Si algo define a nuestra nación hoy es la desesperanza.
Millones de venezolanos, de todas las creencias políticas, sienten que las
cosas van de mal en peor y que el gobierno no dispone de un plan creíble para
sacarnos de este atolladero. Después de más de 15 años en el poder, los ¨conductores¨
del país naufragaron en un mar de corrupción e incapacidad tirando por la borda
la mejor oportunidad que hemos tenido para transformarnos en una sociedad
desarrollada, justa, democrática. La clase gobernante -aquí incluimos a ciertos
sectores de la oposición- tiene que lidiar ahora no solo con sus garrafales
errores, la gigantesca e injustificable deuda externa, por ejemplo, sino
también, con un asunto inesperado: la baja significativa de los precios del
petróleo –lo único que exportamos- , que, aparentemente, no será pasajera. De
manera que hay que decirlo claramente, lo que viene será muy difícil. En estas
circunstancias, los que aquí vivimos tenemos que sacar lo mejor de nosotros
para poder salir adelante, somos una nación que puede superar todo esto pero
para que ello sea posible es menester enfrentar la corrupción, a fondo, para lo
cual es necesario que haya voluntad política. Pueden reformar 100 leyes, crear
100 cuerpos policiales anticorrupción pero sin voluntad política nada se habrá
hecho. El gobierno en esta materia tiene que dar ejemplo, podría empezar por el
¨caso Jaua¨, un asunto que se cae
de maduro. Mientras el ministro de las comunas siga en el gabinete ¿quién puede
tomar en serio las proclamas anticorrupción del primer mandatario nacional?. Es
necesario también un cambio a fondo en el gobierno (aunque mejor sería cambiar
al gobierno, siempre con métodos democráticos). El actual gabinete es uno de
los peores que hemos tenido en siglos, el presidente Maduro tiene que tomar
medidas audaces, firmes, valientes, de lo contrario, vamos rumbo a un vendaval.
Venezuela es un país a la deriva pero puede encontrar su rumbo. 2015 será
decisivo.