Van Gogh
―Vincent Willen van Gogh― se estableció en París en marzo de 1886, animado por
su amado hermano menor ‘Theo’, marchante de arte y coleccionista, quien estaba
en París desde 1884. Antes, en Holanda, había pintado _Los comedores de
patatas_, en 1885, una escena campesina, en colores entre claros, sombríos y
terrosos. Ese mismo año Van Gogh fue a Amberes, Bélgica, capital del Flandes,
centro de arte, moda, y comercio. Allí descubre las obras de Rubens, prolífico
y barroco, y compra muchos grabados japoneses. El llamado de Theo era
confiable. Y París, la atrayente y bohemia, seguía siendo la capital del arte.
Como cosa singular: se detiene en las obras de los pintores impresionistas, con
sus atrevidos y cambiantes juegos de luz. Entonces, tuvo tratos con
Toulouse-Lautrec, Pisarro, Seurat, Signac y Gauguin.
De este tiempo, nos queda un pastel de tiza sobre cartón de Toulouse-Lautrec, de 1887, que retrata a Van Gogh de perfil, el único que se tiene. Pero a principios de 1888, Vincent se había cansado ya de la gran ciudad. Soñaba entonces con fundar una colonia de artistas en el sur de Francia. Viviría y trabajaría con otros artistas en la “Casa Amarilla” de Arlés. “Ir a Arlés”, había porfiado Toulouse-Lautrec. Este reconocía la sensibilidad y el talento de Van Gogh y creía que la luz del sur de Francia, y particularmente la de Arlés, le daría una inspiración vital para su trabajo. A Arlés llegaría en febrero de ese mismo año. Poco después, se le uniría Paul Gauguin que fue el único que acompañó su idea. Para esto contaron con el apoyo económico del bueno de Theo quien sufragó gastos del viaje y sustento, además.
Entre 1888 y
mayo de 1889, su tiempo en Arles, fue un período de intensa creatividad.
Se suele hablar de alrededor de 300 dibujos en año y medio. Un tiempo, quizá el
más fecundo de su arte. Pero aquí, de nuevo se vio en dificultades para
subsistir, ya que no vendió ninguno de sus cuadros, pero pudo superarlo gracias
a la próvida mano de su hermano. Con Gauguin solo pudo convivir dos meses, sus
diferentes temperamentos, y su alcoholismo serían la causa de constantes
fricciones. Lo que incluye el ataque de Vincent a su amigo con una navaja de
afeitar el 23 de diciembre de 1888, la misma con la que se ha dicho que se
mutiló el lóbulo de una oreja. Gauguin abandonó la casa de inmediato, poniendo
fin a la convivencia y su relación personal. Después, no se volvieron a ver,
solo se escribirían.
Vincent
comenzó en Arles a pintar sus versiones de “Los Girasoles”, una de las obras
más famosas de su breve pero prolífica carrera. Estas flores tan emblemáticas
de su pintura fueron una creación de sus últimos años años de su vida
artística. Las creó repetidamente en diferentes disposiciones y escenarios. Hoy
se pueden ver, por ejemplo, en cinco versiones que se muestran en Filadelfia y
Munich, con fondos turquesa a diferencia de las otras tres (en Londres,
Ámsterdam y Tokio), que lo tienen amarillo. Un crítico ha dicho que “Van Gogh
dibujó el jarrón, las flores, la superficie de apoyo y el fondo de un modo
sencillo, en gran medida plano. El tono celeste del fondo –que las vuelve
notoriamente distintas— hace que los ocres se vean más rutilantes”.
Van Gogh, por
su parte, dijo una vez: “El girasol es mío”. Y el amarillo era su color
preferido. Sin duda. Pocos artistas han sido tan íntimamente asociados con una
flor y un color. Gauguin le escribiría: "Tus girasoles sobre fondo
amarillo, que considero una página perfecta de un estilo 'vincentiano'
esencial…”. Y pintando girasoles, como se sabe, lo retrataría mientras en Arles
en 1888. Claro está, antes de la pelea. En otro momento diría: “Oh, sí el
divino Vincent amaba el amarillo […] yo adoraba el rojo”. Durante su funeral,
en julio de 1890, sus más allegados arrojarían, en su honor y recuerdo,
girasoles y otras flores a su tumba.
*Historiador.
Profesor titular (J) de la Universidad de Carabobo.