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20 marzo, 2016

El tsunami latino

por


José Bucete 
america-latinaEn los últimos años, América Latina se ha convertido en el epicentro de una verdadera y gran revolución social. Protestas por doquier, el sentimiento de que no se ha avanzado, prosperado o progresado al ritmo que exigen los pueblos.
Todo este movimiento continental trae a la memoria la famosa “primavera árabe”, que en su momento colocó en el ojo del huracán a todos los países del oriente medio, producto de la decisión de sus pueblos soltar las cadenas y yugos que los mantenían atados y no les permitían prosperar, pero que, aun peor, los alejaban cada vez más de las sociedades modernas y civilizadas que se iban alzando en la mayoría de esos países.(...)

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¿Quién pudo prever que un país tan pequeño y que parecía tener poca influencia en la región como lo fue Túnez, podía encender una chispa que rápidamente se convirtió en una gran llamarada social que demandaba mas acciones de parte de sus líderes para resolver los principales problemas que sufrían las sociedades, donde se exigían mas libertades personales y mayores límites a la democracia, pero por sobretodo: un mejor democracia? Parecía que esas sociedades, después de experimentar diversos tipos de liderazgos y de sistemas políticos, habían llegado a la conclusión de que las autocracias, concentraciones de competencias y poder, los muchos privilegios para unos pocos y penurias para la inmensa mayoría, eran el detonante de esas masivas protestas.
En gran parte de estos países que decidieron alzar su voz, exigir a sus gobiernos más y mejores condiciones de vida, y nuevos gobernantes, unidos lo lograron; pasó lo impensable: dejaron a un lado diferencias religiosas y se unieron en torno a lo otrora mencionado; todo parece que cada pueblo latinoamericano va enrumbado por el mismo camino.
Los cambios políticos son como las mujeres en proceso de parto. El dolor agudo, parece que 9 meses se convierten en años, mientras más tiempo pasa, más se acentúan las molestias, y ni hablar de cuando cada madre está en proceso ya de parto, pero ya saber el hermoso resultado trae consigo la convicción de que el esfuerzo valdrá la pena.
El primero en dar el paso fue un país pequeño, pobre como Guatemala, quienes cansados de la corrupción imperante decidieron ejercer presión social sobre sus instituciones (congreso), y estos ejercer el papel de control sobre la función pública y ya sabemos cuál fue el resultado.
Honduras también, hace algunos años, decidió ejercer presión sobre su mal gobierno y el pueblo hondureño, que muy probablemente no tenga todos sus problemas resueltos, consiguió una vía para, unidos, sacar a su país adelante con un gobierno que responda a las demandas sociales.
Más adelante tenemos a un grande del continente: Argentina quienes, cansados de una especie de dinastía familiar, cansados del abuso de poder, del mal manejo de los dineros públicos, la corrupción anómala y ausencia de controles, decidieron dar paso al cambio de gobierno, por la vía más cívica que conocemos: elecciones. Lo peculiar es que este país siempre tendente a la izquierda, decidió por primera vez dar un giro más “diestro”, y unidos, deponiendo diferencias y pensando en el país buscaron una fórmula que les permita avanzar del estancamiento que sufren.
También tenemos al gigante del sur, a una de las economías más potentes del hemisferio, el coloso brasileño, que cansados de vivir en la utopía que ofrecía la izquierda brasileña, están volcados en las calles, casi a diario, con manifestaciones masivas exigiendo de inmediato un cambio de gobierno, empezando por la renuncia de la presidenta Dilma Rouseff. Hace un par de años, ¿Quién podría imaginar que el famoso “milagro Lula” se les descubriría tan pronto la pata de barro de ese gigante? ¿Quién podría imaginar que todos esos logros que se exhibieron desde el Brasil más profundo, hasta cualquier rincón del mundo sería parte de un maquillaje que no llenó las expectativas de los brasileños? Sin duda alguna, Brasil creció, prosperó y sacó a millones de la pobreza. Entonces, ¿Qué pasó?.
Un caso un tanto parecido, pero mas tétrico es el nuestro. El caso venezolano dibuja a una sociedad a la que también le vendieron las utopías del socialismo, las bondades de un sistema que lo único que pretendía era mantener el control absoluto del poder, guardando algunas pocas formas de la democracia tradicional: elecciones. Venezuela logró sacar a unos cuantos millones de la pobreza extrema, a través de dádivas, pero el socialismo del siglo XXI es tan utópico, que a los que únicos que pudo mantener fuera del umbral de la pobreza fue los que se enchufaron en grandes negocios alrededor del gobierno que botaba y despilfarraba sin control ni vergüenza el dinero de todos los venezolanos, mientras que al resto de los ciudadanos el socialismo del siglo XXI les volvió a comprar un pasaje de retorno a la pobreza, ahora convertida en miseria. Brasil y Venezuela comparten elementos comunes de este período político deleznable: delincuencia, desmejora en la calidad de vida, desmejora en los servicios públicos, la soberbia gubernamental, inflación y por supuesto, la metástasis de este cáncer: corrupción.
Todo cambio lleva tiempo, esfuerzo y sacrificios, pero debemos mantenernos seguros de que juntos podemos lograr ver la mejor Venezuela. Hoy quiero invitarlos a todos los que me regalan unos minutos de su tiempo para leer estas líneas, a que no nos dejemos invadir por la inacción y por el pensamiento negativo. El decir “nada está pasando” es precisamente menospreciar nuestras propias capacidades como sociedad.
venezuela-protestRecuerden a las heroicas madres, que sabiendo ya el resultado aguantan el dolor y sacrificio de ser usadas por Dios para dar vida a este mundo. Eso les reconforta y llena de alegría para pasar por el trago amargo. Así como Cristo, quien sabía que iba a ser torturado y humillado por todos, pero tenía la vista puesta al frente, en el horizonte, en la recompensa de cumplir su cometido y regalar vida eterna. Hacia allá debemos mirar, este país vale la pena, es el mejor del mundo. ¡Vamos que sí se puede!
¡Dios bendiga a Venezuela!