Talla de líder mundial
ha alcanzado en los últimos meses el uruguayo José "Pepe" Mujica, al
punto de que su no
mbre ya suena para Premio Nobel de la Paz. El periódico británico
The Observer explicó en un artículo de política ficción cuánto mejoraría el
Reino Unido si Mujica fuera su primer ministro. Un diario italiano lo ha
comparado con Nelson Mandela. Y la revista The Economist acaba de nombrar a
Uruguay como País del Año, todo por obra y gracia de Pepe Mujica.
El mandatario uruguayo
ha convertido a su país en la nación socialmente más progresista -otros dirían
liberal- del mundo. El año pasado, Uruguay legalizó el matrimonio homosexual,
acción que pone fin a la discriminación contra una minoría y favorece la
igualdad social con costo cero para el fisco. El país también ha legalizado
el aborto y, como regalo navideño, el 24 de diciembre recién pasado Mujica
promulgó la ley que permite el cultivo, la distribución, la posesión y el
consumo de marihuana, convirtiendo a Uruguay en el primer país del mundo
que lo hace.(...)
Cuando se habla de los jefes de Estado
izquierdistas de América Latina, pensamos siempre en ejemplos como Hugo Chávez,
Nicolás Maduro o Cristina Kirchner que lo han hecho todo o casi todo mal. Nos
olvidamos de José Mujica, hombre de impecables credenciales progresistas que ha
mostrado encomiable sensatez en sus políticas públicas. Mujica es el mejor líder
de izquierda que ha surgido en América Latina en varias décadas
La legalización de la
marihuana es tan visiblemente positiva para la sociedad que cuesta creer que
hasta ahora ningún país lo haya hecho. La evidencia disponible muestra que la
hierba es menos dañina para las personas y menos peligrosa para la sociedad que
el alcohol. Legalizarla les quita el mercado a los grupos al margen de la ley
que hoy controlan su distribución y venta, lo cual disminuirá el poder
financiero de las mafias y reducirá la violencia asociada al tráfico de la
droga. La policía podrá destinar más personal y recursos a tareas necesarias
y urgentes. Y el mercado formal de la marihuana dará ingresos adicionales al
fisco, en forma directa si hay un estanco estatal, como sucederá en Uruguay, y
por concepto de impuestos si se establece como negocio privado, como en el
estado estadounidense de Colorado. Lo que es casi seguro es que el precio
de la marihuana subirá, ya que el mercado ilegal es un ejemplo casi perfecto de
equilibrio entre oferta y demanda, sin intermediarios.
Al legalizar la marihuana,
Mujica y Uruguay han tenido la audacia de ignorar la Convención de 1961 Sobre
Estupefacientes de Naciones Unidas, un documento redactado hace más de 50 años
que Uruguay firmó. MUjica tuvo una escaramuza verbal con el presidente de la
Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes de la ONU, quien se
quejó de no haber sido consultado durante la discusión del proyecto de ley y
acusó a Uruguay de ser un país pirata. Mujica le contestó golpeado,
argumentando al organismo internacional de doble estándar por no haberse
quejado de la legalización en Colorado y Washington.
Y si estas acciones del
mandatario uruguayo lo han puesto en un sitio privilegiado del escenario
internacional, tiene varias cosas más a su favor, empezando por una cinematográfica
aureola de héroe revolucionario. Guerrillero y tupamaro en los años 60, se
alzó en armas contra el gobierno, fue encarcelado y participó en la legendaria
fuga de una cárcel en la que se escaparon por un túnel más de cien
guerrilleros. Recibió varios balazos, fue recapturado y pasó 14 años en
prisión. Volvió a la política tras el retorno de la democracia y ha tenido una
carrera sin retrocesos ni derrotas, pasando de diputado a senador, de ministro
a presidente.
Además, tiene un gran
talento para hacer suyas las consignas y banderas más populares del activismo
global. Sus discursos lo han convertido en héroe de los movimientos
ambientalistas, al tiempo que se queja del capitalismo inhumano y el consumismo
desenfrenado, planteando que hay que regresar a la naturaleza y desconectarse
del ritmo frenético de la vida contemporánea.
Pero quizá lo que más
ayuda a la imagen de Mujica es su manera de vivir. No usa corbata y rehuye
el protocolo. Vive en la misma casa donde vivía antes de ser elegido
presidente. No tiene chofer y maneja un Volkswagen escarabajo de los años 60
para ir todos los días a la oficina. Y dona el 90% de su sueldo a
organizaciones de ayuda a los pobres. Es espontáneo, parece sincero y tiene
sentido del humor.
Su buena imagen se debe
en parte a que no recurre a los acartonados asesores de imagen que moldean a la
gran mayoría de los jefes de estado. Pero sabe muy bien lo que hace y una de
las cosas que hace bien es precisamente cuidar su imagen. Es un animal político
por excelencia y tiene un insuperable instinto para captar lo que quiere la
gente y elegir los temas de impacto global. Dosifica a la perfección sus
apariciones en público y privilegia sus entrevistas con medios extranjeros al
mismo tiempo que se escabulle de los periodistas uruguayos.
Hace bien, porque la
prensa local quiere preguntarle por qué no ha habido avances en educación pública
ni en seguridad ciudadana, que eran temas prioritarios en su programa de
gobierno. Y si es paladín del ambientalismo y de la naturaleza, ¿por qué ha
impulsado el polémico megaproyecto minero Aratirí, que explotará mineral de
hierro a cielo abierto? ¿Por qué está impulsando un controvertido puerto
industrial de aguas profundas en la localidad de Rocha, una zona costera sin
contaminación? ¿Por qué está vendiendo tierras públicas en los bordes de un
parque nacional para instalar allí emprendimientos agropecuarios?
Al parecer Mujica busca
también el crecimiento económico de su país y la prosperidad de sus
compatriotas. Al parecer no le basta con ser un héroe global, sino que quiere ser también un buen gobernante local. Pero su
discurso ambientalista no se condice con los proyectos industriales y
extractivos que impulsa.
Esos proyectos harán
crecer a Uruguay. Económica y socialmente, el país tiene mucho a su favor. Tiene
un saludable crecimiento en torno al 4% anual, maneja bien sus cuentas, es el
segundo país latinoamericano en índice de desarrollo humano, segundo en
libertad económica, su desigualdad de ingreso es pequeña y sigue bajando, su
riesgo país es mínimo, el costo de la vida es bajo y está entre los diez
mejores países del mundo para vivir jubilado.
Cuando se habla de los jefes de Estado izquierdistas de América
Latina, pensamos siempre en ejemplos como Hugo Chávez, Nicolás Maduro o
Cristina Kirchner que lo han hecho todo o casi todo mal. Nos olvidamos de José
Mujica, hombre de impecables credenciales progresistas que ha mostrado
encomiable sensatez en sus políticas públicas. Mujica es el mejor líder de
izquierda que ha surgido en América Latina en varias décadas.