La grave situación que atraviesa nuestra ciudad tiene que, finalmente, hacernos reaccionar. Hemos llegado a extremos, francamente, intolerables. No sólo se trata ya del gravísimo problema de la violencia, que se expresa, dramáticamente, en la lista de asesinatos del fin de semana; no es sólo eso. Ahora, desafortunadamente, tenemos que agregar los cada vez peores servicios públicos: el agua potable que no llega regularmente, el “servicio” de energía eléctrica que se interrumpe a cada rato (con el irremediable daño de costosos electrodomésticos y sin que nadie asuma la responsabilidad de reponer los aparatos dañados), las invasiones de todos los días (sin que le importe a alguna autoridad) y el deterioro de las calles y del transporte público, entre otros muchos males. Esta situación, nada nueva por lo demás, pero sí agravada, no es de responsabilidad exclusiva del alcalde Edgardo Parra. El anterior gobierno municipal tiene su importante cuota de responsabilidad; sin embargo, no es hora de lamentaciones o lloriqueos; tenemos que enfrentar, con firmeza, esta situación. Necesitamos echar a andar un plan para mejorar la calidad de vida de los valencianos. Parra, por supuesto, debería ser un factor de primer orden en esta cruzada contra los males que padece Valencia y su gente. Todos los demás: militares y civiles, gobierno regional y nacional, empresarios, colegios profesionales, sindicatos, simples ciudadanos y ciudadanas, deberíamos hacer lo que esté a nuestro alcance para rescatar a la ciudad donde vivimos. Otra cosa sería una enorme irresponsabilidad con nosotros mismos y con las generaciones futuras.
