Recoge la
agencia Reuters y no ha sido desmentido por las autoridades norteamericanas o
quienes dirigen el poder dentro de Venezuela, el tenor de la conversación que,
el pasado 21 de noviembre, por 15 minutos habrían tenido telefónicamente el
señor presidente Trump y Nicolás Maduro, encuentro este que fue reconocido de
manera expresa por el primero de los nombrados.
Según la
reseña periodística – y lo tomo del bogotano diario El Tiempo- el señor Maduro
informó en la misma su decisión de salir del poder, pero lo supeditó a varias
condiciones, a saber:
"Que él
y sus familiares tuvieran una amnistía legal completa".
Que la amnistía incluyere “la eliminación de todas las sanciones por parte de Estados Unidos y el fin del caso que adelanta la Corte Penal Internacional (CPI) por presuntas violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad en Venezuela”.
Que se
produzca el "levantamiento de las sanciones contra más de 100
funcionarios" venezolanos, a quienes la Casa Blanca señala de tráfico de
drogas, corrupción o abusos a los derechos humanos”.
Que Delcy
Rodríguez dirigiere un gobierno interino de cara a la celebración de nuevas
elecciones.
Dos cosas me
resultan en lo personal supremamente interesante respecto de lo ocurrido; lo
primero que absolutamente nadie hubiere protestado de que los señores Trump y
Maduro conversaren civilizadamente sobre un mecanismo para resolver la crisis
venezolana, más en un país donde hasta no hace muy poco tiempo, cualquiera
actuación similar que se realizare, era denostado de la manera mas brutal por
los adversarios de ello. Hay allí, nadie lo dude, un avance que demuestra que,
hasta con el diablo, se conversa, a pesar de lo que algunos, hasta ayer nada
más, decían.
Lo segundo,
es quien será la persona que está en la lista en los puestos 101 y siguientes
que no fueron incluidos en los puestos precedentes, exponiéndoles a todas las
sanciones que aspiran sean eliminadas para los primeros.
Lo tercero,
finalmente, es el silencio sepulcral que existe, no solo entre las partes que
participaron en la conversa sino también en todo el resto de los interesados en
la misma, en relación a que, según la citada agencia noticiosa, la mayoría de
las propuestas del señor Maduro, fueron rechazadas, lo que me genera en lo
personal una interrogante que nadie se ha atrevido a indagar, a saber, ¿cuál o
cuáles de ellas mr. Trump aceptó?
Lo ocurrido
pone de presente, sin duda, que la negociación -pues de eso se trató esa
conversación puesto que uno propuso algunas cosas y el otro, según la
información, cuando menos una aceptó- sigue siendo hoy, como lo fue ayer, el
mecanismo más válido para resolver la situación venezolana. Quizás la
diferencia entre lo que pasaba ayer y lo que ocurre hoy, es que el liderazgo
venezolano actual, ha puesto en manos de terceros ese mecanismo, lo que nunca
antes había ocurrido.
En muchas de
estas barras, he expresado varias ideas recurrentes respecto de la solución a
la crisis política venezolana. La primera, que la vía para que se resuelva es
la negociación; la segunda que para que ello fuere posible se requería el
acompañamiento de países amigos; la tercera que deberían ser los países
hispanoamericanos los que mayor esfuerzo deberían poner para que ello
ocurriere; lo cuarto que era necesario que se iniciare perentoriamente un
proceso de reinstitucionalización a lo interno del país y lo último -que
adquiere la mayor importancia en la actual coyuntura- que cuando de por medio
está un país poderoso, para este, siempre, todas las opciones están sobre la
mesa.
Lamentablemente
para todos, la negociación entre venezolanos no fue posible, tanto por la
actitud del gobierno como por la de factores de oposición que no creían que ese
mecanismo fuere válido cuando lo desarrollaban pares contra los que competían.
Hoy, la administración Maduro tiene frente a sí otro negociador, uno que nada
tiene que perder y si mucho que ganar, uno con el cual corre el riesgo de
equivocarse si cree que, en términos de muchachos, aquél está jugando
carritos.
Los
venezolanos, adentro y afuera del país, expectantes estamos respecto de la
manera como pueda concluir esa suerte de pulso mutuo que se está produciendo
entre la administración de la Casa Blanca y la del Palacio de Miraflores. Lo
que si es cierto es que, cualquiera que ella sea, de alguna manera habremos de
pagar el precio de ello pues, conforme lo sostienen los norteamericanos, “no hay
almuerzo gratis”.
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