómetro 88, en la carretera de “Las Claritas” hacia El Dorado.
Explica el ciclista que sentía temor porque era el sitio sobre el que más le
habían advertido; incluso varias personas le pidieron que hiciera ese tramo en
un vehículo y no se expusiera andando en bicicleta y sin compañía.
Pero justo allí ocurrió otra gran anécdota, que
relató a la periodista Valentina
Quintero en su
programa de radio: “Me
bajo en Las Claritas para comprar unas cuatro naranjas y me siento en la acera,
afuera de la bodega, a comerme una. Pronto la señora del local me dice que
pase, que me siente en una silla, que no tenía que estar comiendo en la calle”,
relata.
“Yo entré
descalzo porque tenía el pie un poco infectado e hinchado por una lesión que me
hice en el Roraima, y de pronto se acerca otra señora -de la nada- con
agua caliente para limpiármelo… y llega otro señor y me trae antibiótico… y se
acerca el hijo de la señora y me devuelve el dinero y me da más fruta… Y de
repente tengo como 10 personas alrededor de mi, ayudándome ¡Sin conocerme de
nada! Ahí me emocioné mucho”, le contó el ciclista a
Quintero, conmoviendo a su entrevistadora.
Tabaré asegura que los venezolanos son gente
amable y solidaria como no había encontrado en todo su viaje. “Si necesito ayudo, yo la pido, no tengo
problema con eso. Pero aquí la ayuda viene a mí. Las personas son las que se
acercan. ¡Eso me impresiona! No les importa si no me he bañado, si tengo el
pelo largo o estoy lleno de barro. Se acercan para cuidarme, para preguntarme
si estoy bien, si comí hoy. Esto no me pasó en ningún otro lado”, afirma el uruguayo.
Sin trueques
Otra cosa que ha llamado la atención del
viajante uruguayo es el desprendimiento con el que ha visto actuar al
venezolano.
Acostumbrado en su travesía a hacer pequeños
trabajos a cambio de alimentos o un lugar para pasar la noche, ha sido
desbordado con la generosidad local. “El
venezolano no hace las cosas por trueque: Aquí un plato de comida, un vaso de
agua te lo dan a cambio de nada, solo por la tranquilidad de saber que estás
bien”.
Agrega que en otros países por donde ha
pasado le dan lo que sobró de la comida, o lo que van a botar, lo cual igual
agradece. “Pero aquí, a pesar de las dificultades
que están pasando, la gente me da de lo mismo que están comiendo ellos. Que
coman un poquito menos para darte a ti, como si fueras de la casa, te arruga el
corazón”.
Sin embargo, Tabaré aseguró a Valentina
Quintero que aquí le ha ayudado tanto el humilde como la gente con poder adquisitivo: “Aquí
es diferente, me ha ayudado la gente humilde, pero también gente en grandes y
lujosas camionetas se me han acercado para ayudarme. No solo una o dos, sino
muchas me han dado dinero para que me compre algo”.
Aunque aún le falta un largo tramo por este
territorio caribeño, asegura que desde ya se lleva la mejor impresión de
nuestro país. “En
una aventura como esta te vas a encontrar personas buenas y malas. Pero en
Venezuela yo solo me he encontrado personas geniales. Hace un mes que estoy aquí
y hoy te digo esto: Llegue al paraíso cuando entré en Venezuela”.
Para saber más sobre la historia de este
cicloturista y acompañarlo en su travesía, pueden seguirlo en sus redes: Viajando por América en Facebook y @tabarealonso por Instagram