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23 septiembre, 2024

Arturo Hernández: 100 años

Por Gustavo Hernández Salazar

                                                                              A mis hermanos, con los que comparto la fortuna

                                                                              de haber tenido el padre que tuvimos.

El próximo 24 de septiembre se cumplirán 100 años del nacimiento de mi padre, Arturo Hernández Salazar. Papá nació en la isla de Coche en el estado Nueva Esparta, lo que explica, en buena medida, su vinculación permanente con el mar. En Coche vivió hasta los 14 años y luego, ya en tierra firme, la familia se asentó, después de una estadía en Tucacas, en Puerto Cabello, ciudad a la que amó hasta el fin de sus días.

Los Hernández Salazar estuvieron cerca del mar siempre. Mi abuelo, Simplicio Hernández, fue armador y capitán de barcos, mi tío, Prospero Hernández, fue capitán de altura, reconocido como uno de los mejores marinos mercantes del país en su época, papá fue también marino y varios de sus primos y sobrinos han hecho – o hicieron - de la navegación civil y militar su carrera; esto por el lado de los Hernández, pero los Salazar también tienen sangre marinera, Saturnino Salazar, padre e hijo, y otros parientes cercanos, fueron experimentados hombres de mar, especialmente dedicados a la pesca en las costas del estado Sucre.

En el caso de papá, una vez que dejó la condición de marino activo, tenía título de capitán costanero, trabajó en empresas navieras – siempre el mar - como agente aduanal hasta que fundó sus propias empresas: primero Arturo Hernández SRL y luego Naviera Curazao C.A, esta última con su amigo Francisco Martínez A. Ambas compañías, aunque relativamente pequeñas, fueron pioneras en esa área empresarial en Puerto Cabello.

Papá fue un hombre de su tiempo, muy joven le tocó salir a trabajar para contribuir con la manutención de la casa materna – el abuelo enfermó y, además, el patrimonio familiar sufrió importantes pérdidas, por razones que no viene al caso comentar -, por tanto, había que trabajar y el mayor de los varones tenía que dar la cara y la dio con creses.

Mi padre, por las circunstancias familiares, estudió solo primaria, sin embargo, era excepcionalmente inteligente y un gran lector. Hablaba inglés bastante bien sin haber ido a ninguna academia y poseía una vasta cultura, especialmente en el campo de la historia – era simplemente fascinante oír su relato sobre la Batalla de Carabobo, por ejemplo -.

En una oportunidad, leyendo una prestigiosa enciclopedia sobre historia, - estaba yo a su lado- se levanta y dice que el texto que leía estaba equivocado, al principio no lo creí del todo, pero al verificar con otras fuentes, me percaté de que, en efecto, tenía toda la razón mi padre; confieso que sentí un enorme orgullo como hijo.

Arturo Hernández Salazar procreó 9 hijos, 6 hombres y 3 mujeres, muchos en estos tiempos, lo normal en su época; por todos vio hasta que enfermó cuando tenía apenas 56 años; aunque murió 10 años después, nunca más pudo levantarse de una silla de ruedas.

Estuvo vinculado a la política, primero a URD, el partido de Jovito Villalba, y luego al PRIN de Raúl Ramos Giménez, que lo postuló como candidato a concejal de Puerto Cabello; ambos movimientos considerados en la época como progresistas. Siempre fue un hombre tolerante; a mí nunca me impuso sus criterios, aunque siempre debatíamos, en el fondo creo - nunca me lo dijo- que le gustaba que me dedicara a la política y luego a la abogacía. 

A mi papá siempre lo recordaré con admiración, como un excelente hijo, gran hermano, inmejorable tío, amigo de sus amigos y solidario siempre – a veces hasta la exageración -.

Como progenitor fue cariñoso, preocupado por nuestros estudios (especialmente al final de cada año escolar), y en todo momento atento a que nada nos faltara, pese a que nunca acumuló una gran fortuna.

A 100 años de su nacimiento, lo recuerdo como el gran ser humano que fue  y lo añoro, para mí siempre es un faro que alumbra en el difícil transitar por la vida.