Iba a comenzar diciendo que “hasta en la historia hay que poner las
cosas en su sitio”, pero
sería una verdad de Perogrullo. Es
más, es quizás en la historia donde más hay que poner las cosas en su sitio,
pues la verdad histórica es usualmente distorsionada y acomodada a los
intereses de la clase o grupos dominante o de la élite gobernante. En nuestros
países casi siempre es esto último: la élite gobernante. Es decir el o los
grupos de individuos que, a través de distintos mecanismos, se hacen con el
poder nacional, regional o de ciertos ámbitos sectoriales y lo utilizan para
mantenerse en dicha posición y disfrutar de las ventajas y privilegios que ésta
les garantiza.
En el pasado llegué a pensar que quienes se llaman comunistas eran
distintos, que el poder les interesaba como un medio para poder actuar y
liberar de la explotación capitalista a la sociedad toda, para terminar con las
lacras sociales existentes y construir la sociedad de la abundancia, equidad,
justicia y paz. Idealismo del más puro, pues mi creencia no tenía nada que ver
con la realidad. Eran sólo intensos deseos. El primer error fue creer que
quienes se llamaban comunistas realmente lo eran y que los partidos comunistas
eran eso que decían ser. La práctica social mundial, regional y nacional,
demostró que las cosas no eran así, causa fundamental del desmoronamiento del
llamado socialismo real.
El caso de Venezuela no es una excepción, y no quiero ofender a
nadie ni que me crean hostil al PCV, en el que he militado dos veces y del cual
me considero amigo, pero la verdad histórica debería prevalecer por lo menos en
quienes son supuestos transformadores de la sociedad actual. Así, con motivo de
la conmemoración del 75 aniversario de la Primera Conferencia Nacional del PCV,
se le hizo un homenaje a quien sustentaba la tesis derrotada en dicha
conferencia y que proponía que los comunistas no crearan un partido clasista,
sino que militaran en distintos partidos socialdemócratas, entre ellos ORVE,
cuyo lema decía “ORVE no es fascista, mucho menos comunista”.
La tesis triunfante fue la de construir un partido de la clase
obrera soberano e independiente de la social democracia, mientras que la tesis
opuesta, sustentada por Gustavo Machado, fue derrotada, por lo que éste desplegó luego una actividad
conspirativa ininterrumpida contra la unidad del PCV, como se evidenció años
después. Nada de esto se le dice a la militancia comunista ni al pueblo,
quienes sólo tienen acceso a una idílica historia de Machado, que lo lleva
incluso a las serranías nicaragüenses a combatir junto con Augusto César
Sandino.
La historia oficial parece que siempre será historia distorsionada
sin importar si son socialdemócratas, socialcristianos, comunistas, socialistas
del siglo que sea, quienes escriben. Los historiadores científicos tendrán
siempre que poner las cosas en su sitio, aunque les cueste años hacerlo.