Luis Fuenmayor Toro
En esta encarnizada lucha del Gobierno y Capriles por
sacarle el mayor provecho político a la situación actual, los venezolanos nos
hemos enterado de que el 80 por ciento de los electores son fascistas. Así lo
han aseverado los dirigentes gubernamentales de quienes no votaron por Maduro
(40 % de los votantes) y así lo han dicho Capriles y compañía de quienes
votaron por Maduro (40 % restante). Los combatientes tratan de mantener de su
lado a los votantes que los favorecieron el 14 de abril; los chavecistas,
adicionalmente, tratan de recuperar parte de los 700 mil votos que se les
fueron con Capriles. Éste trata además de consolidarse como líder de la
oposición. De nuevo, como en las elecciones, el principal problema y el blanco
de los discursos de ambos sectores son sus propios militantes, amigos y
simpatizantes. Es hacia ellos que se habla y a quienes se trata de convencer,
independientemente de que parezca que se dirigen y acusan a su oponente.
Capriles y la oposición de la MUD declaran desconocer (...)
los
resultados electorales, actitud que no debería sorprender a quienes, durante
casi 40 años, los desconocimos en el pasado adeco-copeyano. Utiliza la ejecución
de un cacerolazo para hacerse sentir y se moviliza en varias ciudades del país:
exige la auditoría de todas las urnas electorales y cuadernos de votación. El
Gobierno los acusa de desestabilizadores y de ser autores de 8 asesinatos no
investigados y de la quema y destrucción de varios centros de diagnóstico integral
(CDI) y una casa del PSUV en Sucre. Adicionalmente, se les suspende a sus
diputados el derecho de palabra en la Asamblea Nacional, medida claramente
inconstitucional. Capriles responde que ha llamado a protestar pacíficamente y
rechaza que se trate de un plan desestabilizador. Se descubre que no hubo destrucción
de los CDI y que sólo fueron objeto de cacerolazos y de algunas pintas, en
protesta por la presencia de los médicos cubanos.
El Consejo Nacional Electoral decide extender la
verificación ciudadana al material electoral restante, tal y como se había
hecho el mismo día electoral con más de la mitad de las urnas. Capriles acepta rápidamente,
lo que hizo pensar que la conflictividad se reduciría, pero luego insiste en la
petición inicial lo que prolonga el conflicto político electoral. Suenan de
nuevo las cacerolas, Capriles se dirige al país con su versión de los hechos y
su posición y el Gobierno lo sabotea encadenando los medios audiovisuales, para
transmitir sus contrarios puntos de vista y opiniones. Quienes desde el
Gobierno pidieron la necesidad de diálogo y reflexión concluyen que la
oposición de Capriles ha echado por tierra esa posibilidad. “Se prepara una
celda para Capriles” dice la ministro Varela y “Capriles puede ser enjuiciado
por traición a la patria” dice un reconvertido en chavecista quién sabe por
gracia de quién o de qué.
Aparecen los heridos serios de la oposición, las decenas de
detenidos y un mil denuncias de acoso laboral y de despidos de empleados
públicos (PDVSA, Vargas, Zulia, Bolívar, a la cabeza), que no votaron por
Maduro. Todos ven la viga en el ojo ajeno; nadie en el propio.