Pobre de solemnidad,
Chávez vendía en los recreos de la escuela y en el pueblo "arañas de
lechosa", un dulce que preparaba su abuela
BONIFACIO CAÑIBANO
En los peores momentos de su
cáncer leyó a Fritjof Capra (un físico de la Universidad de Viena que estudia
la interrelación de la física con el misticismo oriental), pero a Hugo Chávez
(Sabaneta de Barinas, 1954 -- Caracas, 5/03/2013) lo que le gustaba leer es historia. Dicen los que le
conocían que es una de esas personas que se llevan prestados libros de las
casas de sus amigos y nunca los devuelven. Su curiosidad por la historia le
venía de pequeño, de cuando se sentaba en la primera fila de la escuela de su
pueblo presidida por dos retratos: el del general Zamora, alias cara de cuchillo y el de Simón Bolívar.
La escuela de Sabaneta (estado de
Barinas), el pueblo en el que nació, no era mucho mejor que el resto de las
casas de la aldea, desperdigadas en tres calles polvorientas, con techos de
palma y suelo de tierra. Allí vivió durante toda su infancia, en la casa de su
abuela Rosa Inés, junto con su hermano mayor Adán. Sus padres, maestros de
primaria, vivían en otra casa cercana. Los 300 bolívares que ganaban al mes no
eran suficientes para alimentar a sus hijos. Llegaron a tener seis y Hugo fue el
segundo; su madre tenía 19 años cuando nació y recuerda que ese parto no fue difícil en aquella
madrugada del 28 de julio.
Pobre de solemnidad, vendía en los
recreos de la escuela y en el pueblo "arañas de lechosa", un dulce
hecho con papaya que preparaba su abuela. (...)
Chávez era mestizo, como la mayoría
de la gente de Venezuela; su padre es negro, su madre blanca y su abuela Rosa
Inés descendiente de los indios del llano.
Los genes blancos le vienen de su
bisabuelo Pedro Pérez Delgado, conocido por Maisanta, que tuvo una vida de película. A los 16 años mató a un
coronel que había dejado embarazada a su hermana y se pasó media vida huyendo
hasta que se reenganchó en la guerrilla. Le llamaban Maisanta porque cuando cargaba contra sus
enemigos iba gritando "Madre santa... ¡Ayúdame!". El apellido Chávez lo
heredó de su bisabuela, con la que Maisanta, que tuvo otros muchos hijos
desconocidos, nunca se casó.
La enseñanza media la cursó en la
ciudad de Barinas, gracias a que le acogió en su casa su tío Marcos, el único
hermano de su padre. De allí salió para matricularse en la Academia Militar de
Caracas. En la Venezuela de aquellos tiempos, a diferencia de lo que ocurría en
Argentina o Chile, existía
la posibilidad de que las familias pobres enviasen a sus hijos a hacer la
carrera militar.
Esa puerta había sido aprovechada por el Partido Comunista que infiltró en el
Ejército a algunos cuadros que llegaron a ser oficiales de alta graduación.
El caracazo y su ingreso en
prisión
En esa situación se desarrolló en
los cuarteles un movimiento conspirativo clandestino que se denominó ARMA
(Acción Revolucionaria de Militares Activos) al que pronto Chávez se enganchó
con el nombre en clave de José Antonio. El caracazo, la rebelión popular contra la política
neololiberal de Carlos Andrés Pérez (1989), con sus cientos de muertos, salpicó
también a los cuarteles. Allí se aceleraron los preparativos de los militares
progresistas para levantarse contra el Gobierno.
En
2002 la derecha venezolana perdió la paciencia y se atrevió a dar un golpe de
estado contra Chávez
Finalmente, en febrero del 92, se levantaron. Chávez ya era comandante y
estaba encargado de tomar el Palacio Presidencial en Caracas, mientras otros oficiales,
algunos de mayor graduación, deberían de apoyar la acción desde diversas
ciudades. Pero hubo filtraciones y el levantamiento terminó en un rotundo
fracaso. Chávez apareció en televisión y comunicó a los suyos que los objetivos
no se habían cumplido "por ahora" e ingresó en la cárcel. Ese
"por ahora", muy celebrado en Venezuela, fue realmente el inicio de su
campaña electoral. Cuando dos años después salió de prisión, indultado por el
presidente Caldera, ya era un hombre notablemente popular.
