por Enrique Ochoa Antich
Comencemos
por dejar constancia de una premisa básica: puede uno oponerse a un
gobierno, pueden millones de venezolanos adversar la propuesta chavista
de país, pero nunca, nunca dejar de reconocernos como hijos de una misma
tierra, fatalmente condenados a convivir por los siglos de los siglos,
de lo que se deduce que debe haber, que hay de hecho intereses que nos
son comunes más allá de la controversia y de la confrontación incluso si
ésta es violenta. A algunas naciones -España, Chile, Sudáfrica, las
ex-comunistas de Europa oriental, entre muchas otras- les tocó transitar
décadas de odio, sangre y muerte para admitirlo. Ojalá nosotros
aceptemos y propiciemos el inevitable encuentro antes y no después del
horror.(...)
La
soberanía de la patria nos es común a todos, a aquéllos que respaldan
las políticas del gobierno y a aquéllos que no. No dudo que por allí
pululen algunos minoritarísimos especímenes que verían con alegría una
invasión gringa, y que tal vez acudirían a las playas con flores y arcos
de triunfo a dar la bienvenida a los marines intrusos. Pero sé, y así
ha quedado testimoniado en estos días, que la clamorosa mayoría de
venezolanos (tanta que podría hablarse de unidad absoluta) rechazaría
una eventualidad tan infame como ésa. Los traidores siempre existen pero
en la Venezuela de hoy son insignificantes. La declaración de monseñor
Urosa calificando de "inaceptable" (sic) el decreto de Obama acerca de
la pretendida "amenaza" que representaría Venezuela para la seguridad
interna de la primera potencia militar del planeta como son los Estados
Unidos de Norteamérica (documento que sería cómico si no fuera grave y
trágico); la de partidos de oposición como UNT que, como ha señalado
éste en declaración oficial de su Dirección Federal, rechaza las
sanciones unilaterales de un país contra otro y reserva para ello la
acción de los órganos designados por la comunidad de naciones; y la de
la MUD que ha afirmado oficialmente que "no aspiramos ni admitimos que
la comunidad internacional o alguno de sus miembros asuma deberes que
son nuestros" y que rechaza cualquier injerencia extranjera en nuestros
asuntos internos pues "Esta es una lucha de los venezolanos por
Venezuela"; todo ello revela que si es la soberanía lo que está en
riesgo, todos, sin distingos políticos de ninguna naturaleza, acudiremos
prestos a su defensa. Lo digo personalmente como lo expresé en algún
programa de televisión y muchas, muchas veces en esta misma columna: Por
más opositor que pueda ser, si una bota yanqui holla una playa
venezolana (digo, es un decir, porque quiero tener la certeza de que eso
jamás pasará), en ese instante yo estaré defendiendo al gobierno de
Maduro.
Pero
la amenaza del imperio, hoy tangible y sin discusión, prueba el grado
de torpeza y de desconocimiento que sobre nuestra realidad tiene el
gobierno de Obama. Sorprendente que así sea pero así es. Tal vez
demasiado influído por algunos necios extremistas del exilio mayamero.
No entiende que aquí, a pesar de todo cuanto pueda decirse, existe un
sistema político cuya legitimidad final sigue estando depositada en el
voto de las mayorías, que el sistema electoral -conquista, es bueno
decírselo a los abstencionistas opositores, del pueblo y no cesión del
poder y resultado de las negociaciones que entre gobierno y oposición se
realizaron luego de los lamentables sucesos del 2002- es a prueba de
fraude, que la oposición ha demostrado más de una vez que puede ganar a
pesar del poder estatal de su adversario (¿o no ha ganado en lugares
impensables como Barinas y en plazas apetecibles y nada renunciables por
ningún actor político que se precie de tal como Miranda, Maracaibo,
Petare, Lara, Barquisimeto, Valencia, San Cristóbal, etc., etc., etc.?),
y que la inmensa mayoría de venezolanos, a causa de nuestra heredad
histórica, siente especial aversión hacia cualquier intromisión
extranjera. Tampoco parece entender que si el chavismo ha logrado por
tres lustros su identidad con los conceptos de "pueblo" y "patria",
mostrando a sus adversarios -con no poca ayuda suya- como oligarcas y
vasallos del imperio, una declaración claramente injerencista como la
emitida e incluso unas sanciones para las que no tiene derecho alguno,
sólo serán útiles (electoralmente útiles, inclusive) para confirmar
tales premisas.
Pero
más allá de cálculos electorales, de operaciones de táctica política
interna entre gobierno y oposición, la insólita amenaza del imperio (que
no al imperio) debe ser ocasión para la unidad de todos. ¿Gobierno de
Unidad Nacional? Improbable, claro. Pero al menos sí una honda
convicción: no hay un momento más propicio que éste de denunciadas
conjuras militares y de inaceptables injerencias externas para reanudar
el diálogo entre gobierno y oposición. El gobierno tiene la palabra. Y,
si se produjera, la oposición no podría negarse a una invitación de
esta trascendencia, con presos o sin presos. La soberanía de la nación
nos emplaza a todos.