Por Emir Sader
La revista The Economist anuncia
que el próximo “Estado fallido” será Libia. ¿Próximo? Si ellos mismos
confiesan que no hay Estado en el país, pues hay dos gobiernos, dos
parlamentos, una disputa para ver quién dirige el banco central, la
compañía de petróleo, no hay policía ni ejército nacional; varios grupos
de milicias luchan por el control del territorio nacional, la
infraestructura del país está en ruinas, los pozos de petróleo,
disputados por distintas milicias, están siempre en riesgo de explotar;
las torturas y las ejecuciones proliferan. Turquía, Qatar y Sudán apoyan
a un bando, mientras Emiratos Arabes Unidos y Egipto apoyan al otro. Si
esto no es un Estado fallido, ¿que más se necesita para que lo sea?(...)
¿Quién es responsable por la destrucción de otro país en la
región? ¿Ya no basta con lo que pasa en Afganistán, en Irak, en Siria,
en Yemen?
Hay que recordar que los bombardeos que tuvieron como resultado la
destrucción de Libia fueron autorizados por el Consejo de Seguridad de
Naciones Unidas, para “proteger a la población civil”, cuando ya se
habían desatados combates generalizados por el poder en el país.
Valiéndose de esa decisión e interpretándola a su manera, la OTAN
bombardeó sistemáticamente el país, no con la intención de proteger a la
población civil –quién puede estar protegido de los bombardeos de la
OTAN–, sino para derrumbar el gobierno de Khadafi. Tanto es así que tan
pronto como cayó el régimen y fue asesinado de forma vergonzosa el hasta
entonces jefe de Estado, masacrado públicamente en manos de milicias,
la OTAN dio por cumplida su misión de “protección de la población civil”
de Libia, suspendió los bombardeos, al parecer Naciones Unidas pensó lo
mismo, y Libia fue entregada a una brutal guerra civil entre grupos
armados. A la vez que otros bandos se valían de los armamentos en manos
de esas milicias para perpetrar atentados en otros países –como los
realizados en Argelia y en Yemen– y organizar nuevos grupos
fundamentalistas en toda la región. No sólo Libia no se ha estabilizado,
sino que se ha vuelto un foco activo de desestabilización de varios
países de la región. En el período de Guerra Fría había zonas de
influencia de las dos superpotencias, aun cuando había conflictos graves
–como la sangrienta guerra entre Irak e Irán–, el conflicto no se
generalizaba al conjunto de la región, como sería hoy día. Terminada la
Guerra Fría, con la victoria del campo occidental bajo el liderazgo de
los Estados Unidos, se dieron las condiciones para que se impusiera la
Pax Americana, ya sin límites. Pasábamos de un mundo bipolar a un mundo
unipolar, bajo hegemonía imperial norteamericana.
Desde entonces pasaron a existir modalidades de invasión y
destrucción de países, con Afganistán e Irak como casos iniciales, pero
cuyo efecto destructor se ha diseminado por países como Libia, Siria,
Yemen, con potencial de arrastrar a todos. Nunca el panorama fue tan
desalentador y sin control en toda la región, con perspectivas de
empeoramiento, conforme la acción militar y politica de Estados Unidos
se intensifica, arrastrando a sus aliados –europeos, de América del
Norte, de Oceanía– hacia nuevas aventuras militares.
Como consecuencia de las desastrosas y belicistas intervenciones
lideradas por Washington, el talibán se ha fortalecido como nunca en
Afganistán, Al QaIda retorna con fuerza, el Estado Islámico avanza en
Irak y en Siria. Como respuesta, Estados Unidos lleva a sus aliados a
comprometerse con una nueva ofensiva militar, que tiene como uno de sus
efectos los atentados terroristas en Canadá, en Australia, ahora en
Francia, haciendo que se extiendan como un reguero de pólvora los
riesgos por todo el mundo.
Esa es la Pax Americana, el mundo prometido por EE.UU.,
victorioso en la Guerra Fría, a su imagen y semejanza. Un mundo que es
víctima de sus tentáculos imperialistas y que nunca había estado tan en
riesgo por la multiplicación de los epicentros de guerra.
TOMADO DE
PAGINA 12 .