Pronunciamiento del Foro Cambio Democrático a la Mesa de Diálogo
El país y los venezolanos reclaman ponderación y salidas a la crisis.
Es hora de hacer valer la razón sobre las posturas tremendistas, extremistas y radicales.
Esta es una exigencia que vale para ambos sectores, toda vez que no lucen exentos de actitudes irracionales, que lejos de favorecer la búsqueda de salidas las entorpecen.
El diálogo no puede estar sometido al yugo del tiempo, ni de la inmediatez. Eso lo entendemos y creemos que un atinado proceso reflexivo puede ahorrarle al país males superiores a los que ya soporta. También entendemos y deseamos que así lo valoren las partes y los facilitadores: que el diálogo no puede ser un proceso eterno.
Una democracia que funciona saludablemente no requiere de diálogos especiales, más bien, es un proceso continuo que se desarrolla en las instituciones que norman el desempeño democrático. No es el caso de nuestro país y el diálogo entre gobierno y oposición es consecuencia de una profunda crisis.
En efecto, es una crisis económica, también social, pero profundamente política, al extremo que exige la presencia de facilitadores internacionales y, además, provoca pronunciamiento de expresidentes de otras naciones como recientemente acaba de ocurrir. Este es un dialogo especial precisamente por el déficit democrático que observa Venezuela. La presencia de los facilitadores internacionales, expresidentes Leonel Fernández, Martín Torrijos, José Luis Zapatero y la presencia del Monseñor Celli en representación del Vaticano, ha permitido abrir espacios de entendimiento entre una parte del sector oficialista y la oposición. El hecho mismo de que el gobierno haya disminuido su rápido camino hacia un régimen neo-dictatorial-dictatorial es por si solo un dato de que debemos considerar.
Estamos convencidos de que los problemas del país no podrán solucionarse en breve tiempo. La crisis ha aumentado en intensidad; el gobierno creyó que distrayendo la atención de la ciudadanía hacia otros asuntos podría mitigar o desaparecer por arte de birlibirloque los angustiosos padecimientos de la colectividad.
El gobierno se creyó su fantasía: imaginó anaqueles abarrotados de bienes alimenticios, farmacias en idénticas condiciones; expansión de la producción nacional como consecuencia de unas cuantas decenas de motores; aumento de los precios de los hidrocarburos y la pulverización del dólar paralelo.
La realidad es otra, precisamente la contraria. El gobierno siguió en la ruta del fracaso, la cual tiene efectos devastadores en la vida de la mayoría de la población venezolana. La crisis ha tenido unos efectos tan ruinosos que ya no tiene sentido hablar de sectores vulnerables: todo el país siente hoy un gran temor por el porvenir. Esa es la realidad.
La mesa de diálogo debe producir acuerdos sustantivos para superar la crisis. Es verdad que no es posible imponerles tiempo, pero los ciudadanos no pueden dedicarse a contemplar las contradicciones entre supuestos acuerdos entre oposición y gobierno.
Al país hay que hablarle claro, con la verdad por delante.
Se ha dicho que se acordaron sobre ayuda humanitaria y solo se sabe que se decomisa unas medicinas que inicialmente venían para Cáritas para entregárselas al IVSS. Entonces, ¿de qué se trata la ayuda humanitaria?: el gobierno no puede actuar como parásitos o rémoras de instituciones que por cuenta propia han sido más eficaces que el Ejecutivo en la obtención de ayuda humanitaria.
Se anunció un plan de liberación de los detenidos por protestas contra el gobierno. Pues bien, los libreados hasta la fecha corresponden a una cantidad risible en comparación a la cantidad de presos.
Se informa de un cronograma electoral cuya confirmación es dudosa. Difícilmente se le pueda brindar credibilidad a un cronograma electoral elaborado por una institución que violó la Constitución al no convocar las elecciones regionales correspondientes a este año.
Más que declaraciones de principios, de disposición al diálogo, el país exige concreciones.
Señores facilitadores del diálogo y representante del Vaticano:
El país va por mal camino. El aumento de la inflación es directamente proporcional al número de venezolanos que vemos abriendo bolsas de basura en búsqueda de comida. Los servicios de salud empeoran y con ello la salud de miles de venezolanos, incluidos los niños. Contrario a lo afirmado por el gobierno es el dólar quien pulveriza al bolívar.
El año que viene será peor. No hay nada que diga lo contrario, ni un solo indicador revela una mejora en la economía venezolana. El tiempo que requiere Maduro y su gobierno no es para llegar al 2018 sino exactamente para lo contrario: para salir lo más pronto posible de tales funciones.
Los exhortamos a que le hablen claro al país, con la verdad. Sugerimos desde esta tribuna que los acuerdos refrendados entre las partes sean anunciados públicamente ante el país y el mundo por el representante del Vaticano, con claros señalamientos de los lapsos que se establecen para su cumplimiento y las responsabilidades de cada uno de los actores involucrados.
La vaguedad y las contradictorias declaraciones solo contribuyen a estimular una angustia colectiva cuyas consecuencias son difíciles de predecir.
Caracas, 27 de noviembre de 2016