Por: Simón Rodríguez Porras
En todas las regiones del país hay
decenas de protestas contra la escasez de alimentos semanalmente, en un
fenómeno que se ha extendido y generalizado en los últimos meses.
Mientras que en los primeros dos meses del año se registraron unos
sesenta saqueos, nada más en mayo ya se superó esa cifra, y en junio se
vieron grandes estallidos sociales como el de la ciudad de Cumaná a
mediados del mes. Hierve el descontento popular, al cabo de dos años de
recortes importantes en las importaciones de alimentos, en un marco de
caída de la producción nacional estatal y privada, lo que ha llevado al
país a niveles insoportables de escasez. Se trata de una política
criminal de ajuste que ha sumido en el hambre a millones de hogares.
Veamos las dimensiones del ajuste, que el
gobierno encubre alegando que es víctima de una “guerra económica” por
parte de la burguesía. Si en el primer semestre de 2014 las
importaciones fueron de diecisiete mil trescientos millones de dólares,
el ministro de economía Pérez Abad ha dicho que se estima que las
importaciones totales para todo el año 2016 se recorten a quince mil
millones de dólares. El brutal recorte al consumo busca sostener el pago
de la deuda externa, por cuyo concepto ya se han erogado más de treinta
y cinco mil millones de dólares en lo que va de este año.
El término “capitalismo salvaje” sirve
para describir el régimen económico desquiciado que impone el chavismo.
Desde hace poco más de dos años, para comprar productos de consumo
básico como arroz, azúcar, leche, harina de maíz, o artículos de
limpieza, la población debe hacer kilométricas colas ante comercios
privados y estatales. La situación se ha deteriorado vertiginosamente en
el último año. La inflación, espoleada por la impresión desaforada de
dinero por parte del Banco Central y por los recortes a la oferta, ha
destruido los salarios y obligado a millones de trabajadores a depender
de los precios subsidiados oficiales de productos que en el mercado
paralelo pueden venderse a precios entre veinte y cien veces más caros.
Coincidiendo con la aplicación de un
plan de racionamiento eléctrico y la reducción de los días laborables en
el sector público a dos por semana, en los últimos tres meses las
confiscaciones populares de alimentos se han extendido por todo el país.
Desde las grandes ciudades como Caracas, Valencia, Maracaibo o Puerto
La Cruz, hasta pequeñas poblaciones del interior, la población estalla
en acciones colectivas espontáneas para apropiarse de los alimentos que
no puede adquirir por sus precios prohibitivos y la destrucción de sus
salarios e ingresos. El gobierno ha respondido con centenares de
detenciones y una represión que ha dejado decenas de heridos y
asesinados. Maduro aseguró, luego del estallido de Cumaná, que
construiría una cárcel específicamente para encerrar a saqueadores.
La boliburguesía gobernante, en su
delirio reaccionario, estigmatiza las confiscaciones populares de
alimentos como acciones de “la oposición”. Repite el esquema del
gobierno asesino de Carlos Andrés Pérez, que justificó la represión
contra El Caracazo alegando que se trataba de un desorden provocado por
conspiradores (en aquel entonces se culpaba a la izquierda). Pero, tal y
como ocurrió en 1989 cuando el gobierno decidió aplicar a rajatabla un
paquete del FMI, hoy estamos ante un agravamiento brutal de las
condiciones de miseria y hambre del pueblo venezolano, por una política
del gobierno de total sometimiento del país a los acreedores
internacionales, sin ninguna consideración por las consecuencias
sociales.
El Estado de excepción decretado en mayo
por Maduro, anticipaba el agravamiento del descontento social. Ningún
mecanismo clientelar de distribución de alimentos en manos del partido
de gobierno, el Psuv, como los Comités Locales de Abastecimiento y
Producción (CLAP) va a contrarrestar esta situación. Por eso el gobierno
ha respondido con brutalidad asesina en la localidad oriental de
Cariaco, disparando con armas de guerra contra la población el 10 de
junio. Por eso militarizó Cumaná. Otras víctimas fatales de la represión
cayeron en Táchira y Mérida. En la localidad merideña de Lagunillas, la
población respondió al asesinato de un manifestante quemando la sede
del Psuv.
Paralelamente a esta escalada represiva,
el gobierno impide el ejercicio del derecho constitucional a convocar un
referendo revocatorio, y no convoca las elecciones regionales previstas
legalmente para este año. Maduro no solo neutraliza al parlamento
mediante sentencias del Tribunal Supremo de Justicia que le impiden
legislar o interpelar a ministros, sino que ya abiertamente plantea la
posibilidad de disolver la Asamblea Nacional. Irónicamente, este giro
reaccionario es presentado por el gobierno como la respuesta a un
supuesto “golpe suave” en su contra.
