OPINION
Por Emir Sader
Desde el diagnóstico neoliberal,
en la voz de Ronald Reagan, según el cual el Estado dejaba de ser
solución para volverse problema, el debate ideológico y la lucha
política han girado en gran parte alrededor del Estado. Un Estado que
había sido gran protagonista en la era del bienestar social se volvía el
villano: despilfarro, ineficiencia, corrupción, tributación. Lo que
viene del Estado pasó a resumir todo lo que habría de malo en la
sociedad.
El neoliberalismo buscaba destruir la imagen del Estado
–especialmente en sus aspectos reguladores de la actividad económica, de
propietario de empresas, de garante de derechos sociales, entre otros—,
para reducirlo a un mínimo, colocando en su lugar la centralidad del
mercado. Fue la nueva versión de la concepción liberal, de polarización
entre la sociedad civil –compuesta por individuos– y el Estado.
Pasaron a proponer como campo teórico de enfrentamiento la
polarización entre estatal y privado, escondiendo lo público, buscando
confundirlo con lo estatal. Mientras que el campo teórico central de la
era neoliberal tiene como eje la polarización entre lo público y lo
mercantil. Democratizar es desmercantilizar, es consolidar y expandir la
esfera pública, articulada alrededor de los derechos de todos y
compuesta por los ciudadanos como sujetos de derechos. La esfera
mercantil, a su vez, se articula alrededor del poder de compra de los
consumidores, del mercado.(...)
Construir alternativa al modelo neoliberal supone la reconstrucción
del Estado alrededor de su esfera pública, rescatando los derechos
sociales, el rol de inducción del crecimiento económico, la función de
los bancos públicos. Haciendo del Estado un instrumento de
universalización de los derechos, de construcción de ciudadanía, de
hegemonía de los intereses públicos sobre los mercantiles.
Sin embargo, como dijo Perry Anderson, “cuando la izquierda llegó
al gobierno, había perdido la batalla de las ideas”. Porque la izquierda
logró llegar al gobierno por el fracaso del modelo y de las políticas
económicas neoliberales, pero el neoliberalismo dejó, como tantas otras
herencias, la hegemonía de los valores y de las formas de vida
neoliberales, entre los cuales se incluye lo mencionado por Perry
Anderson: la batalla de las ideas.
Es en ese marco que la izquierda tiene que construir sus gobiernos y
su hegemonía. El Estado, refundado o reorganizado alrededor de la
esfera pública, es un agente indispensable para la superación de los
procesos de mercantilización diseminados por la sociedad.
Una de las condiciones del rescate de la capacidad de acción del
Estado es recuperar su capacidad de tributación, para dotarlo de los
recursos que tantas políticas nuevas requieren. Pero ello se choca con
uno de los aspectos más importantes de la batalla de las ideas a que se
refiere Anderson: la descalificación de la acción estatal y el rechazo
al pago de impuestos bajo ese argumento. Ese tipo de desolidarización
social fue diseminado ampliamente en la sociedad, bajo el pretexto de
que el Estado saca recursos de cada uno, para malgastarlos, de forma
ineficiente, con corrupción, etcétera, etcétera.
Cualquier tipo de reforma tributaria socialmente justa requiere así
un amplio proceso de discusión con el conjunto de la sociedad,
especialmente con los sectores más pobres y con los intermedios, para
que sepan que de lo que se trata es hacer que quien gana más pague más,
que se combata duramente la evaasión de impuestos, que se haga recaer de
forma justa la tributación entre todos los sectores sociales.
Sin superar los escollos que la hegemonía neoliberal, a nivel de
las ideas, ha impuesto a la sociedad, será mucho más difícil construir y
consolidar alternativas que superen todas las duras herencias recibidas
del neoliberalismo. TOMADO DE PAGINA 12 - ARGENTINA .