Susana Morffe
La historia se empeña en repetirse y somos nosotros los
encargados de recordarla. Era una vez un país con riquezas y le aplicaron un
viernes negro y la economía se lastimó. Treinta años después aplican un viernes
rojo, después de otras devaluaciones, con un dólar engañoso de 4,30 a otro
oficial disparado a 6,30 que beneficia solo a sus autores.
Las conocidas y rechazadas cadenas nacionales por radio y
televisión son otro caso típico que traemos a colación. Hace pocos días todos
criticaron la cadena que se hizo para promover la imagen del mandatario
nacional, usando la gorra y los símbolos patrios desde 1999, mientras
que el excandidato de la oposición exige en 2013 que no se la expropien. La
gorrita en cuestión ya había sido usada por el presidente ausente en el año
2011. Todo ello hoy día ha sido motivo de un gran debate nacional. Dame mi
gorra, (...)
esta gorra es mía, toma tu gorra y para de contar.
esta gorra es mía, toma tu gorra y para de contar.
En el año 2010 se destapó la corrupción en torno a 130 mil
toneladas de comidas descompuestas halladas en contenedores, lo que conmovió a
todo el país porque tocaba la alimentación de los venezolanos en lo que se
llamó el Caso Pudreval. La historia desencadeno nuevos hallazgos en distintos
estados y por estos días se coloca en la palestra un informe de la Contraloría
General de la República, el cual demuestra que en las Aduanas de Puerto Cabello
y La Guaira se determinaron 65 contenedores con alimentos dañados.
En honor a la verdad, no podemos dejar de mencionar la
incertidumbre que hay en torno a la enfermedad del presidente, su ausencia
larga y protagónica irremediablemente nos obliga a desembocar en un trozo de
historia que nos fue obsequiada y escrita por Rufino Blanco Fombona en 1907: “Acaba de
pasar en tren expreso para Caracas el General Cipriano Castro,
enfermo desde hace ocho meses y que buscaba la salud, de meses para acá, en el
balneario de Macuto. En países como el nuestro donde por costumbre inveterada y
retardataria el Primer Magistrado tiene un poder más vasto del que (ya enorme)
señalan las instituciones, es, a veces, mayor freno para ambiciones en juego la
persona del Magistrado que el libro de la Ley; Patria. ¡Qué absurdo! Castro va
macilento, flaco, rojo el cerco de los ojos, caídos los párpados, haciendo
visible esfuerzo por mantenerse firme en el asiento a la contemplación de las
curiosas multitudes que se apiñan en los andenes y a lo largo de la vía para
verlo. Y en ese vagón de ferrocarril, junto con ese hombre extenuado y en
demacración va también, canijo y maltrecho, el destino de Venezuela. Esa
piltrafa humana ha sido adulada, poderosa, feliz. Dio guerra a pueblos de ambos
continentes; y una actitud suya o una opinión se tomaba en cuenta lo mismo en
Caracas que en Washington, y casi tanto en Amsterdam o en París como en Bogotá.
Porque dentro de esa lámpara, hoy despostillada, ardía una gran luz: la
voluntad. Esa luz amenazó varias veces con una extensa conflagración, ya que
dados los enclavijamientos de odios e intereses internacionales, en el mundo
que vivimos, un grano de arena puede bastar para detener el engranaje y la
complicada maquinaria de la política universal. Y ese hombre cuyo ceño
encapotado causó miedo, estupor o silencio, ese hombre que se vio siempre
adulado hasta en sus vicios, obedecido hasta en sus caprichos, celebrado hasta
en sus errores, ese hombre que se vio aplaudido, en el menor de sus gestos,
como un histrión; celebrado por el sicofantes en el menor de sus rescriptos,
como un Emperador de Bizancio; cantado por el Romancero del servilismo en la
menor de sus hazañas, como un Conquistador; ese hombre, ayer cifra de esperanza
para tantos y a quien adulones de alquiler, besaba las plantas, orgulloso de su
servilismo, ese hombre hoy es objeto de un solo deseo: el deseo de que muera.
En efecto, sólo es ya un estorbo. Sus enemigos desean que muera porque Cipriano
Castro fue duro con sus adversarios. Hay algo menos explicable: que sus amigos,
que sus tenientes, que sus aduladores de ayer, atisben por la cortina del lecho
la agonía del ídolo expirante”.
La farándula tampoco ha dejado de sorprender cuando en el año
2011 el cantautor Hany Kauam obsequió una guitarra al presidente, un rato
estuvo “El Puma” José Luis Rodríguez apoyando al régimen y luego levantó vuelo,
perdón, emprendió la carrera hacia otros lados. Ya se conocía la tendencia del
desaparecido cómico “Joselo”. Por esas calles se comenta que también Mimí Lazo,
el Maestro José Antonio Abreu y su pupilo Dudamel y otros más venezolanos y
extranjeros, hasta llegar ahora, sin que sorprenda, la pelada de rodilla que
hizo Winston Vallenilla para llevarse nada menos que el premio gordo
¡Familiaaaa!
Es de regular condición los saltos del dólar y de talanquera
que se producen entre políticos, en estos y otros tiempos pasados. De tal
manera que la historia entretiene, ataca despiadadamente y nos ubica entre el
espacio del pasado y el presente. Ella solita se encarga de cachetearnos la
memoria ¡Dios salve a la historia!