Mientras tanto, la MUD oscila
entre denunciar la “permisividad” gubernamental con las confiscaciones
de alimentos, llamamientos a la “prudencia” en la represión, y
responsabilizar al gobierno de promover saqueos. Como voceros del
empresariado y aspirantes a administrar el Estado venezolano, no pueden
reconocer la legitimidad de estas acciones extremas a las que recurren
miles de venezolanos en todas las regiones del país desde hace meses.
Los medios de comunicación privados y estatales, la mayoría de ellos
aliados al gobierno actualmente, censuran las noticias relacionadas con
protestas por falta de comida si incluyen apropiación de alimentos en
los comercios. Tal y como ocurrió el 27 de febrero de 1989, se configura
contra las acciones del pueblo desesperado un heterogéneo frente de
defensa de la propiedad privada y el orden capitalista que incluye al
gobierno, la MUD, Fedecámaras, los medios de comunicación, a todas las
instituciones y los partidos del régimen político venezolano.
Desde la izquierda que se opone al
gobierno, seguimos reivindicando El Caracazo de 1989, en tanto respuesta
legítima del pueblo empobrecido al paquete de CAP, Fedecámaras y el
FMI. Entendemos que las actuales confiscaciones de alimentos por parte
de la población son una respuesta legítima, si bien insuficiente, a la
política hambreadora de Maduro. Por eso repudiamos totalmente la
militarización de las ciudades y la represión asesina de Maduro contra
el pueblo. No es saqueador quien toma los alimentos que desesperadamente
necesita para sobrevivir; saqueadores son las transnacionales y la
boliburguesía que han arruinado al país, saqueadores son los que
entregan la industria petrolera y el Arco Minero del Orinoco al
imperialismo.
Está claro que los estallidos espontáneos
no son suficientes para enfrentar y derrotar la política del gobierno.
Necesitamos una respuesta organizada. Hay que exigir a las
organizaciones sindicales y populares genuinas que se articulen acciones
de lucha contra el ajuste. Tal y como plantea la reciente declaración
de la “Plataforma del pueblo en Lucha y del chavismo crítico”, debemos
exigir la derogación del Estado de excepción, el no pago de la deuda y
la eliminación de los CLAP; un plan de emergencia de importación de
alimentos y medicinas, y la confiscación de los activos de las empresas
de maletín que saquearon al país con fraudes de importaciones. Es
necesario impulsar un plan de lucha para exigir que la crisis la paguen
quienes la generaron, no el pueblo trabajador sometido al hambre y la
miseria.
SANTIAGO.- El 06 de
julio de 2013 estará grabado para siempre en la memoria de Marion
Bartoli. Aquel día la francesa hizo historia en Wimbledon ganando su
primer y único Grand Slam.
Han pasado tres años desde ese momento y la vida de la ex tenista ha
dado un giro radical. Atrás quedaron los momentos de alegría, pues hoy
vive un terrible drama.
La ex número 7 del mundo es víctima de un desconocido virus que la ha
hecho perder más de 20 kilos en sólo unos meses.
En un principio, Bartoli pensaba que la pérdida de peso pasaba por una
nueva dieta a la que se estaba sometiendo, a la que sumaba gimnasio,
ballet, yoga, pilates y otras actividades.
Sin embargo, la relevante baja comenzó a preocupar a la francesa, tanto
que decidió acudir a un médico. Ese momento comenzó lo que ella califica
como una "pesadilla".
Su imagen hoy en día impacta. Su extrema delgadez llama la atención
donde sea que vaya. "Tengo un virus con el que mi cuerpo está luchando y
que no me permite comer nada. Temo que un día mi corazón deje de
responder", es su crudo relato.
"Esto no es vida. Simplemente estoy sobreviviendo. No puedo ni comer,
temo por mi vida. Esto cada vez se va poniendo peor. No se lo deseo a
nadie", agrega.
Si bien en un principio se pensó que Bartoli sufría anorexia, la ex
tenista fue clara: "No me inflijo sufrimientos a mí misma, lo que vivo
es horrible".
El extraño virus le produjo "electrosensibilidad", generando, por
ejemplo, que necesite ponerse guantes para manejar su celular.
Su delicado estado la llevó a ser marginada del torneo de leyendas que
disputaría por estos días en Wimbledon, debido a que la organización
excusó "razones médicas" para sacarla.
Fuente: Emol.com - http://www.emol.com/noticias/Deportes/2016/07/07/811412/El-drama-que-sufre-una-ex-campeona-de-Wimbledon-No-puedo-ni-comer-temo-por-mi-vida.html
Fuente: Emol.com - http://www.emol.com/noticias/Deportes/2016/07/07/811412/El-drama-que-sufre-una-ex-campeona-de-Wimbledon-No-puedo-ni-comer-temo-por-mi-vida.html