Con pocas perspectivas de solución
a corto plazo, la provincia argentina de Córdoba comienza a vivir lo que parece
un argumento futurista: falta de agua en los grifos, racionamientos, denuncias
entre vecinos y esperar a que llueva.
Río Ceballos (Argentina): Fabiana
Frayssinet
Algunos municipios serranos apelan al racionamiento, como Río
Ceballos, una localidad de 30.000 habitantes, a 30 kilómetros al norte de la
capital. El embalse del Dique
La Quebrada, que lo abastece de agua, alcanzó el nivel más bajo de su historia,
con 13,5 metros por debajo de la cota de desagüe. La alcaldía estableció cortes
programados de suministro de 12 horas, dos veces por semana. “Es algo que
se veía venir”, comenta Omar Vergara, uno de los vecinos que tiene una
colección de baldes distribuidos por el patio de su vivienda para recolectar
agua de lluvia y usarla para regar las plantas y limpiar los pisos. Como
otros, lava su automóvil “solo a baldazos” y reutiliza el agua “menos sucia” de
su lavadora y deja la potable para beber y cocinar. Mientras, regar con
manguera las aceras provoca denuncias entre vecinos.(...)
El agua se paga más a mayor consumo. Pero aún así está mal
visto, por ejemplo, llenar las piscinas de esta pequeña y apacible ciudad, a la
que llegaron a vivir muchos antiguos residentes de la cercana Córdoba, por su
aire puro y mejor calidad de vida. Una línea telefónica de 24 horas recibe denuncias sobre
“derroches de agua”.
La Cooperativa de Obras y
Servicios Río Ceballos distribuye
el agua residencial y también contribuye a concienciar sobre su ahorro. Su gerente, Miguel Martinesi, explica que el consumo por persona
ha bajado de 270 a 170 litros diarios, mientras en la capital provincial es de
400 por habitante. “Hay un control permanente. Los vecinos se alertan: no
riegues, no laves el auto, la vereda (acera)”.
El intendente de Río Ceballos Sergio Spicogna, atribuye la
crisis hídrica a la disminución de las lluvias y un crecimiento explosivo de la
población, tras la construcción de una nueva autovía que une el municipio con
Córdoba. “Vivimos una situación de emergencia” desde 2005. Antes, ese
dique situado a apenas siete kilómetros de la localidad, abastecía también a
dos municipios vecinos, Unquillo y Mendiolaza, con 40.000 habitantes en
conjunto, “lo que hacía mucho más problemática la situación”, añade el
intendente.
Pero se hizo un trasvase desde el embalse que abastece la
capital, el Dique San Roque, y desde allí reciben agua las dos localidades,
mediante un acueducto de 30 kilómetros, que se planea extender hasta Río
Ceballos. Las autoridades
provinciales proyectan otras alternativas de abastecimiento a la capital
cordobesa, para que el excedente de San Roque fluya a Sierras Chicas. Pero
-como explica Spicogna-, son planes muy costosos y dependen de “una sinergia”
entre los municipios, la provincia y la nación.
Además, según el director de la organización ambientalista Proyecto de Conservación y Reforestación
de las Sierras de Córdoba,
Ricardo Suárez, el rompecabezas de los trasvases no es la solución. Suárez
considera que “traer agua
del Dique San Roque es un problema porque, si bien es mayor que el de La
Quebrada, también está por debajo de su cota normal y con una población para
abastecer mucho más grande, que va a seguir creciendo”. “Las obras siempre
se hicieron tarde, el consumo es mucho mayor que las obras que se hacen, y la
naturaleza tiene un límite”, advierte el ecologista.
En la provincia de Córdoba, la segunda más poblada de Argentina,
el promedio anual pluvial es de 779 milímetros y la disminución del bosque
nativo aumentó la evaporación del agua de lluvia, por falta de masa forestal
que la retenga. Suárez alerta
de que “este sistema semiárido se ha transformado casi en árido, con la
tendencia a un desierto. Sabemos muy bien que una de las características de un
desierto es carecer de agua”.
Córdoba tiene la mayor deforestación de Argentina. Solo queda un
cinco por ciento de los 12 millones de hectáreas de bosque nativo que la
provincia tenía a principios del siglo XX. Los incendios ocurridos entre agosto y septiembre devoraron
40.000 hectáreas más, la mayoría en bosques y pastizales serranos.
Las cifras que ofrece el presidente de la Fundación para la Defensa del
Ambiente, Raúl Montenegro,
no dejan lugar a muchas dudas. “Entre 1998 y 2002, se deforestó en Córdoba
el equivalente a 67 canchas de fútbol por día”. Además, el fuego y la tala
indiscriminada empeoraron el funcionamiento de sus principales cuencas hídricas
llegando a “colapsar las fábricas de agua”. Montenegro considera que la
introducción en los años 90 de los cultivos transgénicos de soja, maíz y
algodón, entre otros, agudizó el problema de la tala impulsando a su vez el
consumo de agua ya que “para producir un kilogramo de grano de soja se
requieren que pasen por su planta entre 1.500 y 2.000 litros de agua y en
tierras áridas aún mas”. El biólogo lamenta que “muchos crean que la mayor
parte de la superficie de la provincia pueda dedicarse a la agricultura,
ganadería y a la plantación de árboles exóticos y que los diminutos parques y
reservas creados por los gobiernos sean suficiente para conservar los ambientes
nativos”. Cree que es “dramáticamente falso porque no hay futuro ni
estabilidad ambiental sin la coexistencia equilibrada de ambientes naturales y
productivos”.
La construcción de barrios cerrados, industrias y grandes
complejos turísticos, impulsa también la deforestación de la provincia, que
aporta un ocho por ciento del producto bruto argentino. Por eso, para
Suárez la solución es un agresivo plan de reforestación y no solo nuevas obras
y como ejemplo señala que “el Dique La Quebrada se va a secar, es irreversible,
porque la cuenca está deforestada (en un 85 por ciento). Los suelos están casi
totalmente expuestos”.
La organización de Suárez reforestó, con voluntarios y casi sin
recursos, 40 hectáreas de bosque nativo. Se tardó 14 años. “Si los planes de
reforestación fueran sistemáticos, hoy la sierra sería un gran bosque nativo”.
Martinesi agrega otras soluciones. “Tenemos que definir qué
zonas queremos que crezcan, para poderles brindar la infraestructura necesaria,
y cuáles no queremos dejar crecer. Si no el problema será grave a medio plazo”.
El responsable del suministro de agua a Río Ceballos considera
que los cambios climáticos incidieron en la crisis hídrica, con prolongados
períodos de sequía, agravados por la degradación del ecosistema. “Pero deberíamos resolver el tema de la infraestructura, ordenar
el crecimiento, aprovechar bien las fuentes, para entonces poder decir que
estamos complicados por la falta de lluvias. Esperar que una región crezca
dependiendo de las lluvias es irresponsable”.