Una
nueva dinámica política de retrocesos sociales se impone en Brasil y en
otros países latinoamericanos en los últimos meses. Se trata de una
ofensiva neoliberal en el marco de una nueva “guerra fría”, afirma el
teólogo, escritor y militante social brasilero Leonardo Boff. Realidad
que exige repensar – y recrear- la cooperación con los sectores más
excluidos de ese país sudamericano, insiste el co-fundador de la
Teología de la Liberación en esta entrevista exclusiva.
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P:
Brasil vive en los últimos meses profundos cambios institucionales. Un
gobierno con sensibilidad social que ha sido revertido por mecanismos
parlamentarios. ¿Cuál es su análisis?
Leonardo Boff (LB):
La oligarquía brasilera, es decir esos 71 mil multimillonarios que
controlan una gran parte de la riqueza nacional, nunca aceptó un obrero
metalúrgico llegara a ser presidente. Toleraron a Lula porque no afectó
su proceso de acumulación de riqueza y porque los proyectos sociales no
interferían en su propia estrategia de acumulación. Pero cuando
percibieron que después de 13 años de gobierno de Lula y de su
seguidora, Dilma Rousseff, iba a consolidarse una política popular que
benefició a 40 millones de personas, no lo aceptaron. Y decidieron
interrumpir esa tendencia amenazadora para sus intereses de clase rica.
Como no ganaron el gobierno mediante elecciones, optaron por el camino
del golpe parlamentario. Atrás del mismo se alinean fuerzas
conservadoras, partidos neoliberales, sectores de la justicia, la
policía militar, una parte de la Corte Suprema y la prensa más
conservadora de Rio de Janeiro y Sao Paulo.
Ofensiva reaccionaria, errores del campo progresista
P: Se aprovecharon de errores de altos funcionarios del Partido de los Trabajadores (PT)…
LB:
Usaron como pretexto la participación de altos dirigentes del Partido
de los Trabajadores (PT) en hechos graves de corrupción en la empresa
nacional de petróleo PETROBRAS. Y aprovecharon del contexto de la nueva
crisis económica, consecuencia de una profunda crisis política. Todo
esto creó el marco para destituir a la presidenta Dilma, que es una
persona honrada a quien no se le puede imputar ningún crimen. Crearon la
figura de “irresponsabilidad fiscal”, a la que los mejores
especialistas de derecho y de la economía niegan fundamentos. Desde la
destitución provisoria de Dilma asumió el ejecutivo el vicepresidente
Michel Temer quien lanzó el programa “Un puente para el futuro” nutrido
de un virulento neoliberalismo. El mismo privilegia el mercado y
suprime muchos de las conquistas sociales alcanzadas durante el gobierno
del PT.
P: ¿Con consecuencias también en el rol de Brasil a nivel internacional?
LB:
En efecto. En el terreno internacional las iniciativas del ministro de
relaciones exteriores brasilero buscan romper el MERCOSUR y alinearse a
las potencias hegemónicas: Estados Unidos y Europa. Es la ofensiva
neoliberal que comenzó con los golpes en Honduras (2009) y Paraguay
(2012), y se prolongó con Mauricio Macri elegido en Argentina a fines
del 2015. No hay que subestimar un importante elemento geopolítico:
Brasil pertenece a los BRICS (junto con Rusia, India, China y
Sudáfrica). China está penetrando furiosamente en América Latina,
incluso en Brasil. Diría que está comenzando una nueva “guerra fría”
entre China y los Estados Unidos. La cuestión para los Estados Unidos es
cómo controlar a Brasil en tanto séptima economía mundial. No toleran
que haya en el Atlántico Sur una potencia con autonomía en sus visiones,
que no siga su dirección hegemónica. Por su dimensión geográfica –más
de 8 millones de kilómetros cuadrados- y una población de más de 200
millones de habitantes, la importancia de Brasil en el concierto
latinoamericano es significativa. Y puede pensarse que los rumbos que
tome Brasil podrían indicar el camino de los demás países del
continente. Por eso es muy trascendente analizar de muy cerca lo que va a
pasar ahora, después de la destitución de Dilma. Decisión tomada por un
Senado que cuenta con 81 miembros, de los cuales 49 están investigados
por corrupción. Es paradójico: los que deberían ser juzgados son los que
han juzgado a una persona honesta e inocente.
P:
¿En este complejo proceso brasilero, cuánto se debe a la ofensiva de la
oligarquía y cuánto a fallas políticas cometidas por los gobiernos del
PT?
LB:
Se dieron varios errores del Partido de los Trabajadores. Para
garantizar la gobernabilidad estableció alianzas con partidos
conservadores y claramente corruptos. Fue descuidando la articulación
orgánica con los movimientos sociales, exactamente la fuerza principal
que llevó a Lula a la presidencia en 2002. No se dio continuidad a la
formación política de las bases partidarias. No han realizado una
concientización activa de los beneficiados por los proyectos
sociales para que no fueran solo consumidores sino, y fundamentalmente,
ciudadanos críticos. Cuadros importantes del PT han participado en
varios niveles de corrupción. Todo esto ha desmoralizado, desgastado, la
autoridad política del PT. Los sectores conservadores, aliados a los
grandes grupos mediáticos, han explotado esta situación y crearon la
identificación del PT con la corrupción, cuando había tantos o más
corruptos en los otros partidos, todos denunciados en el proceso de
PETROBRAS. Lamentablemente el PT nunca hizo una autocrítica pública de
sus errores. El pueblo, con toda seguridad, iba a comprender la
situación. Y hubiera continuado a darle su apoyo porque representa las
conquistas políticas de los pobres y de los que durante siglos fueron
marginados.
