De acuerdo con su testimonio, confirmado, según informan sus
familiares, por exámenes médicos, miembros de la Guardia Nacional, entre los
maltratos a que lo sometieron, le habrían introducido por el orificio anal el
cañón de un fusil.
Esta es
una denuncia que debe ser investigada a fondo y, como reza el lugar común,
hasta sus últimas consecuencias, porque de ser cierta, su gravedad no puede ser
disimulada ni minimizada. Nunca, que se sepa, habría ocurrido cosa semejante en
nuestro país. Los cuerpos policiales, en general, suelen ser muy rudos en sus
procedimientos, los cuales niegan, por lo general, el respeto a los derechos
humanos.
Pero el
joven así agredido ha sufrido no sólo un daño físico sino uno mucho más grave,
de carácter psicológico, que no puede quedar impune. Aparte del joven Carrasco,
es al gobierno a quien conviene más que a nadie, investigar los hechos y, de
ser ciertos, proceder a sancionar a sus autores con todo el peso de la ley.(...)
Si esta
brutal canallada no es sancionada con una pena concomitante con la gravedad de
lo ocurrido, entonces estaríamos entrando en un ámbito donde todo vale y donde
se habrían perdido todas las restricciones morales y éticas que norman la
conducta humana. En efecto, el silencio de la jueza ante la cual el joven
denunció el hecho es demasiado sintomático de los tiempos de ratas que vivimos.
Desde
luego que la violación de este joven supera con mucho las brutalidades
tradicionales que hemos conocido en nuestro país, pero ella fue parte de toda
una sinfonía represiva de muy altos decibeles. Puñetazos, patadas, golpes de
las cabezas contra el pavimento, saltos encima de los cuerpos que yacían en el
piso, fueron algunas de las “exquisiteces”, más que represivas verdaderamente
delincuenciales, que acompañaron la bestial ordalía padecida por el muchacho
violentado con el cañón de un fusil.
Llama
poderosamente la atención que las más altas autoridades del país, que otrora
fueron de los más activos denunciantes de excesos, torturas y demás atropellos
policiales, teniendo, como tienen, conocimiento de estas barbaridades que se
cometen ahora, se comporten como si la cosa no fuera con ellos, como si no se
tratara de asuntos que les competen directamente y sobre los cuales tendrían
que tomar medidas urgentes, so pena de que la brutalidad policial ocupe
completamente el ámbito de la conservación del orden público.
Para la
Guardia Nacional es muy importante garantizar la investigación imparcial de lo
sucedido y asegurarse de que, si fue cierto, los responsables de ello sean
sancionados penalmente con severidad.
Aparte del
homicidio, es difícil imaginar un atropello más humillante y vejatorio que el
experimentado por el joven Carrasco. No es un hecho banal ni trivial. Además de
infligir sufrimiento físico, se añade la afectación de la dignidad y el orgullo
del joven agraviado. Este hecho emplaza a la GN, no sólo como institución sino
como cuerpo compuesto por seres humanos. ¿Cómo se sentirían los comandantes de
la GN si alguno de sus hijos fuera sometido a semejante vejamen?
Por:
Teodoro Petkoff
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