Ese Chávez de finales de los noventa, buen jugador
de beisbol -siempre en primera base-, mal bailador -un serio problema en
Venezuela- hábil dibujante, simpático y cercano, recorrió el país de arriba abajo explicando
su proyecto político y conectó con la gente. En 1998 encabezó una coalición de partidos, el
Polo Patriótico, y ganó con comodidad las elecciones.
Después de aprobar una nueva constitución, ganar
otras elecciones, promulgar una ley de reforma agraria y cambiar la ley de
hidrocarburos, la derecha venezolana perdió la paciencia y se atrevió a dar un
golpe de estado apoyada por un sector del ejército, los medios de comunicación
privados, la cúpula de la Iglesia, la patronal y las embajadas de EEUU y España.
Inicialmente tuvo éxito, pero en pocas horas la
gente de los barrios bajó en trompa sobre el centro de Caracas. Otra parte de
los militares se pusieron de parte del Presidente y lo liberaron de su prisión
en la isla de Orchilla. Mientras en aquella noche de abril del 2002 la multitud
rugía, Chávez regresó al Palacio Presidencial y demostró que su abuela tenía
razón cuando decía que su principal defecto era su excesiva propensión a perdonar:
ordenó soltar
a los detenidos.
("También liberó a ese fascista con cara de asesino que tuvo el coraje de
leer en televisión aquel papel que dejó abolida la Asamblea Nacional", le
recriminó su hermano Adán).
Los peores momentos de su vida política se
concentraron en ese año. Semanas después del golpe un grupo de militares se
sublevó y tomó la plaza caraqueña de Altamira. Se instalaron en el hotel
Palace, de cinco estrellas, y allí permanecieron un año entero. No había terminado el 2002
cuando los empresarios organizaron un paro en las empresas petroleras, que terminó alcanzando a la
estatal PDVSA y provocó el colapso del suministro en las gasolineras y en el
transporte.
Después de dos meses de manifestaciones y
contramanifestaciones, caceroladas y enfrentamientos sociales, la huelga se
diluyó y el gobierno consiguió reactivar las petroleras recurriendo a los
trabajadores fieles de PDVSA y a técnicos de las universidades y del ejército.
El largo golpe de la derecha venezolana había fracasado. Y de esa derrota
todavía no se ha recuperado.
Política social
A partir de entonces Chávez lanzó su política
social: las llamadas misiones, que con apoyo de 20.000 médicos cubanos llevaron la sanidad
pública a los barrios,
acabaron con el analfabetismo, combatieron la drogadicción, redujeron la
pobreza a la mitad, abrieron las universidades a las clases populares y
atacaron con menor éxito dos problemas incrustados en la sociedad venezolana
desde mediados del siglo pasado: la criminalidad y la falta de viviendas.
Las
llamadas misiones acabaron con el analfabetismo, combatieron la drogadicción y
redujeron la pobreza a la mitad
Las políticas sociales (43% del presupuesto)
trajeron otros problemas domésticos. Por ejemplo, el tráfico en las grandes
ciudades se volvió desesperante, debido a las subvenciones a la población para comprar
coches y para llenarlos de carburante (llenar el depósito de un automóvil
cuesta, en Venezuela, menos de tres dólares).
La actividad de Chávez se volvió frenética. Sus colaboradores se quejaban de
que su agenda estaba siempre sobrecargada y era poco realista. Muy poco
inclinado a delegar, era muy exigente en el trabajo y tenía "mal
pronto", un aspecto poco conocido por la mayoría de los venezolanos.
Todos los grandes medios de comunicación privados,
sin excepción, son antichavistas y cada mañana atacan sin conmiseración al
gobierno. A pesar de ellos, Chávez convocó 14 consultas electorales y las ganó
todas, con la excepción del referéndum constitucional del 2007.
En el verano del año pasado anunció
que tenía un cáncer. Genio y figura, decidió operarse en Cuba, descartando las
ultraespecializadas clínicas de EEUU. Contra todo pronóstico, llegó a la
campaña electoral de las últimas presidenciales en evidentes buenas condiciones
físicas, para desesperación de sus opositores. La figura de Chávez, el
presidente mestizo que surgió de la miseria, tenía una particularidad difícil
de batir: que con él se identificaba la gente de las clases populares.