Recrear la solidaridad internacional con los movimientos sociales
P: ¿Ante esta nueva ofensiva los movimientos sociales brasileros corren mayores riesgos?
LB:
El Congreso elitista y conservador busca afectar a esos movimientos. Ha
aprobado una ley que los criminaliza como si fueran terroristas. Ya la
aplicaron a algunos miembros del Movimiento de los Trabajadores Rurales
sin Tierra (MST), el más crítico al sistema neoliberal y a la espantosa
acumulación de tierras y riquezas que se da en Brasil. El MST constituye
la oposición más sistemática y fuerte al rumbo neoliberal y antipopular
del gobierno Temer.
P: ¿Cuál es el rol de la cooperación y de la solidaridad internacional en la actual coyuntura brasilera?
LB:
Es muy importante implementar una articulación de los movimientos
sociales brasileros con otros movimientos y ONG que en la escena
internacional tienen una visión crítica hacia el actual modelo y
apuestan a otro mundo posible y necesario. Conocemos el aporte
significativo, por ejemplo, que E-CHANGER (INTERCAMBIAR) y otras
organizaciones suizas, europeas y de otras nacionalidades, han asegurado
desde años en distintas regiones de Brasil. Pienso que es un momento
esencial para promover una especie de diplomacia popular con intercambio
de personas y de experiencias entre Suiza (Europa) y Brasil
(Latinoamérica). Puede expresar una fuerza de resistencia. Y compartir
la búsqueda de nuevos caminos alternativos a los actuales rumbos
antisociales y privatizadores de los gobiernos neoliberales que vuelven a
imponerse en nuestro continente.
P:
No faltan en Europa las voces que dicen que dado que Brasil es una
potencia de primer nivel mundial la cooperación internacional debe
retirarse.
LB:
¡Nada más falso! Insisto en lo que hemos dicho antes sobre la
concentración brutal de la riqueza y de la existencia en Brasil de
amplios sectores mayoritarios excluidos. Y mucho más si vemos la actual
etapa que atraviesa mi país. Quiero insistir, por ejemplo, que E-CHANGER
ha demostrado un fuerte sentido de solidaridad. Y sus cooperantes han
demostrado siempre una gran capacidad de adaptación y encarnación en el
mundo de los pobres. Se insertan sin problemas en los medios sociales
más pobres y aportan mucho, con sus conocimientos y experiencias
propias, a la búsqueda de soluciones a los problemas de los sectores más
marginados. Siempre me ha impresionado el respeto profundo de esos
cooper-actores suizos, en las comunidades más alejadas, a la escucha de
la gente y evitando todo protagonismo. Son aliados importantes. Le
aseguran a la gente con quienes trabajan la percepción que no está sola,
sino que son actores reconocidos y respetados en el extranjero. Esa
gente marginada siente que sus anhelos a mejoras son compartidos por
muchos hermanos en el mundo. Sienten que sus vidas y experiencias llegan
a otros pueblos y promueven oídos receptivos y más cooperación
solidaria.
Conciencia ecológica creciente
P:
¿La coyuntura latinoamericana, con sus propias prioridades de política
interna, así como la de Europa, con agendas propias -inmigración,
terrorismo-, dejan en segundo plano otros temas trascendentes como el
cambio climático?
LB:
Constato una conciencia creciente de que la Tierra está enferma y que
no podemos continuar en el rumbo actual porque puede llevarnos a un
camino sin retorno. La gente siente en su propia piel los cambios
climáticos. Los campesinos se dan cuenta que las aguas decrecen, que los
agro tóxicos desbordan sus suelos, que el régimen de lluvias cambia
radicalmente impactando negativamente en las cosechas. Esta conciencia
extendida, sin embargo, no es compartida por los gobiernos, que son
rehenes del sistema capitalista que necesita explotar al extremo los
bienes y servicios de la naturaleza para permitir la acumulación de
pocos. Más y más va quedando en evidencia que un planeta finito y
limitado en sus “bondades” –al decir de los pueblos andinos- ya no
soporta un proyecto infinito e ilimitado de enriquecimiento. La Tierra
necesita un año y medio para reponer lo que extraemos en un año. Ya no
es sostenible, y se manifiesta en el calentamiento global. Por primera
vez en la COP21 de París, del año pasado, se llegó al consenso de hacer
esfuerzos para limitar el calentamiento a 1,5 grados Celsius. Pero esa
decisión consensual no es vinculante, de aplicación obligatoria. Y las
naciones más grandes no asumen sus obligaciones…
P:
Para terminar… ¿Cuál es el valor del paradigma del Hombre Nuevo, tan
cercano a la reflexión y práctica política en los años setenta y que
parece ahora diluirse conceptualmente?
LB:
Estoy convencido, más que nunca, que debemos reinventar una forma nueva
de habitar la Casa Común, tal como lo menciona el Papa Francisco en su
Encíclica Laudato si. Esto exige reinventar una nueva forma de
ser humano y de realizar la misión del hombre y de la mujer en tanto
guardianes y cuidadores de la herencia sagrada que recibimos del
universo o de Dios. “O cambiamos o vamos al encuentro de la oscuridad”,
decía el gran historiador Eric Hobsbawm en su libro “La era de los
extremos”. En otra parte de su libro dice: “O cambiamos o morimos”.
Estoy convencido que al paradigma del poder como dominación – que es el
eje del mundo moderno desde los últimos siglos- hay que oponerle el
cuidado esencial y la responsabilidad colectiva por el futuro común de
la Tierra y de la humanidad. Esto es lo que nos motivó a elaborar la
Carta de la Tierra. Y que motiva al Papa a compartir su clara conciencia
sobre “cómo cuidar la casa común”.