JOHN CARLIN
“La
incapacidad para tolerar la ambigüedad es la raíz de todas las neurosis”.
—Sigmund Freud Mourinho juega a lo que juega, otros entrenadores juegan a otra
cosa, y ya está... Un poco de respeto, por favor
Los ataques a José Mourinho están empezando a superar
los límites de la decencia. Se han vuelto crueles. Gente adulta se comporta con
él como niños de colegio que se ríen del gordito porque es gordito, del bajito
porque es bajito, del chico del equipo que siempre pierde la pelota, del
acomplejadito que cada vez que abre la boca se delata con una pequeña necedad.
No es noble. La presa es demasiado fácil de matar. Es,
como dirían en Inglaterra, el país donde Mourinho ha dicho que se siente más
feliz, como disparar a peces en un barril.(...)
Veamos cómo lo trataron esta misma semana tras el
partido que su equipo, el Chelsea, empató 0-0 contra el Atlético en semifinales
de la Champions. Que si el autobús, que si el antifútbol, que si una traición
al deporte, que si tal y cual. Lo más llamativo fue la aparente sorpresa con la
que los beatos defensores del fútbol bonito descargaron su torrencial
indignación. El gordito entró en la clase y… ¡seguía siendo gordito! ¡ Qué
horror! ¿Quién se lo hubiera esperado? Hablemos en serio. ¿Alguien realmente
pensaba que el Chelsea iba a jugar de alguna manera que no fuera con 10 hombres
atrás, encerrados prácticamente en el área chica? ¿Se creyó en algún lugar que
la oruga de toda la vida se iba a transformar de repente en una alegre
mariposa? Obvio que no. La estrategia que el Chelsea puso en práctica contra el
Atlético fue absolutamente previsible y, dentro de los límites de Mourinho y de
sus jugadores, absolutamente eficaz. Cualquier otra opción hubiera sido
suicida.
Para empezar, al Atlético no le gusta tener el balón
durante largos ratos y al Chelsea menos. Esa batalla la ganó el Chelsea. El
Atlético nunca en toda la temporada había tenido tanta posesión. Por otro lado,
el único jugador ofensivo del que disponía Mourinho era Fernando Torres. Sobre
esa roca no iba a construir ninguna iglesia.
La verdad, claro, es que el Chelsea hubiera jugado igual
si su rival hubiera sido el Real Madrid o el Bayern Múnich. Hay muchos que se
quejan de que a Mourinho no le gusta ofrecer espectáculo. Algunos,
increíblemente, volvieron a repetir la queja esta semana. Que si esto es fútbol
mejor enterrarlo y olvidarlo, decían. Absurdo. Mourinho juega a lo que juega,
otros entrenadores juegan a otra cosa, y ya está. Lo suyo es un fútbol militar.
Cuando el Almirante Blas de Lezo derrotó a una flota muy
superior británica en la defensa de Cartagena de Indias en 1741 nunca se le
pasó por la cabeza que existiese la necesidad de ofrecer un atractivo show a
los ciudadanos de dicha ciudad. El objetivo del almirante —también conocido
como Patapalo o Mediohombre— fue ganar, y solo ganar. Como fuera. Así es como
concibe Mourinho de su misión en esta tierra. Todo vale en el amor, la guerra y
el fútbol.
Visto de una perspectiva menos exquisita que la de los
cultos comentaristas que interpretan el fútbol como otros el ballet, la
exhibición que ofreció el Chelsea contra el Atlético tuvo su punto de gloria.
El portero y el capitán tuvieron que salir del campo lesionados pero los que
quedaron se opusieron a las oleadas ofensivas del Atlético con extraordinaria
tenacidad. Es magnífico, pero no es la guerra, fue el comentario de un general
francés del siglo XIX que observaba desde un monte la suicida táctica de un
contingente militar británico contra la artillería rusa en Crimea. El partido
del Chelsea esta semana no fue magnífico, pero sí fue la guerra.
Lo será otra vez el miércoles en Londres, cuando el
Chelsea y el Atlético se vuelvan a enfrentar para ver cuál de los dos juega la
final en Lisboa contra el Bayern o el Real Madrid. Una vez más, los soldados de
Mourinho lucharán como leonas defendiendo sus crías por cada milímetro cuadrado
de su campo. No será un juego, será una batalla. Carecerá de belleza estética
pero, como siempre cuando Mourinho está en la contienda, no faltará emoción.
Dijo una vez Charles de Gaulle de su gran enemigo
político Jean-Paul Sartre que “Sartre también es la France”. Nos guste o no,
Mourinho también es el fútbol. Un poco de respeto, por favor. Un poquito, nada
más.