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16 marzo, 2015

La amenaza del imperio


por Enrique Ochoa Antich

Comencemos por dejar constancia de una premisa básica: puede uno oponerse a un gobierno, pueden millones de venezolanos adversar la propuesta chavista de país, pero nunca, nunca dejar de reconocernos como hijos de una misma tierra, fatalmente condenados a convivir por los siglos de los siglos, de lo que se deduce que debe haber, que hay de hecho intereses que nos son comunes más allá de la controversia y de la confrontación incluso si ésta es violenta. A algunas naciones -España, Chile, Sudáfrica, las ex-comunistas de Europa oriental, entre muchas otras- les tocó transitar décadas de odio, sangre y muerte para admitirlo. Ojalá nosotros aceptemos y propiciemos el inevitable encuentro antes y no después del horror.(...)

La soberanía de la patria nos es común a todos, a aquéllos que respaldan las políticas del gobierno y a aquéllos que no. No dudo que por allí pululen algunos minoritarísimos  especímenes que verían con alegría una invasión gringa, y que tal vez acudirían a las playas con flores y arcos de triunfo a dar la bienvenida a los marines intrusos. Pero sé, y así ha quedado testimoniado en estos días, que la clamorosa mayoría de venezolanos (tanta que podría hablarse de unidad absoluta) rechazaría una eventualidad tan infame como ésa. Los traidores siempre existen pero en la Venezuela de hoy son insignificantes. La declaración de monseñor Urosa calificando de "inaceptable" (sic) el decreto de Obama acerca de la pretendida "amenaza" que representaría Venezuela para la seguridad interna de la primera potencia militar del planeta como son los Estados Unidos de Norteamérica (documento que sería cómico si no fuera grave y trágico); la de partidos de oposición como UNT que, como ha señalado éste en declaración oficial de su Dirección Federal, rechaza las sanciones unilaterales de un país contra otro y reserva para ello la acción de los órganos designados por la comunidad de naciones;  y la de la MUD que ha afirmado oficialmente que "no aspiramos ni admitimos que la comunidad internacional o alguno de sus miembros asuma deberes que son nuestros" y que rechaza cualquier injerencia extranjera en nuestros asuntos internos pues "Esta es una lucha de los venezolanos por Venezuela"; todo ello revela que si es la soberanía lo que está en riesgo, todos, sin distingos políticos de ninguna naturaleza, acudiremos prestos a su defensa. Lo digo personalmente como lo expresé en algún programa de televisión y muchas, muchas veces en esta misma columna: Por más opositor que pueda ser, si una bota yanqui holla una playa venezolana (digo, es un decir, porque quiero tener la certeza de que eso jamás pasará), en ese instante yo estaré defendiendo al gobierno de Maduro.

Pero la amenaza del imperio, hoy tangible y sin discusión, prueba el grado de torpeza y de desconocimiento que sobre nuestra realidad tiene el gobierno de Obama. Sorprendente que así sea pero así es. Tal vez demasiado influído por algunos necios extremistas del exilio mayamero. No entiende que aquí, a pesar de todo cuanto pueda decirse, existe un sistema político cuya legitimidad final sigue estando depositada en el voto de las mayorías, que el sistema electoral -conquista, es bueno decírselo a los abstencionistas opositores, del pueblo y no cesión del poder y resultado de las negociaciones que entre gobierno y oposición se realizaron luego de los lamentables sucesos del 2002- es a prueba de fraude, que la oposición ha demostrado más de una vez que puede ganar a pesar del poder estatal de su adversario (¿o no ha ganado en lugares impensables como Barinas y en plazas apetecibles y nada renunciables por ningún actor político que se precie de tal como Miranda, Maracaibo, Petare, Lara, Barquisimeto, Valencia, San Cristóbal, etc., etc., etc.?), y que la inmensa mayoría de venezolanos, a causa de nuestra heredad histórica, siente especial aversión hacia cualquier intromisión extranjera. Tampoco parece entender que si el chavismo ha logrado por tres lustros su identidad con los conceptos de "pueblo" y "patria", mostrando a sus adversarios -con no poca ayuda suya- como oligarcas y vasallos del imperio, una declaración claramente injerencista como la emitida e incluso unas sanciones para las que no tiene derecho alguno, sólo serán útiles (electoralmente útiles, inclusive) para confirmar tales premisas. 

Pero más allá de cálculos electorales, de operaciones de táctica política interna entre gobierno y oposición, la insólita amenaza del imperio (que no al imperio) debe ser ocasión para la unidad de todos. ¿Gobierno de Unidad Nacional? Improbable, claro. Pero al menos sí una honda convicción: no hay un momento más propicio que éste de denunciadas conjuras militares y de inaceptables injerencias externas para reanudar el diálogo entre gobierno y oposición. El gobierno tiene la palabra. Y, si se produjera, la  oposición no podría negarse a una invitación de esta trascendencia, con presos o sin presos. La soberanía de la nación nos emplaza a todos.