Luis
Fuenmayor Toro
“Es la
hora, es el momento de las definiciones, ahora o nunca sabremos quiénes somos”.
De esta manera terminaba su arenga un articulista de los grupos autodefinidos
como “marxistas y revolucionarios” del Gobierno. De esos que siempre tienen al “Che”
en la boca y pareciera que, por lo menos, algunos folletos han leído. A Marx
directamente, no lo creo, a lo sumo algo de Marta Harnecker. Sin embargo, no
entienden nada, como se deduce de sus escritos. Siempre están con el cuento del
Moncada, de la Sierra Maestra, del guerrillero heroico, sin ir más allá en el
análisis, sin decir qué significa hoy el fracaso de Cuba, su rectificación económica,
su mayor dependencia, todo ello achacado, por su “exitosa” dirigencia, al embargo
comercial estadounidense. ¡Miren que le han sacado provecho!(...)
Cometen,
en sus prédicas cuasi religiosas, el exabrupto de comparar a Bolívar con el Che
Guevara. ¡Por favor! Bolívar fue un luchador exitoso, que tenía en su cabeza la
construcción de unas repúblicas, distintas e independientes de la monarquía
española. Hacia ese objetivo dirigió sus esfuerzos y triunfó. ¿Cuál es la obra
del Che a contraponerle? ¿Los deseos expresados en sus palabras? ¿Sus
sentimientos más íntimos que no podemos conocer? Decir que hay momentos de
decisiones trascendentales en la vida de las personas, sean estas comunes o
especiales, héroes o villanos, es el descubrimiento del “agua tibia”, hecho
constante en estas mentalidades que están convencidos de que basta con desearlo
para que sea lo correcto y además hacerlo posible.
Decir que
la revolución está en la coyuntura de profundizarse o de retroceder y perderse,
en el momento del “resteo”, en la encrucijada del no retorno, sin argumentar
absolutamente nada, como un acto de fe, es como rezar el “Padre nuestro” y
esperar que se cumplan nuestros deseos o se satisfagan nuestras necesidades por
ese simple hecho. La idea de la “no vuelta atrás”, del no regreso al pasado, se
terminó con la caída del “socialismo real” y el desarrollo del capitalismo en
Rusia y en Europa Oriental. En este caso o se regresó al modo de producción
capitalista o simplemente nunca se lo llegó a superar y el socialismo sólo era
de discurso, tal y como es el caso venezolano.
Llamar a
profundizar el socialismo y olvidar que somos un país monoproductor de materia
prima, incapaz de darle valor agregado; sin desarrollo industrial, que no
produce alimentos, con una instrucción promedio de 7° grado, una burguesía parásita,
unas fuerzas armadas que dan lástima y una burocracia ignorante, negligente y
corrupta, es fantasioso, mentiroso y manipulador.