"Es el Evangelio, quien reclama
al cristiano (a) más compromiso con la Historia" (San Romero de América)
Hervi Lara B.
Adital
Entre los días 23 y 30 de abril de 1972,
se realizó en Santiago de Chile el Primer Encuentro Latinoamericano de
Cristianos por el Socialismo. Se postulaba, entre otros aspectos, que dicho
evento "debía impactar la conciencia cristiana latinoamericana y mundial,
contribuyendo a destruir la aparente legitimidad religiosa del capitalismo”.
Aparte de todas las vicisitudes de este
Encuentro –tales como invitaciones a obispos que fueron rechazadas; cartas
confidenciales de obispos chilenos a Conferencias Episcopales de América Latina
sobre el carácter "político” del Encuentro; fría entrevista de los
participantes con el entonces Arzobispo de Santiago-, el Encuentro entregó un
Documento Final que, a grandes rasgos, podría sintetizarse en que el problema
sustantivo de aquel momento era el de la liberación, para lo que se requería la
ruptura del sistema capitalista a fin de crear las condiciones de un proceso de
construcción del socialismo, renunciándose a las "terceras vías” postuladas
por la democracia cristiana.
El Documento Final establecía que
"nuestro compromiso revolucionario (...)
nos ha hecho redescubrir la significación de la obra liberadora de Cristo. Ella da a la historia humana su unidad profunda y nos permite comprender el sentido de la liberación política, al situarla en un contexto más amplio y radical. La liberación de Cristo se da necesariamente en hechos históricos liberadores, pero no se reduce a ellos; señala sus límites, pero sobre todo, los lleva a su pleno cumplimiento. Los que operan una reducción de la obra de Cristo son más bien aquellos que quieren sacarla de donde late el pulso de la historia, de donde unos hombres y unas clases sociales luchan por liberarse de la opresión a que los tienen sometidos otros hombres y clases sociales; son aquellos que no quieren ver que la liberación de Cristo es una liberación radical de toda explotación, de todo despojo, de toda alienación”.
nos ha hecho redescubrir la significación de la obra liberadora de Cristo. Ella da a la historia humana su unidad profunda y nos permite comprender el sentido de la liberación política, al situarla en un contexto más amplio y radical. La liberación de Cristo se da necesariamente en hechos históricos liberadores, pero no se reduce a ellos; señala sus límites, pero sobre todo, los lleva a su pleno cumplimiento. Los que operan una reducción de la obra de Cristo son más bien aquellos que quieren sacarla de donde late el pulso de la historia, de donde unos hombres y unas clases sociales luchan por liberarse de la opresión a que los tienen sometidos otros hombres y clases sociales; son aquellos que no quieren ver que la liberación de Cristo es una liberación radical de toda explotación, de todo despojo, de toda alienación”.
Han pasado 40 años y estos conceptos
mantienen plena vigencia, como también continúa viva la palabra de Salvador
Allende, cuya conducción de la Vía Chilena al Socialismo fue respaldada por
este sector de sacerdotes, religiosos(as) y laicos(as), y que nació desde un
grupo de consagrados(as) que habitaban sectores populares, o trabajaban como
obreros, o simpatizaban con este tipo de experiencias.