José Guerra / Opinión
El gobierno de Hugo Chávez entre
1999 y 2012 recibió los mayores ingresos petroleros de la historia venezolana
al totalizar US$ 700.000 millones. Chávez se benefició del mayor auge de los
precios petroleros que se haya conocido y al concluir su gestión en diciembre
de 2012, los resultados en términos económicos fueron mediocres: el
ingreso por habitante apenas aumentó 0,95% anual, muy inferior al promedio de
la región, la producción petrolera cayó desde 3.200.000 barriles en 1998 hasta
a 2.800.000 barriles diarios en 2012, la deuda externa saltó de US$ 38.000
millones en 1998 a US$ 90.000 millones y el gran logro, la reducción de la
pobreza, resultó menor a la de otros países como Perú que recibieron
mucho menos recursos que Venezuela.
Con la información de hoy, precios petroleros siderales como lo que hubo con Chávez no se avizoran y por tanto eso es un condicionante del futuro de la economía venezolana. La gestión de Maduro en materia económica ha sido un auténtico desastre al provocar una hiperinflación entre noviembre de 2017 y enero de 2021, al tiempo que el ingreso nacional actualmente es 60% menor que el que fue en 2012, en medio de un empobrecimiento generalizado de los hogares venezolanos.
En un entorno de inestabilidad
política, el curso de la economía venezolana no luce prometedor. En primer
lugar, ya el petróleo no es lo que fue y su impacto en la actividad económica
interna es cada vez menor. Aumentar la producción desde 800.000 barriles
diarios hoy a 3.000.000 de barriles diarios luce imposible sin gigantescas
inversiones extranjeras y un cambio en la gobernanza de la industria.
En segundo lugar, sectores claves de la economía no petrolera como la manufactura y la construcción están diezmados y en sus niveles mínimos históricos con actividades industriales como la producción de acero, aluminio, fabricación de vehículos, virtualmente extinguidas.
En tercer lugar, en Venezuela hay bancos pero no hay sistema
financiero propiamente hablando. La contracción de la economía y la política de
elevados encajes redujeron la actividad bancaria a la insignificancia al punto
tal que el crédito al consumo mediante el uso de tarjetas de crédito no
existe. No hay en el mundo una economía que se haya expandido sin la palanca de
los préstamos bancarios.
En cuarto lugar, la política antinflacionaria
basada en la cuasi fijación del tipo de cambio ha tenido un éxito relativo al
lograr calmar las expectativas de devaluación y desacelerar el aumento de los
precios, ayudada por una compresión salarial inexplicable. Sin embargo, la
brecha entre los tipos de cambios oficiales y paralelo de 20% es un
indicador de que algo anda mal y que tarde o temprano esa distorsión se va a
corregir con una devaluación que inevitablemente va llevar a un alza de
precios, ahora reprimidos por las importaciones baratas.
En quinto lugar, la emigración ha
afectado significativamente la disponibilidad de mano de obra calificada sin la
cual no hay crecimiento económico, a lo que se añade que Venezuela está fuera
de la órbita global en el uso de nuevas tecnologías como la inteligencia
artificial que están implicando un cambio estructural importante en la
productividad de la economía. La educación está en situación calamitosa y los
venezolanos no hemos dimensionado el costo de la bancarrota de la educación
pública.
Finalmente, Venezuela está aislada
financieramente del mundo. En un contexto donde están bajando las tasas de
interés y el acceso al crédito internacional se comienza a abaratar no
hay manera que nos aprovechemos de ese hecho porque el país está en moratoria
del pago de la deuda externa desde noviembre de 2017. Para Venezuela no existe
financiamiento multilateral o del mercado de deuda soberana.
En medio de este panorama
desolador, lo promisorio es que la capacidad de emprendimiento está viva y
parece sólida y cada vez surgen pequeños nuevos negocios en medio del desierto
que hoy es la economía venezolana. Por tanto, sin un cambio político que
implique una nueva política económica y que vuelva a insertar a Venezuela en la
economía mundial, el fututo inmediato va a replicar lo que hemos tenido, una
economía enana, sin fuerzas para crecer ni para mejorar la calidad de vida de
los venezolanos.