¿Qué hay
detrás de dos labios que se juntan? ¿Por qué nos besamos? ¿Somos los únicos
mamíferos que lo hacen? ¿Cuáles son las diferencias culturales?
Elizabeth Araujo
Un
buen beso requiere todos los músculos faciales, en total 34, además de otros
134 músculos extra que configuran la postura en el resto del cuerpo. Una ópera
llevada a cabo en la Universidad de Taiwán en 2007 por robots que se besaban
requirió tres años de programación.
En los
besos con lengua (el llamado beso francés) hay, además, intercambio de saliva.
Y en un solo mililitro de saliva anidan unos cien millones de bacterias, un
intercambio superlativo de microbios (la saliva tiene también microbicidas que
acaban con la mayor parte de estas bacterias ajenas). Este tipo de beso
representa el erotismo que nos caracteriza, el juego para sublimar el mero acto
sexual.(...)
Pero,
¿por qué besamos? El beso es adictivo. Como una droga. Nos gusta. Las pupilas
se dilatan. El cerebro se ilumina. Según la neurocientífica Wendy Hill, del
Colegio Lafayette en Pensilvania, los niveles de cortisol descienden. Se aleja
el estrés. Sin embargo, ¿y si el primer beso no nos gusta? La relación
romántica cae hecha pedazos.
Un
estudio mostró que el 66% de las mujeres y el 59% de los hombres no empezaron
una relación romántica por el desencanto del primer beso. Así que es posible
que el beso sirva para obtener información mutua. El intercambio de saliva
podría permitir que el hombre pasase cantidades de testosterona a la mujer para
estimularla y hacerla más receptiva al acto sexual.
Los
besos también podrían ser una forma de selección femenina mediante el olfato
(el beso esquimal no consiste, como se suele creer, en rozar las narices, sino
en olfatear las mejillas).
El
biólogo Claus Wedeking, de la Universidad de Laussane, en Suiza, saltó a la
fama por su clásico “experimento olfativo de las camisetas sudadas”. Demostró
que las mujeres preferían el sudor dejado por aquellos hombres cuyos genes
inmunológicos (MHC) eran diferentes a los de ellas (lo que garantizaría hijos
más sanos).
En una
repetición de este curioso experimento, Craig Roberts, de la Universidad de
Liverpool, comprobó que las mujeres que tomaban regularmente la píldora ¡hacían
justamente lo contrario! Les atraía el olor de los hombres cuyos genes MHC eran
más parecidos a los suyos. Esta selección no funcionó “cuando ellas tomaban la
píldora, ya que eso pervierte el instinto natural del cuerpo”, indica Citron.
El
propio Wedeking ha comentado que la píldora produce una simulación del
embarazo, y que a las mujeres embarazadas les gusta rodearse de gente con el
mismo ADN, un ambiente familiar donde encuentran más seguridad.
Lana
Citron, que lleva un par de años investigando todos los asuntos relacionados
con el beso, no lo duda: “Puedo decir de forma inmediata si un beso va a
funcionar o no. Para mí, la sexualidad es algo muy dependiente de a qué huele y
a qué sabe la otra persona”.
El
beso prohibido
El 22
de octubre de 2010, un pescador que caminaba por una zona boscosa tropical en
Lhoong, Indonesia, vio besarse a la bella Kiki Hanafilia, de 17 años, y Anis
Saputra, un muchacho de 24. El hombre no perdió tiempo y corrió para avisar a
los residentes locales, quienes acudieron al lugar de los hechos y comprobaron
que la pareja tomados de la mano se besaba.
Kiki y
Anis fueron llevados a juicio, acusados de violar la sharia o ley musulmana por
comportamiento indecente. La sentencia llegó el 9 de diciembre de ese año y se
cumplió un día después: ambos fueron sometidos a ocho latigazos frente a
cientos de testigos, junto a la mezquita de Al Munawarah, en la localidad de
Jantho.
Al
fiscal general del tribunal que los juzgó poco le importó que ambos jóvenes
estuviesen casados, con diferentes parejas (Anis tenía una esposa embarazada de
siete meses y Kiki estaba separada de su marido), sino el hecho de que se
hubieran besado en público.
El
beso en público está penado por la ley en Indonesia. Los extranjeros
denunciados por besarse podrían enfrentarse a cinco años de cárcel; los
locales, hasta 10 años, con multas de hasta 33 mil dólares, indica la
novelista y actriz británica Lana Citron en su obra A Compendium of kisses
(Harlequin Books).
Indonesia
no es el único país que sanciona el beso en público. Charlotte Lewis, una
británica de 25 años, fue sentenciada en 2011 a un mes de cárcel en Dubai por
besar a un ejecutivo en la mejilla y acariciarle la espalda en plena vía
pública. En la India, el beso en plena calle sigue siendo un tema tabú, y
resulta extremadamente raro observar a las parejas besándose a la vista de
todos. La multa en Delhi es de unos 12 dólares. Más extremo aún: los nepaleses
no se besan.
Un
misterio
Por suerte, en nuestra cultura occidental es habitual besar a nuestros
hijos o a las personas que amamos. Besamos los cuerpos de los familiares
difuntos antes de ser enterrados. Besamos en la mejilla como una forma cortés
de saludo.
Pero
cuando se explora en profundidad, el beso humano y todo lo que le rodea se
envuelve en un halo de misterio. El beso en el catolicismo tiene una carga
ritual y religiosa innegable: se besan los pies de Cristo y los de los antiguos
papas, o su anillo, o los objetos sagrados; o el pontífice besa la tierra del
país que visita…
Y
muchos se preguntan cuál es el misterio del beso
En
principio, los besos dejan una huella vívida en la memoria. Se ha argumentado
que surgieron como consecuencia de la técnica de alimentación que muchas aves y
mamíferos tenían con su descendencia, despedazando el alimento entre sus picos
o fauces para dejar los pedazos en la boca de sus crías. Pero el asunto
evolutivo del beso es intrigante. Para el antropólogo Vaught Bryan, de la
Universidad A&M, en Texas (EEUU), no es algo innato, sino aprendido. “Si
así fuera, todo el mundo lo haría. Y no es el caso”.
Dice
Bryan que los besos son etéreos y contradictorios y quizá surgieron como una
forma de comunicación afectiva. No sabemos si los primeros humanos se besaban
ya hace un millón y medio de años, cuando surgieron los primeros Homo erectus
en África. No hay nada parecido al fósil de un beso. Y sin embargo, según las
encuestas, la gente recuerda el 90% de las cosas que ocurrieron con sus
primeros besos con más precisión incluso que sus primeros encuentros sexuales.