Luis
Fuenmayor Toro
Comenzó la
fase final de ruina del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas. Hace
varios años, se habían generado cambios que apuntaban a su conversión en un
instituto mediocre; hoy la Asamblea Nacional legisla su desaparición. Es un
camino similar al instrumentado en las universidades, que minusvalora la
actividad académica para dar paso al proselitismo y los controles ideológicos y
políticos, que significan la muerte de las instituciones productoras de
conocimientos. Inician con una “democratización” y dañando los sistemas de
carrera académica y de dirección institucional. El “todos somos iguales” social
se traslada mecánicamente al mundo del conocimiento, donde todos no somos
iguales, pues hay quienes saben y quienes no tienen esta cualidad, la cual no
puede ser infundida a través de trasnochados discursos presidenciales, sino que
requiere de toda una vida de estudio, dedicación y trabajo
intenso.(...)
Se
cambiará la ley, el objeto del instituto y su nombre, para adaptarlos al nuevo
discurso, y se perseguirá al conocimiento científico y tecnológico y a quienes
estén preparados para su búsqueda exitosa. Con la demagogia de abrir los
laboratorios al pueblo, terminarán cerrándolos, con lo que se perderá un
trabajo constante de más de medio siglo y la estructura base de una de las
mejores formaciones de postgrado del país, no sólo en ciencias básicas, cuyo
cultivo es imprescindible para poder desarrollar el resto de las disciplinas,
sino en investigación orientada y aplicada a nuestras necesidades, a los
requerimientos regionales e incluso, como tiene que ser, a los universales. Se
destruirá una de las reservas para reimpulsar la actividad científica
venezolana en el futuro, cuando la lucidez, la inteligencia y el patriotismo,
sustituyan la irracionalidad, la ignorancia y el fanatismo
pseudorrevolucionario de hoy.
De nuevo el
cuento de la ciencia “aristocrática” de frustrados y resentidos por su fracaso académico.
Esconden que esa ciencia nos ha dado los antibióticos para las infecciones, los
antiparasitarios para las infestaciones con áscaris, necátor, estrongiloides y
oxiuros, tan abundantes en Venezuela; las drogas para el paludismo, que este
año alcanzará los 400 mil casos en el país; los antivirales contra el SIDA, el
herpes, la influenza y en el futuro el ébola. La ciencia “aristocrática” de
Convit en sus laboratorios, la de Einstein, la que erradicó la viruela, la de todas
las vacunas, la que enfrenta el cáncer, las leucemias, el párquinson, las
alergias y las enfermedades mentales. La ciencia y tecnología de televisores,
celulares, computadoras, automotores, viajes espaciales, energía atómica, telecomunicaciones,
Internet; la de la ingeniería genética, las energías limpias, plásticos, fertilizantes,
telescopios y grandes construcciones.
¿Podrán
los científicos chavecistas de la UCV, ULA, LUZ y otros centros, hacerles entender
a sus diputados el exabrupto que están cometiendo?