Vistas de página en total

11 abril, 2015

LA CRISIS DE UCRANIA, UNA CUESTIÓN DE GEOPOLÍTICA GLOBAL

Enlace permanente de imagen incrustada



Aunque se nos presenta en los medios como un asunto de escala europea, o incluso un conflicto puramente nacional, lo cierto es que la crisis de Ucrania tiene importancia global. En este artículo vamos a quitar zoom para adquirir una óptica mundial, analizando cómo pueden verse afectadas las relaciones internacionales a raíz del problema ucraniano.
En esta web hemos analizado el conflicto de Ucrania desde que comenzó a gestarse, hemos escrito sobrequé estaba pasando mientras se desarrollaba, y también sobre la dimensión económica de la crisis ucraniana, pero para intentar comprender cómo funciona el mundo hay que analizar los hechos desde el estudio de la geopolítica.
Basándonos en las tesis del profesor Wallerstein, el conflicto de Ucrania no es sino la punta de un gran iceberg donde se esconden los intereses de Rusia, Europa y Estados Unidos. Por distintas declaraciones que han hecho altos funcionarios de la administración estadounidense, Wallerstein asegura que lo que preocupa a Estados Unidos no es que Rusia se haga con el control del territorio ucraniano, sino algo mucho peor (para Estados Unidos): que pueda prosperar una alianza entre Alemania, Francia y Rusia.(...)

Lo que para muchos suena como una idea descabellada realmente tiene mucho sentido, al menos si se analiza desde una visión geopolítica. Rusia, Francia y Alemania tienen intereses geopolíticos comunes, más aun en la situación global actual, en la que todo hace indicar que los polos de poder se están moviendo hacia el área Asia-Pacífico. El cambio de una centralidad “Atlántica” hacia otra que tenga su centro en el Pacífico preocupa (y con razón) a las potencias Europeas, que no temen tanto un conflicto entre Estados Unidos y China como una alianza entre los dos gigantes. Ante esa situación de desequilibrio de poderes, potencias como Alemania o Francia tendrían que buscar reequilibrar el tablero internacional, y qué mejor manera que encontrando en Rusia un nuevo aliado.
Estados Unidos teme que eso pueda ocurrir porque, en realidad, no es algo tan extraño. En la mente de EEUU aun está cercano el recuerdo del veto que, en 2003, le hicieron Alemania, Francia y Rusia cuando pidió que el Consejo de Seguridad de la ONU avalara la intervención en Irak. Además, los últimos precedentes invitan a pensar que la relación entre Europa y Rusia no es tan tensa. La postura de Alemania respecto a Rusia en la crisis de Ucrania está siendo más incluyente que excluyente. En las conversaciones que están teniendo lugar, además de Ucrania y Rusia, están presentes precisamente Francia y Alemania.
Rusia y Alemania pueden ser antiguos enemigos, pero en la actualidad comparten intereses. El 25% de las exportaciones de gas de Rusia se dirigen a Alemania, un negocio que beneficia tanto a las empresas rusas como a los hogares alemanes. En el supuesto de que Alemania tuviera que elegir entre una alianza con Estados Unidos o con Rusia, los intereses geopolíticos y económicos apuntan a que la decisión de Alemania sorprendería a más de uno.
La defensa de los intereses nacionales caracteriza a todos los países del mundo. En este sentido, y en palabras de Vladimir Putin, “el oso ruso no le pedirá permiso a nadie”. No parece probable que Rusia de un paso atrás en su posición ante el conflicto de Ucrania, y es más, nadie debería esperarlo. Estados Unidos y Europa tendrían que entender que, como hacen ellos, Rusia está defendiendo sus intereses. Según el profesor John Mearsheimer, son precisamente Estados Unidos y Europa los máximos responsables de la crisis de Ucrania, principalmente por la continua expansión de la OTAN hacia el Este.
Según Mearsheimer, Occidente está actuando desde perspectivas liberales, idealistas, pensando que se puede extender la democracia y la economía de mercado por todo el mundo sin que eso suponga otra cosa que beneficio. En la teoría de relaciones internacionales, la corriente del liberalismo cree que las ganancias son absolutas. Por otro lado, Rusia entiende el problema desde la perspectiva de la realpolitik, considerando las ganancias relativas y velando por sus propios intereses.
Mearsheimer cree que, pese a estas diferencias de enfoque, el conflicto tiene solución. Para el profesor, una solución a la crisis de Ucrania pasaría por adoptar un “espacio colchón” entre Europa y Rusia, tal y como ocurrió entre Occidente y la Unión Soviética. Mantener una serie de países (Bielorrusia, Ucrania, Moldavia…) que no estén en ningún bando, que sean neutrales. Algo así como la postura que mantuvo Austria en la Guerra Fría. No se puede pretender extender la OTAN hasta la frontera con Rusia, porque Rusia entiende que sus intereses se están viendo amenazados, y al orden mundial no le conviene una fricción entre bloques. De la misma manera, Rusia ha de entender que no puede tener países satélite en el continente europeo. Mearsheimer se plantea: ¿cómo reaccionaría EEUU si China estableciera una alianza militar con Canadá y México?
Así pues, lo que comienza siendo un asunto interno de un país, como la crisis de Ucrania, puede adquirir importancia global en función de los intereses que tengan las grandes potencias. En el caso de Ucrania, la lógica geopolítica invita a pensar que pueden darse alianzas inesperadas y cambios en el desarrollo de la política exterior de varias potencias. Puede que finalmente no ocurra nada de lo aquí planteado, pero en todo caso es interesante valorar los posibles cambios, más aun en un momento en el que el sistema internacional está viviendo alteraciones interesantes como la desaceleración económica de Occidente o la aparición de nuevas potencias emergentes.